Hoy celebramos la majestuosa entrada de Júpiter en Tauro, en el nivel heliocéntrico; todo el espacio del Sistema Solar se agita y vibra con una luz nueva y deslumbrante.
Júpiter es la sagrada Luminaria del Espacio vivo que transmite el Amor-Sabiduría solar, de 2.º Rayo, el Divino Constructor, el Padre de los Dioses y de los Hombres; incluso su nombre expresa la idea de luz.
El nombre procede del latín, del caso genitivo, Iovis, del término que en nominativo es Iuppiter, una contracción del más antiguo (D) ju-piter, literalmente ‘Padre, piter; luminoso, dju’. De hecho, este segundo elemento deriva de la raíz indoeuropea *DIV-/*DJU-, que expresa el concepto de luz, de cielo resplandeciente, asociado al de padre.
Es bello pensar que en la religión protoindoeuropea, el Cielo luminoso era llamado «padre» de todas las criaturas, un «padre» cuyo sonido inicial “p” expresa la idea primaria del Fuego de la purificación. (1)
Como sugiere el “Lambdoma Luz”, la Luz se ramifica en una miríada de chispas ardientes que expresan dinamismo, inteligencia, esplendor, gozo y gloria, acompañadas por el poder de la conciencia, ese vínculo áureo que une la tierra y el cielo, los hijos con el Padre único.
Y es Tauro quien custodia el secreto de la luz, como afirma su lema evolutivo «Veo; y cuando el Ojo está abierto, todo es Luz».
El Maestro Tibetano escribe: «(…) el “ojo del Toro” es el ojo de la revelación. El propósito al que tiende la evolución —“la carga del Toro de Dios”, en términos esotéricos— revela incesante y constantemente el sublime y estupendo Plan de Dios. Esto es lo que la luz revela.» (2)
Un pasaje del Agni Yoga añade otra sugerencia relacionada con la luz, definiendo así el misterio que habita en el corazón de cada átomo de la creación: «Urusvati conoce la Esencia inefable. Lo que existe es infinitamente divisible, pero en cada fragmento se encuentra, en miniatura, la Esencia indecible. Los antiguos filósofos alquimistas lo llamaban “Tesoro de la Madre”, “Ojo de Júpiter”, “Fortaleza de la Victoria”.» (3)
La Luz es, pues, el elemento clave de esta entrada de Júpiter en Tauro, una luz que va acompañada de un espíritu constructivo que le es inherente y puede considerarse inherente a la fuerza magnética del Amor.
La Luz no es solo lo que nos permite ver las formas exteriores, sino que es ella misma la que nos “ve”, iluminando nuestra alma que puede así mirar más allá y ver lo que el ojo exterior no puede captar: «Cuanto más uno se eleva, tanto más poderosa es la visión; cuanto más uno se expande, tanto más íntimamente uno se une con el todo.» (4)
Es en esta mirada “contemplativa” donde la visión toma forma, ilumina las conciencias y revela, al final, el Bien, que es el centro y la fuente de la Vida.
«Difundan el Bien supremo por todos los medios. Es lamentable ver que a veces un grano de arena detiene toda una marcha. El corazón, si es grande, contiene grandes cosas, pero si es pequeño está lleno de minucias. (…) Deja que el corazón decida dónde empieza la Beatitud.» (5)
La Luz y el Amor son también las potestades creadoras de este Universo y como tales tienen la tarea de “revelar” lo que su esencia ha manifestado a través de las formas; ¿y qué es lo que revela el resplandor del abrazo entre la Luz y el Amor sino el Uno?
Como nos recuerdan las palabras de Plotino: «Debemos esforzarnos por escapar de aquí abajo y no tolerar ya ningún vínculo con lo sensible, atenazados por el deseo de abrazar a dios con todo nuestro ser, sin que ninguna parte de nosotros deje de estar en contacto con él. Y aquí, en la medida en que es permisible para un hombre, se puede ver tanto al Uno como a uno mismo: verse resplandeciente, lleno de la luz del intelecto, o más bien, convertirse en esa misma luz, pura, ingrávida, ligera, porque uno mismo se ha convertido en dios, porque uno mismo es dios. Entonces es como prender fuego; pero si nos agobiamos de nuevo, la llama vuelve a apagarse.» (6)
«La visión del Uno está más allá del saber; el conocimiento de Él no se obtiene ni a través de la ciencia ni a través del pensamiento, sino por medio de una presencia que vale más que la ciencia (…). Él es inefable e indescriptible, y sin embargo hablamos y escribimos para iniciarnos hacia Él, para despertar del sueño de las palabras a la vigilia de la visión, como quien muestra el camino a quien quiere ver algo.» (7)
A través de la Luz y el Amor, firmemente sostenidos en el corazón, la Humanidad puede así conectarse con la gloria de la creación y, en consonancia con las potestades celestes, puede —y debe— participar en la creación.
