Cada correlación pertenece en una línea equi-tonal. Aquí están destacadas aquellas que están relacionadas con los siete intervalos principales, en la octava comprendida entre el 1 y el 2.
Esta versión simplificada del lambdoma nos permite hacer algunas consideraciones adicionales con respecto a las más generales, formuladas en su momento.
El examen de los intervalos se llevó a cabo necesariamente utilizando la notación musical para nombrar los tonos; pero el estudioso debe tener siempre presente que en la Armonía el “Do” (C), por ejemplo, no es un sonido con frecuencia definida, como lo sería en la música, sino uno de los infinitos sonidos que se pueden generar «despertando» el mundo sonoro con cualquier objeto físico o voz natural adecuados. Incluso los nombres dados a los intervalos derivan de la estructura formal que en música divide la Octava en los siete grados diatónicos. Así, por ejemplo, la tercera armónica superior se llama Quinta, “Sol” (G), precisamente porque, en la forma musical, es el quinto grado a partir de la fundamental. Incluso el mismo intervalo de Octava toma su nombre del hecho de que las manos humanas y el oído lo han dividido en siete grados, antes de que se alcance, ascendiendo, el octavo grado que tiene resonancia con el primero.
En la teoría musical, la partición del intervalo de Octava es un asunto complejo e incluso controvertido. Aquí puede ser interesante considerar que el problema original de la música es construir una forma sonora, estableciendo puntos discretos en un conjunto continuo e infinito, si bien que delimitado por dos términos distintos, diferentes en tono (frecuencia/longitud de onda = número), pero ambos en resonancia y psíquicamente similares entre sí (valor). El intervalo de Octava es el único que en sí se halla en resonancia, además —por supuesto— del Unísono, que está en resonancia consigo mismo. En el ámbito del mundo físico, esta propiedad traduce la percepción psíquica que reconoce una identidad entre sonidos de números diferentes, pero en relación proporcional entre ellos: «como el 1 está al 2» (o múltiplos). Las piedras angulares de esta estructura son los armónicos naturales y los intervalos que aquellos forman recíprocamente, que, retrotraídos al mismo intervalo de Octava (1-2), determinan los principales grados del sistema sonoro diatónico. Así, al estudiar la Armonía, nos encontramos con que tratamos los «Prototipos» (los intervalos generados por los armónicos naturales), utilizando el lenguaje apropiado para describir el conjunto de sus precipitados: los «Tipos» (las notas).
Este entrelazamiento de causas y efectos parece desdibujar, por un lado, el horizonte del estudioso, velando las perspectivas ante las que ha situado desde el principio; sin embargo, por otro, le permite considerar la función reveladora de la forma. Hoy en día, el conocimiento de la Armonía ofrece la clave interpretativa de la enseñanza de los Siete Rayos; el arte musical es su reverberación, que posee mucho poder para tomar de la mano la conciencia emocional-mental del hombre y conducirla a los reinos tranquilos y luminosos de la abstracción. Este poder ha hecho que la semántica musical (armonía y melodía) prevalezca en la cultura humana actual sobre la etimología de la armonía; por lo tanto, desde el arte de la música y su nomenclatura es necesario volver a los fundamentos de la armonía. En cualquier caso, esta operación —necesaria, quizás incluso difícil— revela los modos en que la Idea se reviste de una sustancia más densa al «materializarse» y cómo estas envolturas están destinadas a revelarla, aunque la velen.
Por lo tanto, el lambdoma se obtiene desarrollando la serie de intervalos generados por los armónicos de cualquier sonido; siempre es necesario considerar que está compuesto por correlaciones, que son las protagonistas, aunque junto a ellas aparezca también el nombre de la nota que les corresponde, asumiendo que la correlación de referencia 1/1 sea Do (C). Al establecer el «sistema cartesiana» del lambdoma, ello también permite suponer la existencia de armónicos inferiores, es decir, con longitud de onda creciente y frecuencia decreciente. El resultado es un conjunto infinito, mejor dicho, infinitas veces infinito, porque no hay límites a la hora de elegir la correlación de referencia, que se convertirá en 1/1 del sistema. Desde el punto de vista matemático, es el conjunto de los números racionales.
El propio lambdoma, precisamente por ser ilimitado, es incognoscible en su totalidad cuantitativa; solo podemos representarlo con un índice de desarrollo limitado, como el que proponemos, de índice 16, que es pequeño comparado con el verdadero, pero ya lo suficientemente complejo como para desanimar a seguir investigando.
Sin embargo, este conjunto ilimitado de intervalos revela una extraordinaria coherencia interna si lo abordamos desde un enfoque cualitativo. Por ejemplo, al relacionar dos términos simétricos del conjunto, obtenemos esa misma relación referida al término de referencia 1/1, por muy alejados que estén los lugares del lambdoma en el que operamos.
Y de nuevo: ¿Cómo viajar por el infinito? Pues, aplicando las direcciones en lugar de las distancias: el enfoque cualitativo del lambdoma nos permite notar que cada tono se sitúa en una línea que lo conecta con todos los demás de la misma cualidad sonora, a partir del tono inmanifestado 0/0; él existe aunque no pueda verse ni oírse. Estas líneas se denominan «equi-tonales»; en nuestro lambdoma de índice 16, hemos dibujado las que están relacionadas con los siete intervalos principales, que se retrotraen a la primera Octava: en rojo, el Unísono; en azul, la Octava; en amarillo, la Quinta; en índigo, la Cuarta; en naranja, la Tercera; en verde, la Sexta y finalmente en violeta, el Tono. Imaginemos que tiendan mucho más allá de los límites formales que nos hemos establecido por necesidad, como caminos seguros por los que las entidades similares avanzan hacia el infinito caleidoscópico y regresan desde allá al lugar metafísico (0/0) que está antes de cualquier complejidad y amplitud.
El conocimiento de la Armonía, resumido en el lambdoma, ofrece algunas pistas para releer la realidad, reconociendo que todo en ella es transitorio: aparece, se transforma y desaparece, mientras que las direcciones del cambio y las correlaciones entre los seres que participan en él según su cualidad o vocación, permanecen en el futuro, disponibles para ser retomadas por otros tramos de los caminos equi-tonales, con nuevos encuentros de correlaciones (sonoridad).
El lambdoma nos ha llevado a meditar sobre el infinito, sobre lo que es permanente en él y sobre cómo las distancias infinitas se resuelven en direcciones; una analogía perfecta con el Universo, del que este patrón sea, quizás, el modelo: Las direcciones y las correlaciones son los enfoques propios del conocimiento astrológico antiguo, en lugar de las distancias irresolubles en años luz y las disposiciones espaciales caóticas, un resultado de la explosión original. La Astronomía y la Astrología están esperando dialogar entre ellas; es posible que la ciencia de la Armonía les eche una mano. Por ahora, en una noche clara y oscura, observemos el universo, llevando en nuestro corazón las leyes de la esfera sonora: puede surgir alguna similitud, en forma de correlación o intervalo.
Nota: Este artículo ha sido traducido del original en italiano; consultar aquí.