Las Bases para una nueva Religión Mundial: el Amor divino y la Inteligencia divina

El artículo titulado “El segundo año de la Sexto Septenio” contiene el texto que ha sido tomado del libro Le Mete Lontane [libro no traducido al castellano] (E. Savoini, Ed. Nuova Era) que expone las siete líneas de pensamiento en las que podría basarse una Nueva Religión mundial, coherente con las energías de la Era de Acuario, que ya se va aproximando.

La sexta, que es el objeto de este artículo, reza así:

«Un rasgo preponderante de la religión futura —y que será su gloria— será el culto al Espacio, reconocido como el Amor divino, y a la Luz, entendida como la Inteligencia divina. Y esto no solo en sentido simbólico, sino con base en sus manifestaciones físicas. Esta será la verdadera revolución en el enfoque religioso. Los hombres abrirán, por fin, los ojos a una verdad que nunca ha sido vista (salvo por muy pocos) y que, sin embargo, siempre ha estado visible.»

  • El Espacio es un Ente vivo.
  • El Espacio es el contenedor magnético de la Vida.
  • La Vida y el Espacio, en contacto, producen la conciencia, que es luz, inteligencia y ritmo, de la que nacen las entidades y las formas.

Partimos de estos postulados, presentados por E. Savoini en su libro “Un nuovo modello di Spazio” (Ed. Nuova Era) [libro no traducido al castellano], porque esta nueva concepción del Espacio será la clave para interpretar la Nueva Religión.

Afirmar que el Espacio está vivo conlleva implicaciones que desestabilizan muchas certezas en las que los hombres han basado sus teorías y acciones a lo largo de los siglos; una consecuencia de tal suposición, por ejemplo, es que «la muerte no existe salvo como un  fenómeno externo de traspaso de una a otra condición de vida y espacio. (…)»

La segunda propiedad del Espacio se refiere al magnetismo, el «concepto sublimado del amor afectivo. En este sentido, se puede decir que el espacio es el amor. De hecho, tiene una capacidad infinita de tolerancia hacia cualquier forma, incluso la más aparentemente indigna, ya que lo comprende todo y no rechaza nada. Todo admite, no juzga, no elige; y, lo que es más importante, deja a todas las criaturas libres para medir su propio potencial de libertad, y libres para ampliarlo. Para la primera propiedad, el espacio es poder; para la segunda es el amor en acción.»

(…) «La tercera propiedad del espacio, incluso más importante que las dos anteriores, puede decirse que tiene muchos términos de valor equivalente. Se la puede llamar conciencia, luz, inteligencia, movimiento, vibración, irradiación. Pero quizá se entienda mejor como la facultad que elabora, planifica y programa la ejecución de la voluntad. Es el arquitecto al que se le ha confiado la tarea de proyectar un inmenso edificio, con unos fines determinados, con unos materiales determinados, en un emplazamiento determinado, con un calendario establecido pero, aparte de eso, con total libertad de expresión. En definitiva, se trata de la hipótesis de que el espacio posee una capacidad constructiva propia, tanto más evidente y feliz cuanto más se la consiente.»

La belleza es el resultado más evidente de esta «inteligencia ilimitada, no solo de tipo intelectual, sino también instintivo e intuitivo, o tal vez de tipos aún más elevados, de los que el hombre aún nada sabe.»

(…) «También puede decirse que la tercera propiedad es la energía innovadora, la invención. La segunda acoge, sostiene, nutre. La tercera estudia y prepara la forma, el producto, el instrumento de expresión.»

A las tres propiedades primarias del Espacio siguen cuatro propiedades menores o atributos, que no examinaremos salvo la sexta, que corresponde al tema de esta reflexión sobre el sexto aspecto de la Nueva Religión.