La entrada de Júpiter en Tauro, que proclama y sostiene esta fusión iluminada con el Uno, y que está siendo esperada por Urano, el iniciador en los Misterios y Señor del Orden, que se encuentra hoy en la quinta cualidad del Signo, en el que entró heliocéntricamente el 3 de septiembre del 2018 y donde estará estacionado hasta el 9 de enero del 2026, marcando ese período de siete años terrestres que conducen a la profética fecha del 2025 y ofreciendo al Corazón humano esa comprensión científica de la Belleza del Ser que iluminará el mundo, enseñando a discernir lo que es de la “tierra” y lo que es del “Cielo”.
Urano, del griego Ouranos, ‘Cielo’, el Señor del Orden celeste, cuenta por sietes, porque tarda siete años en transitar por cada Signo del Zodíaco, y transmite la estructura septenaria de la Jerarquía universal por toda la Creación; debido a su Séptimo Rayo también actúa en los niveles más densos de la manifestación, impartiendo el orden superno.
Esta Luminaria vela también por las culturas y las civilizaciones de los pueblos en el plano humano, promoviendo el advenimiento de un nuevo orden mundial, con un impulso en Tauro para desvelar la esencia espiritual de la Creación y reconocer el Plan divino.
«Se demostrará que el alma misma es luz, y que toda la Jerarquía es un gran centro de luz, de modo que el simbolismo de la luz rige nuestro pensamiento, nuestro acercamiento a Dios, y nos permite comprender el significado de las palabras de Cristo: “Yo soy la Luz del mundo”.» (8)
La acción sinérgica de las dos Luminarias de la “realización benéfica”, destinadas a unirse el 14 de marzo del 2024, aporta un poderoso impulso para desarrollar la capacidad de visión y ampliar la conciencia del propio papel en el Nuevo Grupo de Servidores del Mundo, que encabeza el propio Tauro.
Las dos Luminarias, al unirse en las aguas germinativas de Tauro, fertilizarán las conciencias, fomentando y acelerando la comunión con la Luz de la Vida y la irradiación del estructurado ordenamiento jerárquico en beneficio de la Humanidad, anticipándose también a las dos alineaciones muy poderosas del 2025 en el que Júpiter se unirá a Sirio y Urano a Alcíone. Por último, conviene recordar que la propia palabra ‘servidor’ da testimonio de la luz y el sonido: deriva del latín tardío servitor, que procede del verbo servire, ‘servir’, ‘tener cuidado’, ‘velar’.
El término tiene su origen en la raíz indoeuropea *SWṚ -, formada por los siguientes elementos sonoros: «la llegada [ṛ/ar] del bien [su] como luz y sonido», “resplandecer”, “volver los ojos a la luz”, “sonar”. Véanse los términos sánscritos svṛ, ‘sonar’, svar, ‘brillar’ y ‘sol’; el griego horao, ‘ver’, Helios, ‘sol’; el latín servo, ‘guardar’, ‘salvar’, sol, ‘sol’. (9)
El Nuevo Grupo de Servidores del Mundo es, por lo tanto, por definición, un Agente de Luz; y cada vez más profundamente sentimos la responsabilidad y la necesidad urgente de cerrar filas, de cumplir con empeño y gozo nuestro papel luminoso y salvífico como avanzada de la Humanidad Jerárquica Una.
«Háganlo todo por benevolencia.
Que cada uno de sus actos desarrolle nuevos logros.
Dejen que la idea de servicio acompañe todos sus movimientos.
Que el comando de Bien se extienda sobre todo,
como la imagen más viva del Maestro.
La Enseñanza del Corazón es inseparable del Bien.»
(Corazón, § 211, Agni Yoga)
Notas:
1- Dizionario etimologico comparato delle lingue classiche indoeuropee. Indoeuropeo-Sanscrito-Greco-Latino, F. Rendich; Palombi Editori, 2010, p. 159.
2- Astrología Esotérica, A. A. Bailey; vers. ingl. p. 376.
3- Supramundo IV, § 859, Agni Yoga.
4- Mundo del Fuego III, § 19, Agni Yoga.
5- Corazón, § 133, Agni Yoga.
6- La Eneida VI, 9, 9, Plotino.
7- La Eneida, VI, 9, 4, Plotino.
8– Los Rayos y las Iniciaciones, A. A. Bailey; vers. ingl. p. 143.
9- F. Rendich, Op. cit., pp. 498-99.