Entre las Siete Leyes del Alma o de la Vida en Grupo que nos revelan cómo servir a las demandas del Plan de la Evolución de una manera más poderosa y con propósito, tratamos hoy* la 1.a Ley del Sacrificio, que está asociada con el 4.o Rayo de Armonía a través del conflicto y, por lo tanto, particularmente relacionada con el 4º Reino Humano y la 4.a Jerarquía Creadora.
«1. La Ley del Sacrificio
(…) La Ley del Sacrificio —la primera que la inteligencia humana debe comprender y, por consiguiente, la más fácil para el hombre (puesto que ya se rige por ella y, consecuentemente, es consciente de ella)— alcanzó su primera expresión importante durante la edad que ahora está declinando, la Edad de Piscis. Siempre ha estado vigente y activa en el mundo, porque es una de las primeras leyes subjetivas en manifestarse conscientemente y como ideal activo en la vida humana. El tema de todas las religiones ha sido el sacrificio divino, la inmolación de la Divinidad cósmica en el proceso de la creación universal y de los Salvadores del Mundo cuya muerte y sacrificio han sido los medios de salvación y liberación final.
(…) esta ley dominante rige la aparición y desaparición de los universos, los sistemas solares, las razas y naciones, de los líderes y gobernantes, de los seres humanos que encarnan y de los Hijos de Dios que se revelan.
Intentemos ahora interpretar o definir su verdadero significado, que es en realidad la expresión de un impulso divino hacia una actividad precisa, con resultados y efectos consiguientes y subsiguientes. (…)
a) SIGNIFICADO DE LAS LEYES DEL SACRIFICIO
Significa un impulso a dar. El secreto de la doctrina del “perdón de los pecados” y la “expiación” está envuelto en esta simple frase. Es la base de la doctrina cristiana del amor y el sacrificio. De ahí el especial énfasis puesto durante la era pisciana y por influencia del cristianismo en estos dos factores: el perdón y la expiación.
Pero como siempre el hombre ha distorsionado y malinterpretado la enseñanza y la verdad y cayó, como todo en la actualidad, bajo la niebla astral y la ilusión del plano astral, así como bajo la influencia del signo de Piscis. El pensamiento humano se apoderó del ideal, lo deformó y produjo la perversa doctrina de los designados por Dios, los elegidos del Señor, o las personas individuales que se benefician del sacrificio y la muerte del gran Hijo de Dios y que pasan, a través de los méritos de esa muerte, a un estado de bienaventuranza en el cielo únicamente en virtud de una elección emocional, que ignora a los millones de hombres que no lo lograron o que nunca tuvieron la oportunidad. La actividad simbólica del gran Maestro de Nazaret solo será verdaderamente comprendida y su significado entendido por lo que vale cuando las implicaciones grupales sean estudiadas más cuidadosamente, cuando el significado del sacrificio y la muerte ocupe su lugar apropiado en la conciencia humana y la ley de dar, con todo lo que incluye, sea comprendida y aplicada correctamente.
Los que se sacrifican de este modo son:
La Deidad Solar que dio Su vida al universo, al Sistema solar, al planeta y a los mundos que aparecieron como resultado de ello. La Divinidad cósmica hizo lo mismo (…). Fue Su impulso, Su voluntad, Su deseo, Su incentivo, Su idea y Su propósito aparecer. Entonces vino el acto creador y el proceso de manifestación comenzó su existencia evolutiva cíclica. El Cristo cósmico fue crucificado en la cruz de la materia y a través de ese gran sacrificio se ofreció la oportunidad a toda la vida en evolución en todos los reinos de la naturaleza y en todos los mundos creados. Así pudieron progresar. En el tiempo y en el espacio comenzó la obra y la marcha maravillosa de los seres vivos hacia una meta aún no realizada. (…) Todo lo que el hombre inteligente puede comprender si se vuelve a considerar la historia del planeta (hasta donde la historia moderna puede ofrecerle) es que ha estado allí:
- Un progreso en la facultad humana de ser consciente.
- Un refinamiento creciente y paralelo de las formas de vida en los distintos reinos de la naturaleza.
