En esta categoría de investigación y siembra de TPS se investiga el valor de los Ciclos y de sus Direcciones en el Espacio, principalmente de los heliocéntricos y geocéntricos, creados por los movimientos planetarios y las alineaciones en el plano de la eclíptica, entre los «centros solares» y entre estos y nuestra Tierra, o con algunos puntos y Fuegos cósmicos (Cruces de los Solsticios y Equinoccios, conjunciones con algunas Estrellas o Constelaciones primarias o con el Centro galáctico).
Ahora estamos en el 7.o ciclo anual de la vida de TPS, y es bueno y útil retomar los conceptos básicos de esta dirección de trabajo (consultar también el texto básico, Del Tiempo lineal al Tiempo cíclico, en la sección Documentos).
«En el Infinito, es decir, en el presente eterno, no hay cantidades, tamaños ni distancias; en cambio, las direcciones son reales; ellas orientan y conectan todos los entes espaciales. De igual modo, no existe el tiempo: en el Infinito, el antes y el después pierden todo sentido. Por otro lado, son reales y activos los ciclos, rítmicos y cualificados, creados por la vida pulsante del Sistema Solar (…); los ciclos, sostenidos por sus discontinuidades rítmicas creadoras, son las matrices de los desarrollos continuos. En resumen, el ciclo es ese dispositivo del supramundo que transforma el ser en el devenir según una regla, y devuelve el resultado (la expansión de la conciencia) al Ser original.» (1)
«Las distancias son cantidades, y el Infinito las aniquila (…); son, al mismo tiempo, el origen y la causa de la separación. El hombre es víctima de esto; y él se considera aislado en el Infinito. Ve y concibe el mundo al revés: el espacio, que en realidad une, lo entiende como aislante y separador; el Infinito, que no es grande ni pequeño, le parece una extensión ilimitada, que contiene innumerables cantidades. Es tan solo un mísero preconcepto; pero ¡qué poderoso! Todos los hombres lo han portado y lo porta en sí, con muy pocas excepciones, y lo retransmiten como un contagio. Y ha dado lugar a ese mundo desolado e ilusorio donde reinan la separación y la cantidad, la duración y la extensión, que les parecen real e indiscutible.
Sin embargo, la Luz destruye las ilusiones y señala los errores.
Por consiguiente, de acuerdo con las premisas, las distancias son engañosas; pero las direcciones —que son distancias depuradas de la cantidad— son realidades cósmicas. El hombre las cubre y limita con los conceptos de longitud y distancia, que separan; pero las direcciones unen. Son verdaderos entes espaciales; y el Espacio unifica, comunica y transmite.
El futuro de las correlaciones humanas —hoy presionadas por el prejuicio de la separación— verá constantemente disminuir el poder aislante de las distancias y crecer el poder unificador de las direcciones. Es un proceso que ya está en marcha, y muy rápido, en el mundo físico de las comunicaciones. Todo el mundo lo sabe y las usa, pero aún no se ha descubierto la energía de las direcciones espaciales, que no necesita ningún otro instrumento que el corazón; y no solo transmite textos y figuras, sino también sentimientos y pensamientos. Además, las direcciones, al ser ilimitadas, van más allá del entorno planetario y sitúan al hombre en una correlación consciente con todo el Sistema Solar.
(…) Las direcciones son trazados de Luz, delineados por los Rayos (imparables y con velocidad infinita); pero su cualidad no es uniforme: varía con la dirección espacial. Esto parece un juego de palabras, pero es cierto. Las direcciones condicionan las corrientes que las recorren. De hecho, la meta a la que se dirigen canaliza la cualidad de su propia energía, y la dirección relativa varía su intensidad y condición. (2)
La energía sigue la dirección del pensamiento según los ciclos de la conciencia, de la Luz.
Por otra parte, «el término dirección asocia en sí un concepto a la vez geométrico y de propósito, al igual que ocurre con el término plan», que es la base y el proyecto de un pensamiento proyectado en el Espacio.
Si las Direcciones son los Rayos de Luz/Conciencia del Espacio vivo, del Infinito, los Ciclos son sus Ondas.
Según la clave geométrica, el ciclo es el círculo que un centro traza al girar alrededor de otro centro, apoyado en una dirección radial. Pero también es la respiración, el campo, el amor espacial que acoge, la comprensión; es el corazón cuatripartito, o la espiral creadora de la vida, o la evolución, o la conciencia, o algo más.
Según la clave numérica, el ciclo se resuelve en el acto de máxima potencia y ligereza que implementa π (Pi griego): curvando las líneas rectas y enderezando las curvas. En efecto, la relación entre dos centros (Sol-Tierra, por ejemplo) está definida geométricamente por el diámetro o el rayo que, al girar, se transforma en la circunferencia (cielo) según la potencia de π, ese número trascendente o infinito (3,141592…) que guía todo movimiento giratorio y espiralado.
El ciclo alberga también otros Números sagrados: su progresiva acción de actualización está asegurada por la ley de la espiral logarítmica, por cuyo medio la evolución procede y aumenta las formas según la ley de la sección áurea («el menor está al mayor, así como este está al todo»), que determina así las correlaciones y el desarrollo de cada forma en evolución.
Además, la relación entre las metas progresivas primarias de un movimiento circular, o entre un cuarto de ciclo y el siguiente, está ciertamente controlada por la raíz cuadrada, que resuelve la intersección entre dos direcciones (a través de la hipotenusa), y trae «el cielo en el corazón».
Por último, las correlaciones armónicas (racionales) permiten comprender las energías o cualidades que se hallan en juego en el ciclo, y su imitación y reflejo en la construcción de la forma.
La clave física, otra perspectiva de investigación y revelación, aborda el estudio del ciclo según el análisis de las energías y las fuerzas que físicamente le permiten girar, de lo que deduce que el equilibrio entre los empujes centrípeto y centrífugo, entre la fuerza de gravedad y la velocidad de escape (Ley de Atracción y Repulsión, según el esoterismo), explica la trayectoria de cada órbita, ya sea de un planeta, un sol o un universo.
Su contraparte, la metafísica, reconoce que «trazar círculos en el cielo no es una sinecura», sino todo lo contrario: es la danza de la Luz y la Vida, el resultado de un arte muy sutil que equilibra múltiples impulsos y direcciones, como vehículos de expresión de muchos Entes o principios directores.
El valor o la esencia de todas las cosas está en el Número, dice Pitágoras; está en la Idea, dice Platón; está en el Amor, dice el Cristo; está en Dios, dice el devoto. Todos dicen la verdad, pues esta tiene innumerables rostros, o aspectos, que cambian según el rayo o la dirección del pensamiento, de la mirada, según la posición evolutiva o cíclica del centro observador.
En pocas palabras, la Luz o la Conciencia, hija de la Correlación entre el Espíritu-Energía y la Materia, evoluciona según las direcciones y los ciclos; y a través de ellos se revela.
Por lo tanto, para aproximarse al misterio luminoso del ciclo y la dirección, para gobernar y ejercer el verdadero arte de la Construcción, hay que ser un maestro:
– de su propia dirección (la espada de la mente);
– de su propio ciclo (la respiración, la existencia);
– de su propio corazón o centro de conciencia (la cruz de la Vida);
es decir, en esencia, de la propia dosis de luz, amor y poder, los tres Aspectos primarios de toda realidad y misterio.
(1) De: Elaborar un Plan, E. Savoini; texto inédito.
(2) De: Teoría de la Luz, E. Savoini; texto inédito.
Nota: Este artículo ha sido traducido del original en italiano; consultar aquí.