La sexta propiedad afirma: «El Espacio no es para separar; es el medio de la comunión

(…) «Que la sexta propiedad está realmente presente en el espacio parece confirmarse por esa tendencia general del pensamiento y del deseo (pero también pueden encontrarse pruebas de ello en muchas otras formas infrahumanas) a buscar la comunidad, a asociarse, a volcarse religiosamente hacia la vida, a vincularse con otras existencias, e incluso por el miedo al aislamiento y a la soledad. Incluso ciertas formas creadas por el hombre, que por su función actúan de forma aislada (como los faros, los refugios, los monasterios), no tienen una finalidad real de soledad, sino que sirven para transmitir señales al sistema. El hombre primitivo no se siente aislado del espacio, de las grandes distancias; les teme porque no les comprende, pero percibe claramente su presencia y, por lo tanto, de alguna manera se comunica con ellos y para ellos. En el otro extremo, el hombre de gran y profunda cultura sabe que participa de manera creadora en un majestuoso proceso universal y colabora cada vez más con él. Entre ambos se sitúan las multitudes, ya no salvajes pero aún no suficientemente cultivadas. En ellos reina la confusión, es cierto, pero es transitoria y es un signo de un posible progreso.»

Sobre esta base es plausible afirmar que esta idea del Espacio, o “nuevo cielo”, será la verdadera revolución en el planteamiento religioso.

 Los hombres abrirán, por fin, los ojos a una verdad que nunca ha sido vista (salvo por muy pocos) y que, sin embargo, siempre ha estado visible.

«Desde hace algunos años la Jerarquía se ha ido aproximando a la humanidad; y esto es el responsable de los grandes conceptos de libertad tan apreciados en el corazón de todos. El sueño de la hermandad, la camaradería, la cooperación mundial y la paz, basadas en unas correctas relaciones humanas se están haciendo cada vez más patentes en la mente. También se están formando la visión de una nueva religión mundial viva, una fe universal que estarán enraizadas en el pasado, pero que harán que la belleza naciente y la revelación vital venidera aparezcan claramente.» (La Educación en la Nueva Era, Alice A. Bailey; vers. ingl. p. 149)

El tema de la Nueva Religión será el de los grandes acercamientos.

«Hay dos enfoques principales en la historia pasada de los acercamientos, y ambos son de tal importancia que será útil mencionarlos. Están tan lejos en el pasado de la historia humana que solo tenemos mitos y monumentos para indicar estos acontecimientos.

El primer gran acercamiento de lo divino al hombre provocó la aparición del alma humana y la adición de otro reino de la naturaleza a los tres ya existentes (mineral, vegetal y animal). En la Tierra apareció el reino del hombre.

Pasaron eones, durante los cuales el hombre primitivo continuó evolucionando; entonces tuvo lugar el segundo gran acercamiento y la Jerarquía espiritual de nuestro planeta se acercó a la humanidad. El camino hacia Dios se abrió para aquellos que pueden avanzar conscientemente, que pueden manifestar el espíritu del Cristo de una manera definida y que buscan fervientemente la iluminación y la liberación. El verdadero llamamiento de las palabras del Cristo «Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres» les insta a avanzar hacia la luz, a atravesar el portal de la iniciación y a continuar por el camino que «brilla cada vez más hasta el día perfecto».

En el momento del segundo gran acercamiento, el hecho de la existencia de la Jerarquía espiritual, la puerta abierta de la iniciación y el camino del sacrificio por primera vez se hicieron evidentes en la conciencia humana; a partir de ese momento, los hombres hallaron el Camino y pasaron del reino humano al espiritual, transformaron su conciencia humana en una conciencia divina. El reino del hombre y el reino de Dios se pusieron en relación. La religión se convirtió en un factor de desarrollo del espíritu humano y Dios se acercó a Sí mismo. Al principio, el Dios trascendente condicionaba el concepto que el hombre tenía de la Divinidad. Entonces, Dios tomó posesión de la mente en el hombre como gobernante nacional y apareció el concepto de Jehová (tal como se presenta en la religión judía). Más tarde se consideró a Dios como un ser humano perfecto y el Dios-hombre divino caminó por la tierra en la persona del Cristo. Hoy en día, la importancia concedida a Dios inmanente en cada ser humano aumenta rápidamente. Estos fueron los resultados del segundo gran acercamiento y estos fueron los resultados de la obra de los Salvadores e Instructores del mundo a lo largo de las edades, culminando en la obra del Cristo, que resumió en Sí los desarrollos del pasado y la esperanza del futuro.

