En este año central del Sexto Septenio de nuestra Siembra para un Nuevo Orden Humano, celebramos la Fecha/Dirección Heliocéntrica de la Entrada en el Signo Iniciático de Aries de Neptuno (el Señor del 6.o Rayo y para la Astrología Esotérica la Fuente Solar de todo impulso de Unión, Comunión y Síntesis), después de 164 años (el período de su ciclo de revolución).
He aquí, pues, un texto de reflexiones sobre el tema de la Nueva Religión Mundial, que unirá a todos los pueblos de manera libre y ordenada.:
La Nueva Religión Mundial
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A continuación, presentamos algunos extractos:
Prólogo
En los albores de un nuevo Tiempo, en el umbral de la Era de Acuario, conviene reformular en nuestra conciencia la Idea de Religión. En efecto, es habitual y común identificarla con las iglesias o ideologías religiosas formadas a lo largo de siglos y milenios; pero la esencia de esta Idea va mucho más allá, como revela su étimo, aquí resumido:
Una única raíz madre habría dado lugar tanto al verbo rě-lěgěre, ‘captar’ el mensaje divino, como al verbo re-ligare, ‘ligar, tener conexión’ con lo divino: Religión expresa el concepto de reconocimiento y conexión con las leyes divinas.
El término re-ligio tiene su origen en la raíz indoeuropea *LAG-, formada por los siguientes elementos sonoros: «movimiento que se mantiene [l] en todas direcciones [ag]», «reunir», «conectar», «atar», de ahí Logos; lex, ley; Agni del sonido ag, el dios del fuego que originalmente personificaba el relámpago, el movimiento en zig-zag de la llama.
La palabra «religión», por tanto, en la que palpita el parpadeo de la llama, indica en esencia la conexión cósmica entre y con los fuegos espaciales, el espíritu universal que todo lo unifica.
La religión es unificadora y todo lo que unifica es religioso:
«¿De dónde vino la ola que sumergió la conciencia, oscureciéndola? «Religare», se decía también en la antigüedad. El principio de causa y efecto, es decir, la ley de concatenación del Universo, también se aplica al vínculo con el Infinito. La Humanidad está unida al Cosmos por lazos inseparables. No es difícil localizar ese punto inmutable donde todas las cosas se cruzan, donde las acumulaciones terrestres se unen con los estratos de las esferas superiores. Por voluntad del Cosmos todas las cosas se atraen mutuamente. Todo tiende a una creación mutua. A la humanidad se le permite «religare» en la forma de una religión unificadora, para el progreso de la comunidad, para la admisión de la Fuente primera que contiene todos los principios del Ser y crea todas las sustancias por sí misma. La concatenación universal de todas las esferas superiores debe ser comprendida por la conciencia como un ancla de salvación, a la vez que sienta mejores bases para el futuro.» (Serie Agni Yoga – Infinito I, §23)
¿Por qué, podríamos preguntarnos, la fe en un Espíritu creador del Cosmos ha quedado relegada sobre todo a las creencias religiosas? ¿Por qué el hombre cree que lo Divino o el Espíritu es un «tema» más religioso que científico? ¿Por qué una Ley universal como, por ejemplo, la gravitación, cuando se define como Ley de Atracción divina, parece adquirir una cualidad menor, o incluso no objetiva?
El pensamiento científico actual, e incluso el pensamiento «laico» ordinario, argumenta que es porque su verdadera comprensión está empañada por algo nebuloso, no «evidente» para todos, por lo tanto por una creencia subjetiva, cuestionable. Dios ‘no es reproducible en un laboratorio’, no es demostrable según parámetros válidos para todos, por tanto para la ciencia oficial no puede ser una realidad, sino sólo una hipótesis y orientación individual.
La mente humana de nuestro tiempo delega su poder de descubrimiento y comprensión de lo Desconocido a una reproducibilidad física, a una coherencia entre hipótesis y tesis basada en pruebas materiales, sensoriales.
Simétricamente, muchos «creyentes» creen en un Dios todopoderoso, que todo lo puede, pero que tiene el «defecto» (¡sic!) de no usar bien su poder cuando tolera la miríada de atrocidades que se cometen cada día o permite enfermedades graves en los niños o no resuelve nuestras desgracias personales: un Dios así envía azotes y catástrofes para castigar no sólo a los pecadores, sino también a los buenos e inocentes. ¿Por qué?
No se trata de trivializar milenios de religiosidad, filosofía y teología, ni de menospreciar las tragedias humanas, sino de reconocer la necesidad evolutiva de que nuestro pensamiento se amplíe y profundice con respecto a la esfera interior y espiritual.
En este sentido, las indicaciones de la Sabiduría Antigua, en particular de la Tradición oculta transhimalaya hecha pública en Occidente a través de la teosofía desde finales del siglo XIX, son útiles, ya que proporcionan hipótesis analógicas de pensamiento, y no dogmas fideístas; sistemas de perspectivas, en lugar de inducciones silogísticas – que deben desarrollarse en el laboratorio subjetivo, en el crisol de la conciencia para que luego puedan convertirse en subjetivamente objetivas, datos objetivos.
(…)
La Nueva Religión Mundial, la Hermandad universal, la liberación, la conciencia superior, la comunión espiritual, el amor expresado a través de la sabiduría, las relaciones humanas justas, la nueva Cultura Solar, la cooperación con los «mundos lejanos», el nuevo Orden planetario. (…) Innumerables son los nombres del Bien común a toda la humanidad y todo Corazón reconoce al instante su valor sonoro o unitario. Solo lo que es bueno, bello y verdadero es ‘bien común’, la meta y el tesoro, la única posesión posible. El Corazón lo sabe. (…)