El Entusiasmo

«Raj-Agni, así se llama ese Fuego que tú llamas entusiasmo. Es en verdad un Fuego hermoso y poderoso que purifica todo el ambiente y alimenta el pensamiento constructivo. En su luz plateada florece la magnanimidad, de su fuente brota el socorro al prójimo. Para las brillantes alas de Raj-Agni no existen fronteras ni demarcaciones. No creas que tal llama puede encenderse en un corazón malvado. En primer lugar, hay que prepararse ofreciendo firmemente el corazón al Gran Servicio y luego, reflexionando que la gloria de los actos realizados no es propia, sino de la Jerarquía de la Luz. Entonces es posible elevarse, sostenido por la infinitud de la Jerarquía, y realizar los actos heroicos que todos los mundos esperan. Así, Raj-Agni se enciende no para su propio beneficio, sino para el Gran Servicio. Date cuenta de que el Mundo Ardiente no puede subsistir sin esta Llama». [1]

«Raj» es un término sánscrito que significa “gobernar”, procedente de la raíz indoeuropea *RĀJ-, que expresa la idea de “avanzar hacia [r] impulsar hacia delante [aj]”, “gobernar”: el término se identifica aquí con la misma raíz, detentadora de un poder íntimo: “Raj-Agni” es el Fuego soberano. [2]

Hemos querido comenzar con las palabras de los Maestros, evocando inmediatamente la imagen del fuego, esta reflexión sobre el entusiasmo, que se llevará a cabo desde un punto de vista etimológico [3] y que por consonancia hemos decidido abordar en este Año 6.4 dedicado a la Jerarquía y a las Musas.

Este pasaje, al transmitir la idea del entusiasmo como un fuego sublime, exalta su quintaesencia espiritual y nos eleva muy por encima del significado común del término, que no deja de ser bello y que, cuando reflexionamos sobre él, está impregnado de múltiples luminiscencias: alegría, ímpetu, energía creadora, presagio de lo nuevo, entrega ferviente, exaltación…
Sabemos que las palabras, con el paso del tiempo, utilizadas de forma ordinaria y sin memoria de su antiguo origen, tienden a perder la energía sonora que les daba vida. Así ha ocurrido también con nuestra palabra, que, aunque conserva un significado y un halo resplandeciente, ha perdido su brillo primordial y su esplendor supremo, que ahora vamos a revelar o redescubrir.
Hagámoslo con sencillez, guiados aún por el Agni Yoga:

Urusvati conoce la esencia del entusiasmo. Es un concepto magnífico que demuestra la comunión que existe entre los Mundos Superiores y las fuerzas del espíritu humano. Aquellos que niegan la existencia del espíritu y del alma no deberían pronunciar la palabra «entusiasmo,» sin embargo a ellos les encanta repetirla, sin entenderla.
Ellos usan pensamientos y concepciones típicas de lo Supramundano y al mismo tiempo niegan la vida invisible y la influencia que existe allí. No es de extrañar que conceptos conocidos por los antiguos, que uno se ve obligado a utilizar, estén ahora completamente distorsionados. Los antiguos crearon muchas palabras de gran significado. Sabían que eran necesarias para la humanidad, pero los siglos les han privado de sus elevados conceptos. […].’ [4]

‘Entusiasmo’ procede directamente del griego enthousiasmós, que significa ‘inspiración divina’, y que se origina en el verbo enthousiázo, ‘ser invadido por un Nume, delirar’. El verbo se forma a su vez a partir del adjetivo éntheos, «inspirado por lo divino», compuesto por el prefijo en, «en» y theόs, «dios»: literalmente, por tanto, significa «la divinidad interior».

La palabra theόs deriva de la raíz indoeuropea *DĪ-, compuesta por dos elementos sonoros: ‘el movimiento continuo [ī] de la luz [d]’, ‘brillar’.
Comparando las lenguas antiguas, que tienden a conservar la idea original expresada por el etimónimo, vemos que el sánscrito preserva el poder original de la raíz a través del verbo idéntico a ella, , «brillar», que el griego desarrolla, además de theós, dios, también dīos, «celeste, divino», del mismo modo que el latín lo hace con el término dius, «celeste, divino». Esta última lengua también da lugar al término dies, día. El lingüista Franco Rendich escribe: «Desde el principio de la historia de la humanidad, la luz del sol se consideró una fuente de calor y de amoroso cuidado hacia la vida. Por tanto, ‘luz solar’ y ‘luz divina’ se identificaban». [5]

En resumen, descubrimos así que de la raíz indoeuropea que expresa el esplendor de la luz han brotado cepas que también significan el cielo y la divinidad, y que, desde un punto de vista etimológico, el entusiasmo está siendo impregnado por el resplandor divino de la Luz.

Es Platón quien profundiza en el concepto, en algunos de sus Diálogos, entre los que mencionamos Ione, Fedro y Fedón. Nos limitaremos aquí a abrir un atisbo de su visión a este respecto -pues un examen preciso exigiría un examen de su vasta obra, en relación con la compleja cronología de los Diálogos-, deseando tan sólo oír resonar a través de sus palabras algunos ecos auténticos de su pensamiento.

