Hoy celebramos la entrada del Sol en Escorpio (a las 18:22, horas CET), el signo que expresa tanto al Agente Engañador como así también la Luz de la Liberación. Es en esta batalla en la que la “voluntad de vencer” guía al guerrero hacia el triunfo.
Yo soy el No-Nacido.
El misterio de esta afirmación lo expresa Krishna [«el Cristo, en su encarnación anterior», El Discipulado en la Nueva Era II, A. A. Bailey; ver. ingl., p. 270] en su diálogo con Arjuna:
«Aunque soy el No-Nacido —el Alma que no pasa—, aunque soy el Señor de los Seres, sin embargo, como Señor de mi Naturaleza me manifiesto a través del poder mágico del Alma.» (Bhagavad Gita IV, 6).
«El Eterno, el No-Nacido, Aja en sánscrito; el Autoengendrado, Anupapadaka (sin padres), el Autoexistente, en sánscrito Swayambhu.» (Collected Writings XIII /9, H. P. Blavatsky)
Esta afirmación expresa la esencia inmanente que se halla presente en cada individuo.
«El hombre, en su esencia fundamental, es la tríada superior manifestándose por medio de una forma que evoluciona gradualmente, el cuerpo egóico o causal, y utiliza la triple personalidad inferior como medio de contacto con los tres planos inferiores. Todo esto tiene por finalidad el desenvolvimiento de la autoconciencia perfecta. Por encima de la tríada está la Mónada o Padre en el Cielo, un punto de abstracción cuando el hombre lo contempla desde el plano físico, para quien la Mónada ocupa la posición del Absoluto, en el mismo sentido que el Logos indiferenciado se encuentra respecto a la Trinidad, las tres Personas de la manifestación logóica. El paralelo es exacto.
- La Mónada.
- La Tríada, Atma-Buddhi-Manas, o voluntad espiritual, intuición y mente superior.
- El cuerpo egóico o casual, el santuario del principio búddhico. Este cuerpo se construye con el poder de la mente, y es la manifestación de los tres.
- La triple naturaleza inferior, los puntos de objetividad más densa.
- La triple naturaleza inferior es, en esencia, un cuaternario: vehículo etérico, vida animante o prana, kama-manas y mente inferior. Manas o quinto principio constituye el vínculo entre lo inferior y lo superior.
Tenemos, por consiguiente, cuatro inferiores y tres superiores y la relación que existe entre ellos, el principio mente. He aquí los siete, formados por la unión de los tres y los cuatro, y otro factor que hacen ocho. Los siete finales se percibirán cuando buddhi y manas se fusionen. En algunos libros ocultistas se han hecho muchas insinuaciones respecto a la octava esfera. Quisiera sugerirles que en este factor vinculador, mente inteligente, tenemos la clave del misterio.» (Tratado sobre el Fuego Cósmico, A. A. Bailey; pp. 232-3, vers. ingl., p. 261)
«El hombre, el ser humano común, es una totalidad de tendencias separatistas, fuerzas incontroladas y energías desunidas que lenta y gradualmente se coordinan, fusionan y mezclan en la personalidad separatista.
El hombre, el Ángel solar, es la totalidad de esas energías y fuerzas unificadas, mezcladas y controladas por la «tendencia a la armonía», efecto del amor, y la sobresaliente cualidad divina.
El hombre, la Mónada viviente, es la realidad velada y lo que el Ángel de la Presencia oculta. El hombre es la expresión sintética del propósito de Dios, simbolizado por la cualidad divina revelada y manifestada por intermedio de la forma. Apariencia, cualidad, vida —nuevamente nos enfrenta esta antigua triplicidad—. Hablando simbólicamente, puede ser estudiada como:
1. El hombre | el Ángel | la Presencia. |
2. La raíz | el loto | la fragancia. |
3. La zarza | el fuego | la llama. |
El trabajo de la evolución, por ser parte de la determinación de la Deidad de expresar la divinidad por medio de la forma, es necesariamente la tarea de la revelación y, en lo que al hombre concierne, esta revelación se expresa como acrecentamiento de la evolución del alma y en tres etapas:
1. La individualización | La personalidad. |
2. La iniciación | El ego. |
3. La identificación | La mónada.» |
(Psicología Esotérica II, A. A. Bailey; p. 20, vers. ingl., pp. 7-8)
Reconocer esta esencialidad confirma esta Presencia eterna en el sistema «hombre», independientemente de que cualquier individuo sea consciente o no de ello.
