2. Campo

2. Campo

La Cultura es una riqueza de conciencia; por consiguiente, el campo de siembra del nuevo Pensamiento es la conciencia humana. A fin de que no ocurran malentendidos, esto debe quedar bien claro para los Constructores. Es un campo tan vasto como el Cielo; nadie conoce sus límites. Por esta razón, las simientes que han de ser esparcidas no tienen número ni forma. Esto significa concomitancia entre las simientes y el campo, significa ausencia de dogmatismo y sectarismo. Solo con simientes sin forma se puede cultivar un campo infinito. Y el suelo de la conciencia humana está listo para acogerlas; muchas señales lo indican, tanto arriba como abajo; y la siembra no puede ser pospuesta.

Todos los hombres están lidiando con un gran problema común, a saber: comprender y usar el Espacio. En el umbral de una nueva cultura y en vías de trazarse nuevas directrices, y todavía semiconscientes de tanta responsabilidad, los hombres tienen el deber de limpiar sus herramientas principales.

Avanzar hacia otras aventuras sin primero haberse puesto de acuerdo con los sistemas generales y esenciales sería una señal de ceguera.

Gran parte de la nueva cultura humana depende del reconocimiento de la divinidad de la Sustancia, después de haber buscado tanto, en los últimos siglos, la tosquedad de la materia. Por consiguiente, toda emisión mental que favorezca o use las cualidades espirituales del Espacio y de sus energías cambiará la mentalidad ordinaria, introduciendo en ella simientes de conquistas futuras.

Si para el individuo humano es casi nuevo ser concebido como un Microsistema Solar, para los grupos es del todo nuevo; y es precisamente este hecho verdadero lo que llama la atención. Lo más nuevo es la mejor condición para los que se proponen emprender los caminos más directos, ya que en tales condiciones no hay estructuras preexistentes que deberán ser eliminadas; entonces el inicio es fácil, el peso mucho menor, las posibilidades de éxito mucho mayores. Tales grupos humanos, organizados en sistemas, son ejemplos de una nueva cultura social, digna de ser favorecida en todos los sentidos; son las oportunidades más recientes y dúctiles para experimentar la equivalencia afirmada entre el macro- y microsistema solar. Cultivar lo nuevo, si es espiritual, es una hermosa empresa humana; y en el futuro tendrá que ser cada vez más frecuente.

El Campo, o la Octava espacial, contiene todo en sí mismo; consecuentemente, une a todas las criaturas que alberga y nutre con su propio amor. En esta actividad (que a la mente concreta le parece, en cambio, una condición pasiva) no se disciernen los signos de un proceso elaborado que busca deliberadamente la unión; aun así, lo asegura y lo hace posible. El Campo entiende y comprende, es decir, contiene; es el poder magnético, y «mantiene unidas» todas las energías, incluso aquellas animadas por los impulsos opuestos. Pone cada elemento en relación mutua con los demás, ad infinitum; y se diría que es la unión misma, siendo tan obediente a la voluntad del Uno.

Decir que el Espacio es magnético entraña que existen dos polaridades opuestas: una positiva y la otra receptiva, una masculina y la otra femenina. De hecho, como sabemos, todo es doble, y muchas veces doble. En resumen, el Espacio es el lugar de todas las oposiciones. Y la capacidad de contener imparcialmente presencias contrarias o verdades conflictivas se denomina generalmente comprensión, tolerancia y, en definitiva, amor.

El Principio que mantiene unidas las distintas partes del organismo es el magnetismo, o sea, el amor espacial. Cada órgano tiene, de hecho, su propio campo de influencia en el que hay necesariamente factores comunes al conjunto mayor, que aseguran su Unidad general.

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El Campo de servicio del Taller del Pensamiento es, por lo tanto, la conciencia humana.


Ver también Introducción a las Direcciones de Trabajo.

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