4. Modelo

4. Modelo

El microsistema del Taller Planetario (TPS) se inspira en el modelo jerárquico del Sistema Solar, y pretende imitar tanto en su propósito como en su estructura. 

Esto no es solo una imitación pasiva. El Microsistema acepta esa dosis de responsabilidad positiva que es capaz de soportar en su propio nivel, o sea, colabora de manera proporcional a sus posibilidades actuales, que sin embargo siempre están creciendo.

Aquel que mira al Cielo con la atención del corazón puede comprender las causas de las cosas y los hechos. El Cielo parece vacío; sin embargo, es el Pleno por excelencia. Solo en este reino se hallan las fuentes brillantes y reales de todas las formas y sus historias. En suma, el Cielo es el libro del futuro. Además, quien lo observa en sus movimientos y ciclos aprende a colaborar con la fuerza amorosa universal que produce las cosas para expandir la luz de la conciencia.

El género humano (el cuarto reino de la naturaleza) tiene el cometido planetario de gestionar la armonía entre todas las criaturas y las evoluciones del globo: este hecho lo compromete a buscar, aprender y practicar precisamente aquellas leyes de las correlaciones correctas que hasta ahora ha evitado con frecuencia ponerlo en práctica. 

La capacidad de reflexión infinita del Cielo está en la base de la verdadera Regla del Arte de todas las actividades creativas humanas; es la auténtica y segura productora de belleza. Cuanto mejor la imagen (que por su naturaleza es ilusoria) reproduzca ese modelo —o se asemeje a él—, tanto más bella, verdadera, buena y justa será ella, hasta el punto (inalcanzable) de una reproducción perfecta y, por lo tanto, de una coincidencia entre la forma y la verdad.

No basta con tal solo componer figuras según las reglas armónicas a fin de obtener belleza y fuego. Esta operación debe ser la suma de muchas otras, anteriores, posteriores y simultáneas. No basta con tal solo copiar el hermoso trabajo de otros para construir de un modo celeste. Es necesario que todos los gestos, pensamientos, impulsos y motivos estén de acuerdo con uno mismo y con el objetivo universal. En este caso, la obra nacida de las manos del hombre —ya sea pequeña, ya sea monumental— con seguridad es duradera y actúa en el Espacio con el poder constructivo de su fuego.

El cuarto nivel, el central, no es un lugar de paz, sino una posición en la que la paz se logra continuamente a través del conflicto; y, si pensamos en ello, nosotros los seres humanos sentimos atrozmente esta precisa situación. Para nosotros es muy difícil lograr una verdadera imparcialidad y, por tanto, ser centrales; pero estamos comprometidos con esto, dado que somos el cuarto reino de la naturaleza. Nos corresponde a nosotros traer a la Tierra esa armonía, que sin la acción del Hombre no podríamos lograrlo.

El hombre está constituido como un microsistema solar. Que lo sepa o no, que lo acepte o rechace, él está hecho a imagen y semejanza del gran Ente cósmico que lo dio a luz, del que comparte y sufre todas las fases y procesos. En el hombre están vivos y presentes siete grandes centros de valor psicofísico, que reaccionan a las energías vitales que se manifiestan en el Espacio. El estado de conformidad entre el Micro- y el Macrosistema dice todo sobre cada ser humano: el nivel evolutivo, el servicio, la madurez, la salud, el destino, el pasado y el futuro. Es una verdad, conocida desde la antigüedad, que muestra cuánto depende el hombre de los intercambios de energía dentro del Sistema Solar, que mueven inmensos recursos vitales. Él puede creer que es capaz de apartarse —y tratar de hacerlo—, pero no puede sortear el juego de las partes y la voluntad cósmica. Tarde o temprano será necesario reconocer y aceptar esta realidad, y participar voluntariamente en el juego —favoreciendo, en lugar de obstaculizar— las transmisiones de los valores espaciales y sus ciclos.

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El modelo del Taller humano del Pensamiento es el Cielo.


Ver también Introducción a las Direcciones de Trabajo.

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