«“Polvo eres y en polvo te convertirás”, esto no fue dicho del alma.
El hombre es un mundo pequeño, un microcosmos en el gran universo. Como un feto, se mantiene suspendido, por sus tres espíritus, en la matriz del macrocosmos; y, mientras su cuerpo terrenal está en constante simpatía con la tierra su madre, su alma astral vive al unísono con el “anima mundi siderea”. Él está en ella como ella está en él, porque el elemento que impregna el mundo llena todo el espacio y es el espacio mismo, el espacio ilimitado e infinito. En cuanto a su tercer espíritu, el divino, ¿qué otra cosa es sino un rayo infinitesimal, una de las innumerables radiaciones que proceden directamente de la Causa más elevada, la Luz Espiritual del mundo? Se trata de la trinidad de la naturaleza orgánica e inorgánica; la espiritual y la física, que son tres en una, y de la que se dijo que «la primera mónada es el Dios eterno, la segunda la eternidad; la tercera el paradigma o modelo del universo». Los tres constituyen la Tríada inteligible. Todo en este universo visible es una emanación de esta Tríada y una Tríada microcósmica en sí misma. Y así las cosas se mueven en majestuosa procesión en los campos de la eternidad, alrededor del sol espiritual, como en el sistema heliocéntrico los cuerpos celestes se mueven alrededor del sol visible.
La Mónada de Pitágoras, que vive «en la soledad y la oscuridad», puede permanecer para siempre en esta Tierra, invisible, impalpable y no probada por la ciencia experimental. Sin embargo, el universo entero gravitará a su alrededor como lo ha hecho desde el «principio de los tiempos»; y con cada segundo el hombre y el átomo se acercan más y más a ese momento solemne, en la eternidad, cuando la Presencia Invisible se volverá clara a su vista espiritual. Cuando cada partícula de materia, incluso la más sublimada, haya sido empujada fuera de la última forma que constituye el último eslabón de esta cadena de evolución dual que durante millones de siglos y con sucesivas transformaciones ha impulsado a la entidad hacia adelante, y cuando se encuentre revestida de esta esencia primordial, idéntica a la de su Creador, entonces este átomo orgánico antaño impalpable habrá terminado su carrera, y los hijos de Dios volverán a «gritar de gozo» ante el regreso del peregrino.» (Isis sin Velo I, H. P. Blavatsky; p. 212)
La Presencia y el Ángel de la Presencia
«En el ser humano tenemos ancladas dos energías principales; una incomprendida, a la cual damos el nombre de la PRESENCIA, la otra comprendida, a la cual damos el nombre de Ángel de la PRESENCIA. Estas son el alma (el ángel solar) y la mónada. Una corporifica el rayo monádico, la otra el rayo del alma, y ambas energías, activa o sutilmente, condicionan a la personalidad.
Las otras cinco energías presentes son el rayo de la mente o fuerza condicionadora del cuerpo mental; el rayo de la naturaleza emocional y el rayo del cuerpo físico, además de un cuarto rayo, el de la personalidad.» (Curación Esotérica, A. A. Bailey; pp. 531-2, vers. ingl., p. 590)
«El místico es siempre consciente de la dualidad; el hombre inferior y el alma inmanente; el cansado discípulo y el Ángel; el pequeño yo y el Yo real; la expresión de la vida humana y la vida espiritual. Muchas otras cualidades representan la misma expresión de la realidad. Pero detrás de ellas aparece —inmanente, estupendo y glorioso— aquello de lo cual estas dualidades no son más que aspectos: la Presencia inmanente aunque trascendente de la Deidad. Todas las dualidades son absorbidas en la naturaleza de este Uno y las distinciones y diferencias pierden sus significados.