- Una intensificación de la actividad consciente en un modo de existencia siempre acelerado que tiende continuamente a trascender el tiempo tal como lo entendemos.
- La creciente comprensión de la expansión del progreso de una dimensión a otra que ahora nos permite hablar en términos de un estado de conciencia cuatridimensional y darnos cuenta de que cinco o seis dimensiones son ciertamente posibles.
- Un dominio científico cada vez mejor sobre los elementos en los que vivimos y sobre las fuerzas de la naturaleza. Hoy hablamos del dominio del aire como hace quinientos años (cuando tal cosa se consideraba imposible) hablábamos del dominio de los océanos. Estamos contrarrestando el campo gravitatorio terrestre para poder “volar hacia la cara del sol”.
- De la vida instintiva de la conciencia sensorial en las formas materiales hemos progresado a la vida intelectual de los seres humanos autoconscientes y a las comprensiones intuitivas de quienes comienzan a actuar como entidades sobrehumanas.
Todo esto se ha logrado como el resultado de la actividad precisa y condicionada de una Gran Vida que eligió hacer un gran sacrificio y ser clavada en la Cruz Cardinal del Cielo y pasar así por una iniciación cósmica (…).
Entonces quedará claro por qué la energía del cuarto rayo está conectada con la Ley del Sacrificio y por qué en este cuarto esquema planetario y en nuestro cuarto globo (la Tierra) se atribuye tanta importancia a esta “Ley de Quienes eligen morir”.
El cuarto rayo de conflicto (conflicto que apunta a la armonía final) no está actualmente en manifestación a pesar de ser, a la luz de un ciclo mayor, uno de los principales factores rectores en la evolución de la Tierra y del Sistema Solar, que es del cuarto orden. Al comprender esto, entenderán por qué este planeta, la Tierra, tiene una importancia tan evidente en el Sistema Solar. No es simplemente por presunción que pensamos así, sino porque el cuarto rayo, de conflicto, y esta primera ley, en el tiempo y el espacio son factores dominantes en el cuarto reino de la naturaleza, el humano. Nuestro planeta, cuarto en la serie de expresión divina con la que estamos asociados, tiene una relación especial con la posición del Sistema Solar en la serie de sistemas solares que son el cuerpo de expresión de Aquel de Quien nada puede decirse. (Consultar L’Ordine di Orione; solo en italiano)
No olvidemos que las energías de este cuarto rayo, correctamente aplicadas y comprendidas, producen armonía y unificación. El efecto de esta armonización es la belleza, pero esta se logra a través de la lucha. Así, la vida se produce a través de la muerte, la armonía a través de la lucha y la Unión a través de la diversidad y el contraste.
El sacrificio de los ángeles solares [la 4.a Jerarquía Humana] produjo el cuarto reino de la naturaleza. El “nirvana que retorna” (así denominado en la literatura esotérica) tomó deliberadamente y con plena comprensión cuerpos humanos para elevar esas formas inferiores y acercarlas a la meta. Esos éramos y somos nosotros mismos. Los “Señores del Conocimiento y de la Compasión y de la Devoción perseverante y continua” (nosotros mismos) eligieron morir para que las existencias menores pudieran vivir y este sacrificio permitió la evolución de la conciencia inmanente de la Divinidad.
Esta conciencia, que se había abierto camino a través de los reinos subhumanos de la naturaleza, no podía progresar sin la actividad de los ángeles solares. Esto abarca:
a) Nuestro servicio a Dios [al Propósito de la evolución] por medio del sacrificio y la muerte.
- b) Nuestro servicio a otras almas por medio del propósito deliberado de autosacrificarse.
- c) Nuestro servicio a otras formas de vida en otros reinos.
Todo esto implica la muerte y el sacrificio de un Hijo de Dios, un ángel solar, pues desde el punto de vista de la Deidad, al descenso a la materia, la manifestación por medio de la forma, la apropiación de un cuerpo y la expansión de la conciencia mediante el proceso de la encarnación se lo considera ocultamente que es la muerte. Pero los ángeles «eligieron morir y al morir, vivieron”. Debido a su sacrificio la materia es ascendida a los Cielos. Este tema predomina en las páginas de La Doctrina Secreta y está expuesto más detalladamente en el Tratado sobre Fuego Cósmico. El sacrificio de los ángeles, la muerte de los Hijos de Dios, la inmolación del Cristo místico, la crucifixión en tiempo y espacio de todas las entidades vivientes llamadas almas, es el tema tratado en dichos libros.