En el diálogo juvenil Ione, nombre de un cantor de Homero, el filósofo representa a Sócrates exponiendo al rapsoda sus convicciones sobre la poesía, seguro de que es el poder divino el que une en un mismo caudal de inspiración tanto al autor de los poemas, Homero, como al que los canta y al que los escucha:

“Esto que te hace hablar tan bien de Homero, como dije hace un momento, no es un arte [tekne]: lo que te mueve es una fuerza divina [theia dynamis], como en la piedra que Eurípides llamó «Imán»… Pues también esta piedra no sólo atrae los anillos de hierro, sino que infunde una fuerza en los propios anillos, de modo que, a su vez, pueden producir este mismo efecto de la piedra y atraer otros anillos: y así, a veces, ¡se forma una larga cadena de anillos que cuelgan de la fuerza de esa piedra! Así, también, la Musa hace que los poetas se inspiren [entheoi), y a través de ellos se forma una larga cadena de otros que son invadidos por el dios [enthousiazonton/entusiasta]». [6]

No podemos evitar sentirnos también un poco encantados por la sencillez y la fuerza con que se ilustra la magia de la obra -inspirada por la Musa- del artista, que sigue transmitiendo su belleza al implicar también al intérprete y al oyente/espectador.

La «manìa dada por don divino» indicaba la condición de los inspirados por una divinidad: además de los verdaderos artistas -entre los que la primacía correspondía a los músicos-, también se inspiraban en el dios los sacerdotes, los adivinos, las profetisas, los participantes en ritos mistéricos, pero ante todo, los buscadores de la sabiduría y la belleza, es decir, los filósofos.

Tras detenerse en el viaje del alma alada siguiendo a los dioses, Sócrates afirma en el Fedro que: «[…] Este entendimiento es reminiscencia de las verdades que nuestra alma vio en otro tiempo, cuando transitaba en el séquito de un dios […] Precisamente por esto es justo que sólo el pensamiento del filósofo sea alado, porque en la medida en que le es posible se fija siempre en el recuerdo de aquellos objetos, por cuya contemplación la divinidad es divina. Así, pues, si un hombre utiliza rectamente tales recuerdos y se inicia continuamente en los misterios perfectos, se convierte, sólo él, en verdaderamente perfecto; y porque se aparta de los asuntos humanos y se vuelve hacia lo divino, es acusado por el vulgo de estar fuera de sí mismo, pero el vulgo no sabe que está poseído por la divinidad. […]» [7].
Estas son las poderosas palabras con las que Sócrates compara la música con la filosofía, en el Fedón:

‘[…] el mismo sueño venía a visitarme […] y siempre repetía lo mismo: «Oh Sócrates», decía, «compón y practica música». Y yo, entonces, lo que hacía, eso es lo que creía que el sueño me exhortaba a hacer […] es decir, componer música, creyendo que la filosofía era la música más elevada […]’. [8]

Otras indicaciones del Agni Yoga nos llevan un paso más allá:

«Urusvati sabe que la calidad de la acción depende del entusiasmo. [Es una tensión luminosa que puede surgir durante cualquier trabajo. Los antiguos decían que es un saludo de los Dioses, el único capaz de hacer que cualquier trabajo sea radiante y perfecto. […]» [9]
«[…] El entusiasmo, como el amor, enciende fuegos. Reunamos a todos los que encienden el fuego interior, y recordemos cuán preciosa es cada chispa. […]» [10]

«Habréis oído hablar de ciertos sabios que en la hora del peligro exclamaban: ¡alegría, alegría! […] conociendo el tesoro de la alegría, extrajeron de ella lo suficiente para encender el entusiasmo necesario para vencer. […] la alegría es un logro. Por lo tanto, cultívenla como lo harían con las flores más bellas […] No siempre se puede decir con palabras de dónde viene, como un presagio, pero ciertamente viene en los brillantes rayos alados de la Jerarquía. ¿Quién sabe de qué Fuente infinita viene la llamada a la alegría? ¿Y cuántos saben que ésta es ya la hora de su aparición? Pero la ley es inmutable, y por lo tanto la alegría es una sabiduría especial. […]» [11]

Así concluimos, con este llamamiento a la alegría, esta reflexión sobre el entusiasmo, que es el movimiento del espíritu que hace divina toda búsqueda, arte, pensamiento y acción humilde que se une a lo Alto.

Las llamas del corazón de los Servidores se unen, atraídas por el Mundo Ardiente, alimentándose mutuamente en la visión del Bien Común, irradiando chispas.

Sinteticemos la reflexión conectando con el principio: el entusiasmo es el fuego interior que atestigua el contacto con lo divino. Se expresa en el Arte, en la Filosofía y en la chispa divina en cada uno de nosotros, como la conciencia de la relación con los Mundos Superiores, en cada acto creativo e intuición y aliento, recordando el propósito común por el que trabajamos, guiados por la búsqueda de la Verdad y la comprensión de la Belleza, que son cualidades magnéticas, porque irradian el espíritu de hermandad: la sabiduría entusiasta del Arte de Vivir.

«El Pensador dijo: “Uno desearía tener un par de alas, pero las más rápidas ya están en nosotros.”» [12]
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[1] Colección Agni Yoga, El Mundo del Fuego II, § 22
[2] F. Rendich, Diccionario etimológico comparativo de las lenguas indoeuropeas clásicas. Indoeuropeo-Sánscrito-Griego-Latín, Palombi Editori, 2010, p. 358.
[3] Hoy se produce la conjunción heliocéntrica entre Saturno, Mercurio y Neptuno. La conjunción de estas dos últimas Luminarias está asociada a la armonía del lenguaje
[4] Colección Agni Yoga, Supramundano IV, § 849
[5] F. Rendich, Op. cit., pp. 163-4
[6] Platón, Opere Complete, Vol. 5°, Bari 1971, Universale La Terza Editori, 533d-e
[7] Platón, Op. cit., Vol. 3, 249c-d
[8] Platón, Op. cit., vol. 1, 60e-61a
[9] Colección Agni Yoga, Mundo de Fuego III, § 461
[10] Colección Agni Yoga, Agni Yoga, § 426
[11] Colección Agni Yoga, Mundo de Fuego II, § 258
[12] Colección Agni Yoga, Supramundano IV, § 742


 

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