Cuando le digo que desarrolle la conciencia de la Presencia, significa que ahora es, ante todo, parcialmente consciente del Ángel y puede empezar a responder, nebulosa y débilmente, a ese gran Todo que subyace en el mundo subjetivo del ser, ya que este mundo subyace en el mundo físico tangible de la vida diaria.» (El Discipulado de la Nueva Era I, A. A. Bailey; p. 362, vers. ingl. p. 390)
«La Presencia es la fuerza que promueve toda revelación y es, en realidad, un Dios Inmanente quien quiere ser reconocido, movido a ello por la realidad de un Dios Trascendente.
La influencia del Ángel es la simiente individualizada de la conciencia a través de la cual, tras el desarrollo y la respuesta adecuada del yo personal inferior, se revela la Presencia. Toda verdadera revelación es siempre la expansión de la gloria divina en algún campo de expresión, dando testimonio de la Presencia latente.» (Espejismo, un problema mundial, A. A. Bailey; p. 138, vers. ingl. p. 176)
«El vidente visualiza la dualidad. Ve la Presencia. Ve, y viendo, sabe que él existe, y que también existe lo que se ve.
El conocedor fusiona los dos en uno. Ve la Presencia como si fuera él. Se fusiona con su luz. Detrás de la Presencia fulgura esa grandiosa radiación que envuelve al Uno y Único. Ante la Presencia permanece el aspirante. Dentro de la Presencia, por el proceso de fusión se produce paz y unión y el fin del temor y de las diferencias, gozo, amor y luz.» (El Discipulado de la Nueva Era I, A. A. Bailey; pp. 361-2, vers. ingl. p. 389)
«El Método de la Presencia. Por medio de esta técnica, el alma asume el control de la personalidad integrada y de sus relaciones, horizontal y vertical. Esta técnica implica la apertura de la flor de la intuición que disipa la ilusión, revela al Ángel, indica la Presencia y abre al discípulo el mundo de las ideas y la puerta de las iniciaciones superiores. Cuando el discípulo capta y aplica estas ideas divinas o pensamientos simiente, se convierte en un iniciado, entonces es posible la tercera iniciación como meta inmediata. La intuición significa la aplicación del poder de transfiguración. Dicha técnica está relacionada con la poco conocida yoga del fuego o Agni Yoga.» (Espejismo, un problema mundial, A. A. Bailey; p. 134, vers. ingl. p. 170)
«En el estudio de este tema (Método de la Presencia) el lector debe tener en cuenta tres factores: la existencia de la intuición, la realidad de la ilusión y la Presencia eclipsadora. Esta es revelada por la intuición a través del Ángel y, una vez revelada y reconocida, pone fin a la ilusión.» (Espejismo, un problema mundial, A. A. Bailey; p. 135, vers. ingl. p. 171)
«(…) Para utilizar la terminología ocultista: la individualidad ha perfeccionado continuamente la mente, que es capaz de percibir, comprender, analizar e interpretar, mientras que (cuando el refinamiento de la mente es relativamente alto) la iniciación, con el crecimiento de la intuición, trae consigo la comprensión de los valores espirituales, el ser unificado y la comprensión intuitiva. Esto implica el desplazamiento del enfoque del individuo del mundo fenoménico al de la realidad.» (Espejismo, un problema mundial, A. A. Bailey; pp. 136-7, vers. ingl. p. 175)
La Conciencia de la Presencia
«Cuando la iniciación llega a su culminación en lo que a la humanidad concierne, surge un Maestro de Sabiduría liberado, exento de las limitaciones del individuo, recoge los frutos del proceso de la individualización y actúa en forma acrecentada como Ángel solar, por estar primordialmente enfocado en el cuerpo espiritual interno; así se desarrolla constantemente la conciencia de la Presencia. Este hecho merece ser meditado y estudiado profundamente por todos los discípulos.» (Psicología Esotérica II, A. A. Bailey; p. 27, vers. ingl. p. 16)
«La humanidad avanzada permanece, como el Morador, en el mismo umbral de la divinidad. El Ángel se mantiene expectante —absorbido por la PRESENCIA—; sin embargo está preparado para absorber al Morador. La conciencia de la humanidad ha llegado hasta las mismas fronteras del mundo de los valores espirituales y del Reino de la Luz y de Dios. El Ángel ha «descendido a la Tierra» esperando ser reconocido; Cristo fue precursor y símbolo de este acontecimiento cuando vino hace dos mil años. Esta situación concierne a todos los aspirantes avanzados y puede concernirle a ustedes. También implica a la humanidad como un todo y a la Jerarquía que se acerca. Desde un punto de vista más elevado y espiritual, la conciencia de la humanidad actúa hoy por medio de un grupo de servidores, aspirantes y discípulos mundiales que aumenta constantemente y sus miembros forman legión.