(…) El Sacrificio de un Salvador del Mundo. Este es el tema del romance histórico de todos esos Hijos de Dios que, en el transcurso de las épocas, han llegado a comprender el significado del propósito divino de Dios, del Verbo encarnado a través de un planeta, de los ángeles solares que a su vez son el Verbo encarnado en una forma humana. Aunque represente este drama, como lo hizo el Cristo, para presentar al hombre el simbolismo de la muerte y del sacrificio, o como lo hizo el Buddha, para demostrar al hombre el sacrificio y la muerte del deseo personal (mencionando solo dos de los manifestados Hijos de Dios), el tema sigue siendo el mismo —la muerte de lo inferior a fin de liberar lo superior— o en escala mayor, la muerte de lo más elevado en el orden y la escala del ser, a fin de liberar lo inferior.
Pero la lección que debe ser aprendida (y el hombre la está aprendiendo) es que, muerte, dolores y tristezas, pérdidas y desgracias, alegrías y aflicciones, tal como lo comprende la conciencia humana, existen porque el hombre todavía se identifica con la vida de la forma y no con la vida y la conciencia del alma, el ángel solar, cuya percepción es, potencialmente, la de la Deidad planetaria, cuya mayor percepción es, a su vez, potencialmente la de la Deidad solar. El momento en que el hombre se identifica con su alma y no con su forma comprende el significado de la Ley del Sacrificio; espontáneamente está regido por ella, convirtiéndose en aquel que premeditadamente elegirá morir. Pero no hay dolor ni tristeza y tampoco verdadera muerte.
Tal el misterio de la ilusión y del espejismo. Todos los Salvadores del Mundo están libres de estos dos factores esclavizantes. No son engañados. Sería bueno señalar, al margen, que en la Nueva Era se ampliará el concepto que tenemos acerca del término Salvador Mundial. En la actualidad se aplica predominantemente a las almas que pertenecen al rayo de la enseñanza, el segundo rayo o crístico, las cuales están representando el drama de la salvación. Pero esto es un error; y ello se debe al poderoso espejismo emocional de la era pisciana, influencia astral que tiene sus raíces en la anterior civilización Atlante que precedió a la nuestra. En esa época el cuerpo astral era el tema de atención. Gran parte de lo que sucede hoy y puede suceder tiene sus raíces en ese aspecto de la energía. Las simientes entonces sembradas florecen ahora. Esto es muy bueno y necesario, aunque cause angustia al experimentarlo.
Pero debe reconocerse que los Salvadores del Mundo vienen para servir a la raza, sacrificándose de diversas maneras y en muchas formas. Pueden aparecer como grandes gobernantes, dictadores, políticos, estadistas, científicos y artistas. Su trabajo es salvar, restituir o renovar y revelar y lo cumplen sacrificándose a sí mismos. Por lo tanto, deben ser reconocidos por lo que son, siendo hoy incomprendidos, mal interpretados y juzgados erróneamente por sus errores, más que por sus objetivos, pero son almas consagradas. Rescatan, elevan, integran e iluminan y el resultado neto de su trabajo, desde el punto de vista histórico, es bueno.
La Ley del Sacrificio y el impulso de dar pueden observarse también en todos los reinos de la naturaleza. Tenemos su ejemplo en los sacrificios básicos que tienen lugar entre los reinos. Las cualidades esenciales de los elementos minerales y químicos de la tierra podrían servir de ejemplo. Son necesarios para otras formas de vida y fueron otorgados al hombre por medio del reino vegetal y el agua que bebe, por eso en el primero y más denso reino de la naturaleza (cuya conciencia está tan distanciada de la nuestra) tiene vigencia el proceso de dar. Sin embargo, no es posible delinear esta Ley del Sacrificio en los reinos subhumanos y aquí debemos confinar nuestra atención al mundo de la conciencia y del vivir humano.