Ahora es posible un tercer gran acercamiento que tendrá lugar cuando termine la guerra mundial y el hombre, purificado por el fuego y el sufrimiento, haya puesto orden en su casa y, por tanto, esté preparado para una nueva revelación. Las obras del Buddha y del Cristo fue la preparación para ello. Ellos encarnaban en sí mismos dos acercamientos menores; y a través de sus esfuerzos unidos, la humanidad ha sido preparada para desempeñar su papel en este tercer acercamiento.

El Buddha encarnó en sí un gran principio o cualidad divina. Transmitió la Iluminación al mundo; era el Señor de la Luz. (…)

Después vino el gran Maestro, el Cristo. Encarnó en sí un principio o aspecto divino aún mayor, el del Amor, abarcando al mismo tiempo en sí toda la Luz del Buddha. Cristo era la expresión de la Luz y del Amor. (…)

He abordado muy brevemente y de forma incompleta la naturaleza de dos acercamientos mayores y dos menores. Han preparado a la humanidad para el tercer gran acercamiento que traerá la nueva revelación, dando lugar a un nuevo cielo y una nueva tierra.

Me gustaría preguntar a los teólogos ortodoxos cómo interpretan las palabras «un cielo nuevo«. ¿No podría significar una concepción totalmente nueva del mundo de las realidades espirituales y tal vez de la naturaleza misma de Dios? ¿No podrían nuestras ideas actuales de Dios como Mente, Amor y Voluntad universales enriquecerse con una nueva idea o cualidad para la que aún no tenemos nombre ni palabra y de la que aún no tenemos la más mínima comprensión?

Cada uno de los tres conceptos actuales de la naturaleza divina, la Trinidad, era absolutamente nuevo cuando se presentaron por primera vez a la humanidad.

No sabemos ni podemos saber lo que este tercer acercamiento aportará a la humanidad. Producirá resultados contundentes como los dos acercamientos anteriores. Desde hace algunos años, la Jerarquía se ha acercado a la humanidad, de ahí los grandes conceptos de libertad que son tan apreciados por todos los hombres de hoy y por los que ahora la humanidad lucha.

A medida que los miembros de la Jerarquía se acercan a nosotros, el sueño de hermandad, camaradería, colaboración mundial y paz (basados en las relaciones humanas justas) se hace cada vez más claro en nuestras mentes. A medida que se acercan, vemos una nueva y vital religión mundial, una fe universal, unida al pasado en su idealismo subyacente, pero diferente en su expresión.

Anteriormente he mencionado las verdades fundamentales sobre las que descansará la nueva religión mundial. Pienso que el tema de la próxima religión será el de los grandes acontecimientos en sí. Se volverá a insistir en el amor de Dios por los hombres, demostrado por estos acercamientos divinos y también por la respuesta del hombre a Dios, según el refrán “Acércate a Dios y Él se acercará a ti”; en ritos y ceremonias se ocupará de la vertiente invocadora y evocadora del llamamiento espiritual.

El hombre invoca el acercamiento divino de dos maneras: mediante el llamamiento invocador y mudo o la súplica invocadora de las masas, y también mediante la invocación planificada y precisa de los aspirantes espiritualmente orientados, de los obreros inteligentemente convencidos, de los discípulos e iniciados, de hecho por todos los que forman el nuevo grupo de servidores del mundo. La ciencia de la invocación y la evocación sustituirá a lo que ahora llamamos oración y culto. No dejen que la palabra “ciencia” les perturbe. No es lo intelectual, frío y despiadado que tan a menudo se describe. En realidad, es la organización inteligente de la energía espiritual y de las fuerzas del amor; y cuando sea eficaz evocará la respuesta de los Seres espirituales que podrán volver a caminar abiertamente entre los hombres y establecer así una relación estrecha y una comunicación constante entre la humanidad y la Jerarquía espiritual.» (La Exteriorización de la Jerarquía, A. A. Bailey; vers. ingl., pp. 409-415)

«Desde el centro que llamamos la raza de los hombres, que se realice el Plan de Amor y de Luz.»


Nota: Este artículo se publica para celebrar la oposición que ocurre entre las dos luminarias de sexto rayo (Idealismo abstracto y devoción) Marte, el Señor de la Batalla, y Neptuno, el Señor de la Comunión.


 

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