Ken Browar, Deborah Ory | NYC Dance Project
Danza Ritual del Fuego, Manuel de Falla
En el agitado cielo heliocéntrico de hoy, entre aspectos y direcciones, además de la cuadratura entre la Tierra y Júpiter, destaca la conjunción en el Fuego de Leo entre Mercurio (el acelerador de la evolución, el heraldo de pies alados que refleja rápida e incansablemente la luz central del Sol por todo el Espacio, replicando en los corazones el Modelo de modelos), Marte (intrépido y valiente guardián, junto con Neptuno, de la energía de la Devoción y del Idealismo Abstracto) y el asteroide Terpsícore (la Musa del movimiento que prepara para lo Sagrado); con su danza celeste enseñan a la Humanidad a volar, a expresar el movimiento eterno del espíritu, a dar alas al pensamiento, a lanzarse hacia lo alto para gravitar constantemente alrededor del Fuego central del Bien, de lo Verdadero y de lo Bello, a expresar la música de los Mundos Lejanos, ¡que es de hecho el Arte de Vivir de la nueva Cultura solar!
«El que vive regido por el poder de la Belleza se siente atraído por las actividades constructivas, crea con su capacidad el dominio del espíritu y regenera la vida con la Belleza. (…) La supremacía del espíritu y del corazón es una gran ley universal. El Mundo de Fuego crea con la fuerza del espíritu.» (Mundo del Fuego III, § 28)
En la armonía sin límites se encuentra toda la obra creadora del Universo. Solo ella revela al planeta las esferas superiores. Solo la armonía establece la cadena de aspiraciones hacia los mundos lejanos. Este concepto de los mundos lejanos debe aplicarse a todo lo que aspira a la perfección. Por eso Nuestras armonías son tan poderosas. El fuego de los centros es armonía; el fuego del espíritu es armonía; el fuego del corazón es armonía. (Infinito I, § 269).

La Primavera, Sandro Botticelli
La danza es un arte antidualista y como tal rechaza la concepción subyacente en la tradición occidental: la separación entre lo material y lo inmaterial, la suposición de que el cuerpo es una envoltura del alma. Una larga tradición en la que, como sabemos, se le ha ido negando poco a poco su propia matriz de cohesión original entre el yo y el otro, lo sensible y lo ultrasensible. Hasta el punto de disolver la unión primordial de la danza y lo sagrado, que también es la del cuerpo y el espíritu. El cuerpo del bailarín es el que mejor revela que en el cuerpo hay un sentido, llevando su poder de expresión al máximo. Es el que afirma, más que ningún otro, hasta qué punto el cuerpo se ha convertido en la búsqueda del paso de lo interno a lo externo y viceversa, según un sistema de equivalencias entre el interior y el exterior que prescribe que uno se cumpla en el otro. (El Alma y la Danza, Paul Valéry)
Sylvie Guillem – Ballet de Tokio | Bolero (M. Ravel)
Coreografía: Maurice Béjart
¿Cómo se desencadena el principio de la comprensión? El espíritu enseña a reconocer los signos del conocimiento directo, ¡pero que se llene el tesoro! ¡Basta con querer entrar en el ritmo de la danza cósmica! (Infinito I, § 19)