b) EL TRABAJO DE SALVAR O LA SALVACIÓN
La Ley del sacrificio también significa salvar y subyace en todo el proceso evolutivo y surge con clara significación en la familia humana. El instinto de perfeccionarse, el ansia de progresar (física, emocional e intelectualmente), el esfuerzo por aliviar la mala situación, la tendencia a la filantropía, que tan rápidamente se está extendiendo por el mundo y el sentido de responsabilidad, que permite al hombre comprender que es el custodio de su hermano, son todas expresiones de este instinto de sacrificio. Este factor, reconocido por la psicología moderna, tiene una significación mucho más amplia que la que tuvo hasta ahora. Tal tendencia instintiva rige la Ley de Renacimiento. Es la expresión de un factor aún mayor del proceso creador; principal impulso determinante que impelió al Alma de Dios Mismo a entrar en la vida de la forma, e impele a la vida, en el arco evolutivo, a descender a la materia, produciendo así la inmanencia de Dios. También constituye lo que obliga a la humanidad a luchar implacablemente por el bienestar material. Es además lo que impulsa al hombre, con el tiempo, a volver la espalda «al mundo de la carne y del demonio», según el Nuevo Testamento, y a orientarse hacia las cosas que tienen importancia espiritual. El hijo pródigo sacrificó el hogar del Padre cuando decidió alejarse hacia lejanos países. Desperdició y sacrificó su sustancia por haber abusado de la experiencia de la vida en la tierra, hasta que agotó todos sus recursos y tuvo que sacrificar lo que tanto había querido, pero descubrió que no lo satisfacía. Por las cosas de menor valor sacrificó los valores superiores y tuvo que regresar a su punto de origen. Esta es la historia de la vida de todos los Hijos de Dios que vinieron a la encarnación, expuesta en forma simbólica en la Biblia, tema que está en todas las Biblias del mundo.
El anhelo de sacrificarse, de abandonar esto por aquello, de elegir una forma o línea de conducta sacrificando otra, de perder para eventualmente ganar, es la historia que subsiste en la evolución, lo cual debe ser comprendido en forma psicológica. Es el principio que rige la vida misma y corre como canon dorado de belleza a través de los oscuros elementos con los cuales se forja la historia humana. Cuando este impulso de sacrificio para conquistar, adquirir o salvar, lo que se considera deseable, sea comprendido, se revelará la clave del desarrollo del hombre. Esta tendencia o anhelo es algo distinto del deseo, tal como hoy se comprende y estudia académicamente, pero lo que en verdad significa es el surgimiento de lo más divino en el hombre. Constituye un aspecto del deseo; es la parte activa y dinámica, no la parte sentimental-sensual; es la característica predominante de la Deidad.
Esquemas evolutivos de Tercer Rayo
Sin embargo, Saturno, Marte y la Tierra, de una curiosa manera esotérica, forman la personalidad de una Vida maravillosa, cuya energía es del tercer Rayo. Como se ha dicho en otra parte, hay siete planetas sagrados y diez esquemas planetarios, y en tres casos (los de los tres rayos principales) tres planetas forman la personalidad de cada Vida de rayo. Algunos esoteristas suponen doce planetas en nuestro sistema solar, lo cual no carece de fundamento. La personalidad de esta Vida de tercer rayo opera a través de los tres planetas de esta manera:
- El cuerpo mental se expresa por intermedio del planeta Saturno.
- El cuerpo astral se expresa por medio del planeta Marte.
- El cuerpo físico se expresa mediante el planeta Tierra.
La potencia de esta Vida es tal que requiere tres esquemas completos —los tres están estrechamente aliados y son interdependientes— para que ella pueda expresarse. Urano, Júpiter y Venus están similarmente aliados a fin de manifestar o expresar una gran Vida [la de Segundo Rayo] (…).
- Solo tres esquemas planetarios son conscientes del dolor y la tristeza tal como comprendemos estos términos; ninguno de ellos conoce tan bien o los siente tanto como nuestro Logos planetario.
- El dolor y la tristeza son el resultado de la rebelión y del divino descontento. El instinto de perfeccionamiento, basado en el descontento, ha implicado necesariamente el temperamento o la actitud planetaria que reconoce las dualidades.
