El Espacio siempre ha sido una fuente de Luz [Primera Parte, Segunda Parte], esa Luz que disipa todas las tinieblas y que, como una imagen del poder creador del Imán, traza con sus arabescos las líneas geométricas del futuro.
Hoy (1) la sustancia espacial del Sistema Solar tiembla y vibra debido al encuentro heliocéntrico, en el Signo de Tauro, de dos fuegos luminosos: Júpiter y Urano, los Señores y Maestros del Amor, el “Motivo universal”, y del Orden, el “Principio rítmico de la Vida”. Ellos fusionan sus energías que, como una onda magnética, se derraman en los corazones de aquellos que elevan sus ojos de amor al Cielo.
«Júpiter y Urano, los planetas de beneficencia. El segundo Rayo, del amor, y el séptimo, que fusiona el espíritu y la materia “para la gloria final” del Logos solar, cooperan de manera perfecta.» (2)
El Espacio solar se ilumina con resplandor renovado, puesto que Júpiter y Urano son los Reguladores esotéricos y exotéricos de Acuario, el Signo de esa Hermandad, horizontal y vertical, que enlaza cada átomo del universo y rige el Centro Cardíaco planetario. En virtud de este impulso, la simiente divina que mora en todo ser vivo despierta y se convierte en una palpitante promesa de Unión y Armonía.
«Como ahora, cuando Urano suma su poder a las otras influencias y, al mismo tiempo, el séptimo Rayo está aumentando su actividad en la Tierra, se hallan disponibles las energías necesarias para precipitar la crisis iniciática y causar [en la Humanidad] un gran despertar rítmico.» (3)
Desde el primer sector de Acuario, hoy también emana heliocéntricamente el poder conjunto de Venus, Marte y Plutón, que, inmersos en las aguas “eléctricas” del Signo, hacen brotar un manantial de Vida que guía a la Humanidad hacia la regeneración, sincronizándose y propagando la conjunción iniciática de Júpiter y Saturno que fue grabada en el mismo punto celeste el 2 de noviembre del 2020 (por primera vez en el signo de la Nueva Era desde el siglo XV).
Júpiter y Urano también están implicados en la coronación de ese camino iniciático que conduce a la Maestría, el sello de las vidas consagradas a ese Amor perfecto que libera: «En la quinta y última iniciación, Júpiter y Urano aparecen para “organizar benéficamente” la totalidad de las energías presentes en el iniciado. Una vez hecho esto, “escapa de la rueda y vive verdaderamente”.» (4)
El Signo de Tauro, que los acoge (5), es, al final, la fragua inmaculada donde brota el ardor que conduce a los mundos lejanos, fortalecido por una visión cada vez más aguda e impulsado por el avance implacable hacia la Gloria final.
¡Cristo en nosotros, certeza de Gloria!
He aquí el canto de los guerreros de la Luz que luchan por el Bien común, he aquí el anhelo que sostiene las conciencias, he aquí el ancla firme que une un corazón con el corazón.
Y en esta cadena fraternal que une el Cielo y la Tierra, cada uno tiene su lugar, su tarea y su responsabilidad.
La Humanidad, aunque inmersa en las brumosas espirales del deseo, anhela una mirada clara al infinito del Espacio, que sea también garantía de su futuro.
La Jerarquía, tendiendo la mano a la Tierra con tembloroso abrazo, apoya e insta a los hombres a liberarse del yugo del materialismo que enturbia y embota ese anhelo y esa mirada.
En el centro de esta tensión amorosa está la Presencia Humana Central*, la guardiana del centro focal, imbuida de amor y comprensión, la fuente de la Humanidad Una como Servidor planetario, encendida por el fuego de la síntesis y del sacrificio, la portadora de la antorcha de la Belleza, y segura de que las líneas del futuro —a imagen del Modelo celeste— pueden trazarse con ojos claros y corazón puro.
«Quienes hagan el sacrificio y se olviden de sí mismos mirarán al Cielo, serán capaces de diseñar, en el momento oportuno, las nuevas estructuras sociales, aún incompletas, aún corregibles, con la ayuda jerárquica. Este trabajo implica un contacto discontinuo con lo Superior y, en consecuencia, una escucha continua.» (6)
Júpiter y Urano nutren este impulso hacia las alturas del espíritu y bendicen al mismo tiempo el sacrificio de los que se crucifican a imitación del Gran Maestro.
Su energía ve claramente el entrelazamiento de llamas que tienden hacia la unión, la fusión y el logro. Júpiter —“el Logos, la Palabra del Sol”— y Urano —“el que ve el fin desde el principio”— son, pues, las puertas que introducen al discípulo allí donde la “Vida más abundante” fluye y lo consagran como un miembro de la Presencia Humana Central, el Servidor de la Humanidad.
«Hay un símbolo que brota del corazón de todos los que sirven a sus semejantes, y eso es lo que buscamos; cuando lo encontramos, nos señala la existencia de un servidor del mundo.» (7)
Que este símbolo irradie desde el corazón de cada uno y
que lleven grabadas las palabras del Trabajo infinito,
aquí y en todas partes, ahora y siempre.
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Notas:
* En el centro ígneo de la Humanidad existe una Presencia humana central formada por aquellos que han jurado, y jurarán, ocupar el lugar del Fuego y que han consagrado sus propias vidas a esa función elevada. Esta Presencia humana opera interiormente en ese único lugar donde los poderes solares y humanos pueden unirse para colaborar en los planes de desarrollo planetario.
Los miembros de ese grupo interior son una unidad que opera en un nivel sutil en el lugar de máximo sacrificio; son la «Cúspide de la Pirámide»; en su mayoría no se conocen personalmente, pero se reconocen en el trabajo. Son agentes de la energía de la Vida, de la Voluntad, son el reflejo del Gobierno Real que otorga la Libertad. Constituyen la conexión para las energías de Shamballa que ya comienzan a fluir directamente hacia el Centro humano y, por lo tanto, se sincronizan con la Cumbre de la Jerarquía.
En torno a este Imán central se forma, naturalmente, el Orden planetario del que hemos hablado muchas veces en estas páginas; es el Grupo de la Humanidad Una.
1. Hoy, 14 de marzo del 2024, Júpiter y Urano se unen heliocéntricamente en el 6.o sector del signo de Tauro. Su conjunción geocéntrica culminará el 21 de abril del 2024.
2. Astrología Esotérica, Alice A. Bailey; vers. ingl. p. 201.
3. Ídem, p. 447.
4. Ídem, p. 71.
5. Desde un punto de vista astrológico, Urano se encuentra en el régimen de «caída» en el Signo de Tauro; esto significa, esotéricamente, que «Urano, oculto en el abismo, debe volver a despertar y evocar la reacción intuitiva de Tauro a la luz que crece continuamente hasta que la iluminación sea completa y se alcance la conciencia espiritual, sustituyendo las reacciones inferiores de la forma por estos atributos superiores del alma.» (Astrología Esotérica, Alice A. Bailey; vers. ingl. p. 401)
6. Il bravo crocefisso, E. Savoini; texto inédito.
7. El Discipulado en la Nueva Era II, Alice A. Bailey; vers. ingl. p. 571.