La humanidad de hoy constituye el Morador, en tanto que la Jerarquía de almas es el Ángel, y detrás de Él se halla la PRESENCIA de la Deidad misma, intuida por la Jerarquía y tenuemente percibida por la humanidad, proporcionando así esa triple síntesis que constituye la divina manifestación en la forma.
Los tres producen poderosas emanaciones (aunque la emanación de la PRESENCIA, a través de Shamballa, ha sido inteligentemente restringida desde que la raza humana vino a la existencia). Los tres poseen auras, si quieren denominarlas así, y hoy, en los tres mundos, la del Morador es todavía la más poderosa, así como en la vida del aspirante su personalidad constituye el factor que predomina y predispone. Esta poderosa emanación humana constituye el principal espejismo en la vida de la humanidad y del discípulo individual. Es una síntesis de espejismo, fusionado y mezclado por el rayo de la personalidad, pero precipitado por efecto de la creciente influencia del rayo del alma. Es la sombra o distorsión de la realidad, percibida ahora por primera vez, en amplia escala, por la raza humana y puesta de relieve mediante la luz que brilla en el Ángel, el que trasmite energía desde la PRESENCIA.
Así permanecen, la Humanidad y la Jerarquía. Así permanecen ustedes, personalidad y alma, libres para marchar y penetrar en la luz o permanecer pasivos, si así lo determinan, sin aprender nada ni ir a ninguna parte; también son libres para volver a identificarse con el Morador, rechazando la influencia del Ángel y la inminente oportunidad y postergando —hasta un ciclo muy posterior— su determinante elección. Esto es verdad tanto para ustedes como para toda la Humanidad. ¿Dominará la actual situación la personalidad materialista de tercer rayo de la humanidad, o su alma amorosa llegará a ser el factor más poderoso, manejando a la personalidad y sus pequeños asuntos, conduciéndola a una correcta discriminación y al reconocimiento de los verdaderos valores, para introducir así la era en que controlará el alma o la Jerarquía? El tiempo lo dirá.
Por ahora no impartiré nada más. Ansío que todos aprendan estas pocas afirmaciones esenciales, antes de abordar la tercera parte. También quisiera que las instrucciones grupales generales, recibidas últimamente, ocupen la mayor parte de su tiempo, interés y atención. Lo que se necesita urgentemente, y sobre lo cual quisiera que trabajen, es lograr los ajustes en grupo internos y establecer más firmemente las correlaciones grupales. Además quisiera recordarles que —así como en todo lo manifestado— existe una personalidad y un alma grupales, deben aprender a distinguir claramente entre ambas y poner todo el peso de su influencia, deseo y presión, a favor del Ángel grupal. De esta manera podría acontecer ese maravilloso reconocimiento para el cual la iniciación prepara al aspirante: la revelación de la PRESENCIA.» (Espejismo, un problema mundial, A. A. Bailey; pp. 124-5, vers. ingl. pp. 159-160)