- Existe una etapa que se debe alcanzar en la conciencia humana donde aquello que está detrás de las dualidades —la etapa de unificación esencial— puede ser y será reconocido.
- Cuando esto tenga lugar, la conciencia de nuestra humanidad se fusionará con la subyacente conciencia del todo, que no reconoce el dolor ni la tristeza y ha quedado fuera de la comprensión que rige predominantemente la conciencia de las tres grandes Vidas de nuestro sistema solar.
- Esta verdad vagamente sentida se halla detrás del más elevado pensamiento metafísico, por ejemplo, el de la Ciencia Cristiana (Christian Science), Unidad (Unity), Ciencia Divina (Divine Science) y el énfasis puesto sobre la unificación por el cristianismo y las escuelas esotéricas.
El instinto de perfeccionamiento mediante el sacrificio es diverso.
Primero, el instinto por el mejoramiento individual que conduce al egoísmo, a la codicia y lleva, a los que poseen mente materialista, a adquirir posesiones materiales.
Segundo, el instinto de aliviar la mala situación de otras personas, ante todo por el móvil egoísta (para evitar la angustia personal que proporciona ver sufrir a otros) y, después, por el servicio puro y desinteresado, que es una cualidad del alma.
Tercero, tenemos la dedicación activa y el total sacrificio del yo inferior separado, mediante el poder de «permanecer en el ser espiritual»; lógicamente significa haber alcanzado ese estado de conciencia que trasciende lo que puede ser denominado simbólicamente el estado de conciencia «Tierra, Saturno y Marte».
Sin embargo, no debe olvidarse que la contribución que se haga a estas tres grandes Vidas planetarias, puesto que personifican preeminentemente la Ley del Sacrificio mediante el dolor y la rebelión, contribuyó grandemente a la totalidad y a enriquecer la suma total. Las unidades de vida divina y los átomos de energía eléctrica que pasan a través de estos tres esquemas planetarios están sujetos a ellos con el fin de adquirir esa sensibilidad psíquica que, de otra manera, sería imposible. Únicamente esas unidades de vida que están predominantemente impregnadas del tercer rayo de actividad, pasan durante un tiempo a través de estos tres esquemas. Aquí hay un indicio de por qué predominan las Mónadas de tercer rayo entre los hijos de los hombres. El rayo de inteligencia activa, que se expresa por medio de los siete tipos de rayo, es sobre todo el rayo al cual pertenecen la mayoría de las mónadas humanas, especialmente en la actualidad. Por lo tanto, hallaremos que los tipos psicológicos dados a continuación matizan el grueso de la humanidad, y que el rayo de inteligencia activa se expresa a través de:
- La voluntad, evoca el propósito divino.
- El amor, expresa la cualidad divina.
- El intelecto, refleja la intuición.
- El conflicto, produce la armonía.
- El conocimiento o la ciencia, conduce a la irradiación.
- El idealismo, establece el canon divino.
- El ritual u organización, manifiesta la Deidad.
(…) Por lo tanto, la Ley del Sacrificio no puede ser eliminada del esquema de nuestra Tierra, en lo que se refiere a las reacciones humanas y subhumanas, respecto al pesar y al dolor, como tampoco puede ser eliminada de los planetas Saturno y Marte. Es relativamente desconocida en los otros esquemas. Bienaventuranza y Sacrificio son términos sinónimos en lo que concierne a nuestro Logos solar y también para la mayoría de los Logos planetarios. Esto no debe olvidarse. Los más evolucionados hijos de los hombres en la Tierra han logrado, en ínfima medida, liberarse de las limitaciones impuestas por el pesar y el dolor, y conocen el éxtasis del místico, la exaltación del iniciado, la exquisita agonía del sacrificio o cualquier otro sentimiento llevado a la sublimación.
