La Humanidad equilibra el Espíritu y la Materia

Hoy, como Servidores Planetarios orientados hacia la Meta 6.3 del Plan de la Evolución, dedicada la «Comunión con el Mundo de las Ideas», celebramos la entrada del Sol en Libra (a las 14:44, horas CEST) que señala el equinoccio de septiembre y el interludio en el que la luz y la oscuridad se igualan en toda la Tierra, afirmando solemnemente la décima de las 12 Afirmaciones de la Humanidad Una*:

La Humanidad equilibra el Espíritu y la Materia

Un pasaje del Agni Yoga nos lleva inmediatamente al corazón de esta afirmación y a la esencia del trabajo de los Maestros:

«Cuando la humanidad haya comprendido que el Universo es una unidad, su capacidad de construir se volverá cósmica, porque su tarea principal es unir los mundos de la materia y del espíritu. El esfuerzo del Agni Yogui y la actividad de los centros concurren a determinar la conciencia cósmica. Por lo tanto, el trabajo más importante de la energía es la ampliación de la conciencia. Nuestros Hermanos se esfuerzan por inducir la conciencia cósmica en la humanidad. (…)» (Infinito I, § 360)

La palabra clave de Libra es “equilibrio”.

Una nota etimológica que puede ayudarnos a comprender la idea de equilibrio es una entrada del Glosario que resumimos aquí y al mismo tiempo integramos: la palabra procede del latín aequilibrium, “equilibrio”, término compuesto de aequus, “justo”, “imparcial”, y libra, “balanza”.

Según la hipótesis más fundada, el adjetivo aequus deriva de la misma raíz de Eka, “el Uno”, en sánscrito. H. P. Blavatsky escribe en su obra Glosario Teosófico bajo la entrada EKA: «(Sans.) – “Uno”; sinónimo de Mahat, «la Mente universal como principio de Inteligencia».

El sustantivo Li-bra deriva de (T)LI-bra, compuesto por la raíz indoeuropea *TUR- y la terminación –bra, utilizada en latín para formar los nombres de instrumentos: el étimo denota y expresa la idea de «mover [ṛ] con fuerza [u] de un punto a otro [t].» [1]

Esencialmente, la esencia del término, que también contiene la misma palabra que da nombre al Signo, Libra, expresa la idea del “Uno” como punto focal del equilibrio dinámico de los opuestos.

Ese punto en el que reina la Unidad es, por tanto, el pivote de las Energías del Signo, e indica que el mandato «Elige», lema consonante con las experiencias necesarias del aspecto formal, debe elevarse en la espiral evolutiva de la conciencia a la afirmación del libre albedrío del aspecto espiritual: «Elijo el camino que pasa por entre las dos grandes líneas de fuerza», la intención que el Discípulo es capaz de expresar cuando aprende a incluir en la idea de Unidad todos los procesos del devenir.

En el presente ciclo precesional, Libra transmite la Energía del 3.er Rayo, que es Luz e Inteligencia Activa. En algunos pasajes de la Enseñanza se indican ciertos nombres y cualidades de este Rayo, indicando su naturaleza y cualidad, y entre ellos encontramos precisamente:

«[…] El Señor del Equilibrio.

[…] Que los dos caminos converjan. Equilibra los pares de opuestos y que el Sendero aparezca entre ellos.

Dios, el Sendero y el hombre son uno.

Cualidad . . . equilibrio. […]» [2]

La cualidad fundamental del Tercer Rayo es la Adaptabilidad (…). Por lo tanto, puede considerarse como el atributo fundamental de la inteligencia que adapta el aspecto materia al aspecto Espíritu y es una característica inherente a la materia misma. (…)» [3]

También se muestra la característica peculiar de los tres Signos de Aire, Géminis, Libra y Acuario, que son sobre todo los Signos de la Mente de Dios expresada en el hombre: primero prevalece la mente inferior y se reconocen el Yo y el No-Yo (Géminis/Dualidad); luego la mente superior crece en poder afirmando su control, equilibrando los pares de opuestos con la luz que se derrama en la mente inferior (Libra/Equilibrio); al final, el Alma, el “Hijo de la Mente”, se convierte en la síntesis última, concentrando la mente universal y poniéndola en relación con los dos aspectos inferiores de la Mente de Dios (Acuario/Iniciación).

Del mismo modo, se nos muestra la relación entre las tres Luminarias que rigen el Signo: Saturno agente del 3.er Rayo, Venus del 5.o y Urano del 7.o, son los tres planetas que de un modo peculiar trabajan para manifestar la conciencia crística a través de la mente, ya que sus Energías conducen al individuo del instinto al intelecto (Saturno), del intelecto a la intuición (Venus) y de la intuición a la inspiración (Urano). [4]

Podemos añadir, con extrema síntesis, que Saturno es luz evolutiva, diseñando todo espacio e iluminando toda conciencia, y que Venus enseña la Proporción Áurea como Ley de Equilibrio entre los opuestos de la Manifestación para llevar a cabo la Unidad.

En cuanto a Urano, es la principal Luminaria de referencia para el Discípulo-Humanidad, como Regente esotérico de Libra.

«El séptimo rayo es, en última instancia, la energía concentrada y diferenciada del Rayo Uno, y expresa en la tierra la voluntad del primer aspecto divino, mediante la facultad de correlacionar y traer a la manifestación objetiva —con un acto de la voluntad— el espíritu y la materia» [5], es Aquel que ve el fin desde el principio [6], une lo Superior con lo Abisal, ordena e innova.