Cuando esto ha sido logrado, el mecanismo del sufrimiento y la capacidad para registrar las percepciones sensorias son trascendidas y, momentáneamente, el hombre pasa al plano de la unidad, donde no existe dolor, pena, rebeldía ni sufrimiento. Cuando el viviente y vibrante Antakarana o puente ha sido construido, este «camino de escape» se convierte en sendero normal de la vida. Entonces se evade automáticamente del dolor, pues enfoca su conciencia en otro lugar. En los casos mencionados y donde el Antakarana no es un hecho consumado y establecido, el delgado filamento del «camino de escape» parcialmente construido, al estar bajo una enorme presión y excitación, surge violentamente como un trémulo haz de luz y toca momentáneamente esa luz que es el Yo. De allí el éxtasis y la exaltación. Pero esto no dura y no se repite conscientemente hasta no haber pasado la tercera iniciación. Después de eso el «camino de escape» se convierte en el «camino de la vivencia diaria» (una traducción inadecuada de una oculta y antigua frase). Luego se trasciende paulatinamente el sufrimiento y los pares de opuestos —el placer y el dolor— ya no dominan al discípulo.
Lo antedicho constituye el tema de la psicología esotérica y, cuando se comprenda correctamente, explicará:
- La influencia saturnina en la vida humana.
- La cesación de la rebelión o el fin de la influencia marciana.
- La construcción del Antakarana, que libera al hombre del control de la vida de la personalidad.
- La evocación de la conciencia grupal.
- La consiguiente negación del dolor y el pesar.
- La entrada en el Nirvana y el comienzo del verdadero Camino.
La Ley del Sacrificio significa también:
- c) RENUNCIAR A LO ADQUIRIDO
Este es el tema básico de El Bhagavad Gita. En este tratado sobre el alma y su desarrollo, se enseña a «realizar la acción sin apegos», estableciendo así las bases para posteriores renunciamientos que pueden efectuarse sin dolor ni sentido de pérdida, porque se ha adquirido el poder, latente siempre en nosotros, de desprendernos de las posesiones adquiridas.
Esta ley actúa de diversas maneras y solo es posible indicar algunas de los significados generales que contienen las principales lecciones que debe aprender todo discípulo.
Primero, el alma debe desprenderse de la personalidad. Durante épocas, esta se ha identificado con el yo personal inferior y, por intervención del mismo, ha adquirido experiencia y mucho conocimiento. Llegará el momento en que ese medio «no será tan apreciado» por el alma y se invertirán sus respectivas posiciones. El alma ya no se identifica con la personalidad, pero esta se identifica con el alma y pierde su cualidad y posición separatista. Todo lo que ha adquirido en el transcurso de largos siglos de lucha y contienda, dolor y placer, desgracias y deseos satisfechos y todo lo que la rueda de la vida, girando incesantemente, ha puesto en posesión del alma, Todo debe ser abandonado. La vida del discípulo se convierte entonces en una serie de desprendimientos, hasta haber aprendido la lección del renunciamiento.
La secuencia consiste en lograr, primero, el desapasionamiento, luego, el discernimiento y, al final, el desapego. Los discípulos deben meditar sobre estas tres palabras, si alguna vez quieren cosechar los frutos del sacrificio.
«Habiendo compenetrado los mundos con un fragmento de Mí Mismo, Yo permanezco». Tal es el tema del esfuerzo del alma y tal es el espíritu que debe subsistir en todo trabajo creador. En este pensamiento reside la clave del símbolo de la Ley del Sacrificio —una cruz rosada con un pájaro que vuela sobre ella—. Esta es la cruz amada (el rosado es el color del afecto) y el pájaro (símbolo del alma) que vuela libre en tiempo y espacio.
Segundo, el alma también debe desprenderse, no solo de su atadura y adquisiciones logradas por el contacto con el yo personal, sino definitivamente de su atadura con los otros yoes personales. Los discípulos tienen que aprender a conocer a las personas únicamente en el plano del alma; y aquí reside una dura lección para muchos discípulos. Pocos son los que se han preocupado de sí mismos y lograron el desapego personal y no les interesa el contacto con el yo personal inferior. Están aprendiendo a trascender todo eso, o lo habrán trascendido en cierta medida, pero su amor por los hijos, la familia, los amigos y los íntimos, es para ellos de suprema importancia, un amor que los mantiene prisioneros en los mundos inferiores. No se han detenido a pensar que ese amor es primordialmente amor a las personalidades y solo secundariamente un amor por las almas. Contra esta roca muchos discípulos se estrellan durante vidas, hasta que llega el momento en que por el dolor, el pesar y las constantes pérdidas de lo que más quieren, su amor entra en una faz nueva, superior y verdadera. Se elevan por encima de lo personal y vuelven a encontrar —después de las pérdidas y el sufrimiento— a quienes ahora aman como almas. Entonces se dan cuenta que en vez de perder han ganado, que solo ha desaparecido lo ilusorio, efímero y falso, adquiriendo al Hombre verdadero que jamás volverán a perder.
Este es el problema que frecuentemente deben enfrentar los padres que se hallan en el Sendero del Discipulado y aprenden, por intermedio de sus hijos, la lección que los liberará para recibir la iniciación. Retienen a sus hijos y por ser esto contrario a la ley de la naturaleza, les ocasionan desastre. Este es el máximo egoísmo. Sin embargo, si solo pudieran saber y ver correctamente, se darían cuenta que para retener hay que desapegarse y para conservar hay que liberar. Esta es la ley.
Tercero, el alma debe también aprender a renunciar a los frutos, o a lo adquirido, sirviendo, y a servir sin apegarse a los resultados, a los medios, a las personas o a las alabanzas. Trataré esto más delante.
Cuarto, el alma debe también desprenderse del sentido de responsabilidad por lo que otros discípulos puedan hacer. Algunos ávidos servidores retienen a sus colaboradores y no quieren perder el dominio que ejercen sobre ellos y sus actividades en el plano externo. Este es un error sutil que se oculta detrás de un sentido de virtuosa responsabilidad y adhesión a los principios, tal como lo concibe el individuo, y la acumulada experiencia del discípulo —que lógicamente es una experiencia incompleta—. La relación que existe entre los discípulos es egóica y no personal. Es el vínculo del alma, no de la mente. Cada personalidad sigue su propio curso, debe hacerse cargo de sus propias responsabilidades, cumplir su propio dharma, y agotar su propio karma, la cual será responsable de sí misma ante su Señor y Maestro, el Alma. Y tendrá que responder. Esto en sí, ¿infiere separación y soledad? Sí, en lo que a las actividades externas concierne. La única forma de llevar a cabo un trabajo unido consiste en que los servidores colaboren desde el punto de vista del vínculo subjetivo interno.
En esta época de la historia del mundo, de su periódica salvación de las condiciones que están destruyendo la actual civilización, es necesario que los aspirantes comprendan que la salvación debe llevarse a cabo bajo la Ley del Sacrificio y que solo puede lograrse una relativa unidad externa en estos momentos. La mayoría de los servidores no poseen aún una visión suficientemente clara, como para trabajar con perfecta unidad de propósitos y objetivos, técnicas y métodos, o una completa comprensión y unicidad en el acercamiento. Esta fluida y perfecta colaboración reside todavía en el futuro. Es magníficamente posible establecer contacto y conexión internos basados en la comprensión de la unidad de propósitos y en el amor del alma y, para ello, todos los discípulos deben luchar y esforzarse. Debido a que predomina en esta época la mente separatista, no es posible en el plano externo llegar a un completo acuerdo sobre los detalles, métodos e interpretaciones de los principios. La colaboración y las correlaciones internas deben ser establecidas y desarrolladas a pesar de las divergentes opiniones externas. Cuando el alma mantiene ese vínculo interno y los discípulos se desprenden del sentido de autoridad sobre los demás y de su responsabilidad por las actividades ajenas y, al mismo tiempo, contribuyen mutuamente en el Trabajo Uno, entonces las diferencias, las divergencias y los puntos de desacuerdo serán automáticamente superados. Existen actualmente tres reglas de importancia para los discípulos:
Primero, no deben permitirse las divergencias en las recíprocas relaciones internas, sino ha de permanecer intacta la integridad del grupo interno de servidores.