En resumen, la Energía del Regente esotérico ofrece al Discípulo-Humanidad la inspiración y la fuerza para esforzarse en convertirse en la Vía misma, esa vía que, central entre las grandes líneas de fuerza del dualismo, áurea e infinita, recrea la magia original del Equilibrio entre los dos Orígenes.

Los Constructores, que en Aries habían colocado la primera piedra del Templo, en la fase especular en Libra «(…) deben realizar un símbolo del Reino de la Madre: el suelo del Templo.

El suelo del Templo sostiene y, abajo, delimita; pero también debe reflejar el Cielo. (..)» [7]

Nosotros, los Discípulos constructores, en la vida cotidiana caminamos sobre este pavimento, que une a todos los hombres, aprendiendo a discernir cada vez más con la luz de la mente y con el corazón, la cuadrícula regular y divina de la luz, poderosa pero físicamente invisible, que fue trazada primero para fundamentar la apariencia formal de las losas de piedra del pavimento. Estas últimas, ordenadas por las líneas de luz, representan los pares de opuestos a enfrentar que, cuando dirigimos conscientemente nuestros pasos, se van reconociendo como oportunidades para comprender la unidad.

A medida que reconocemos la Luz del plan divino, comprendiendo que es nuestra tarea trabajar juntos como grupo hacia su realización, aprendemos a abandonar el partidismo que surge del tumulto de emociones incontroladas y las barreras mentales que se originan en actitudes separativas, a liberarnos de vacilaciones ilusorias, a asimilar experiencias: entonces nos esforzamos por establecer relaciones correctas, a reorganizar sabiamente los puntos de vista parciales en la unidad de la visión, a aspirar al Bien Común.

Cada vez somos más conscientes de que, para convertirnos en agentes de equilibrio, contamos con el apoyo de la práctica de la meditación y de la dedicación al Servicio, como indica sucintamente otro pasaje del Agni Yoga:

«El camino del equilibrio se logra mediante la meditación. [Es un proceso ardiente que se nutre del conocimiento externo. El fuego es el gran equilibrador. El Sendero del Equilibrio, sin dudas ni oscilaciones, debe recorrerse en perfecta conciencia; entonces sólo queda el Gran Servicio.» (Mundo del Fuego II, § 411).

Nosotros, los Discípulos de la Humanidad Una, debemos, pues, testimoniar en nuestras vidas la luz del pensar por amor y el poder del Uno, de donde brota la idea de la fraternidad entre todas las criaturas.

Al despertar a nuestra dignidad jerárquica, reconocemos el luminoso poder creador de la Mente y del Pensamiento, presagiando que, al aspirar a identificarse con el alma, el hombre es capaz de cumplir conscientemente su papel de mediador entre los reinos superiores e inferiores, regido desde el Centro, transmitiendo las fuerzas espirituales del universo.

«(…) La conciencia es semejante a la comprensión del espíritu; crece hasta que todo el ser está como envuelto en llamas. (…) Os incitamos a abrazar todo el Universo. Pero la conciencia es el único instrumento para los nuevos experimentos de fusión entre espíritu y materia. (Hojas del Jardín de Morya II, § 105).

Terminemos con una brevísima nota etimológica y un pasaje final del Agni Yoga, en línea con las notas con las que abríamos estas reflexiones:

«Discípulo» proviene del latín discipulus, palabra que se origina en la raíz indoeuropea *DIŚ- [8]: “conectar [ś] al movimiento continuo [i] de la luz [ś]”: guardamos en el corazón este diamante sonoro que nos impulsa a recordar que somos “discípulos” de la Humanidad Una en el momento en que, sintiendo la responsabilidad de ser firmes en la luz, nos convertimos así en portadores planetarios de luz y agentes de equilibrio al contribuir al desenvolvimiento del Plan.

«(…) Nosotros, vuestros Hermanos, conocemos esa página de la vida en la que está escrita la unidad del Cosmos. Afirmamos que la evolución no se produce por la disociación, sino por la incesante voluntad de armonía. (…) ¿Por qué ver una lucha entre espíritu y materia cuando ambos provienen de una sola Fuente? ¿Por qué no aumentar el propio poder y sentir en nuestro interior la vida psíquica del Cosmos?

Llamamos a la Fuente original de la concepción. Durante siglos hemos luchado para dar a la humanidad la alegría de Ser. (…) El sendero se embellece con el esfuerzo de la búsqueda del Infinito.» (Infinito I, § 71)

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*Ver artículo introductorio y Celebraciones rituales en línea

[1] Franco Rendich, Diccionario etimológico comparativo de las lenguas clásicas indoeuropeas. Indoeuropeo-Sánscrito-Griego-Latín, Palombi Editori, 2010, p. 127

[2] Alice A. Bailey, Tratado de los 7 Rayos. Psicología Esotérica, Vol. I, pp. 68-69

[3] Alice A. Bailey, Tratado sobre el Fuego Cósmico, p. 423

[4] Extraído libremente de Alice A. Bailey, Tratado sobre los 7 Rayos. Astrología Esotérica, Vol. 3, pp. 241-242, 248

[5] Ídem, p. 138

[6] Ídem, p. 247.

[7] Extracto de E. Savoini, Reconstruir el Santuario de la vida humana, texto inédito, 1976.

[8] Franco Rendich, Dizionario etimologico comparato delle lingue classiche indoeuropee. Indoeuropeo-Sánscrito-Griego-Latín, Palombi Editori, 2010, pp. 160-161


 

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