Segundo, cumplir con el deber y desempeñar cada uno su tarea, cargar con la propia responsabilidad y dejar que los condiscípulos hagan lo mismo, libres del impacto del pensamiento y de la crítica. Los caminos y los medios son muchos, y los puntos de vista varían en cada personalidad. El fundamento del trabajo es amor hacia todos los hombres y servicio a la raza, conservando al mismo tiempo un profundo amor interno hacia aquellos con quienes se está destinado a trabajar. Cada alma progresa en el camino de la luz por medio del servicio realizado, la experiencia adquirida, los errores cometidos y las lecciones aprendidas. Eso debe ser necesariamente personal e individual. Pero el trabajo es uno. El Sendero es uno. El amor es uno. La meta es una. Y estos son los puntos más importantes.
Tercero, mantener siempre en el trabajo esa actitud mental que debe surgir de las dos reglas anteriores, seguidas fielmente. Los puntos de vista y la conciencia del discípulo le pertenecen y, por lo tanto, son para él correctos. Lo que le parece claro y de vital importancia no es, necesariamente, del mismo valor o de la misma importancia para sus hermanos. Aquello que para un discípulo puede ser un principio importante, otro más avanzado, con una mente más capaz, puede interpretarlo como aspecto de un principio mayor y una interpretación de un principio correcto y apropiado en determinado momento, pero susceptible de ser aplicado en distinta forma en otro momento y por otra mente.
Bajo la Ley del Sacrificio estas tres reglas pueden interpretarse de la manera siguiente:
- Abandonar o sacrificar la antigua tendencia a criticar y a inmiscuirse en el trabajo de otro y, así, conservar la integridad del grupo interno. Muchos planes para el servicio han sido desviados y muchos trabajadores han sido también obstaculizados por la crítica más que por cualquier otro factor.
- Abandonar o sacrificar el sentido de responsabilidad por la acción de otros y, particularmente, de los discípulos. Traten de que la propia actividad se ajuste a la de ellos y, en el gozo de la lucha y por medio del servicio, las diferencias desaparecerán y se logrará el bien general.
- Abandonar el orgullo mental que considera correctas y verdaderas sus modalidades e interpretaciones y las de los demás falsas y erróneas, lo cual conduce a la separación. Adhesión al camino de integración, el del alma, no el de la mente.
Estas palabras son severas, pero constituyen las reglas por las cuales los Instructores internos guían Sus actos y pensamientos, cuando trabajan juntos y con Sus discípulos. La integridad interna es lógicamente un hecho probado para ellos, pero no para los discípulos. Los Instructores internos consideran detestables las diferencias externas. Cada uno da libertad al otro para servir al Plan. Entrenan a Sus discípulos (sin distinción de grado) para servir libremente al Plan, porque el mejor trabajo se realiza cuando existe libertad y gozo más la fortaleza del amor interno colaborador. Ellos buscan la sinceridad y la disposición a sacrificar lo menor cuando se percibe lo mayor. Están guiados por el espontáneo abandono de los ideales largamente sustentados, cuando se presentan otros mejores y más incluyentes. El sacrificio del orgullo y de la personalidad los impele a colaborar cuando comprenden la vastedad del trabajo y la urgencia de la necesidad. Es esencial que los discípulos aprendan a sacrificar lo no esencial, para que el trabajo pueda ir adelante. Aunque no sea bien comprendido, las variadas técnicas, métodos y procedimientos, son secundarios en comparación con la gran necesidad mundial. Hay innumerables modalidades y puntos de vista, experimentos y esfuerzos que fracasan o triunfan y todos aparecen y desaparecen, pero la humanidad permanece. Todos evidencian la multiplicidad de pensamientos y experiencias, pero la meta permanece. Las diferencias existen siempre en la personalidad. Cuando esta Ley del Sacrificio rija la mente, conducirá inevitablemente a que los discípulos abandonen lo personal en bien de lo universal y del alma, que no conoce separación ni diferencia alguna. Entonces el orgullo, la perspectiva estrecha y miope, el placer de entrometerse —tan caro a muchas personas— y la incomprensión del móvil, no impedirán la mutua colaboración como discípulos, ni su servicio prestado al mundo.» (Extraído de Psicología Esotérica II, A. A. Bailey; pp. 79-95, vers. ingl., pp. 87-109)
* Hoy en el Cielo de las Causas, tiene lugar la conjunción heliocéntrica entre Mercurio (4.o Rayo) y Plutón (1.er Rayo de Voluntad y Poder).