(Libra, un signo de equilibrio entre los opuestos, regido por Venus (5.o Rayo de la Mente y la Ciencia/Conocimiento) y Urano (7.o Rayo del Orden y la Magia Ceremonial). He aquí algunas reflexiones de Lorenzo M. sobre la unidad de la relación 5.7, Ciencia y Magia)
A diferencia de lo que ha prevalecido en nuestra cultura, la ciencia y la magia son solo dos caminos diferentes que buscan respuestas a las mismas cuestiones. Contraponerlas es inapropiado para la investigación misma. Reconocer la importancia cultural de ambas tiende a crear, individual y socialmente, la conciencia; consecuentemente, esto es útil para el cambio de paradigma, que todos percibimos como algo necesario y que lo anhelamos.
La Ciencia
En su libro Física y Filosofía, publicado 1958, Werner Karl Heisenberg dejó claro que las perspectivas abiertas por la física cuántica socavaban las certezas que hasta entonces sustentaban las verdades mecanicistas de la llamada mecánica clásica. Se abrieron nuevos conceptos y nuevas posibilidades conceptuales, que hasta entonces habían estado obstaculizados por el absolutismo del materialismo y de sus congéneres, a saber: el racionalismo, el positivismo, el cientificismo.
El físico alemán y su colega danés Niels Bohr fueron los portavoces del Principio de Incertidumbre, la piedra angular de la física cuántica. Según este último, no era posible detectar simultáneamente el movimiento y la posición de una partícula. La observación se refiere al mundo elemental microscópico; sin embargo, también implica filosóficamente el mundo macroscópico al que se denomina la realidad tangible. Es decir, las verdades del mecanicismo —culturalmente consideradas como definitivas—, cuando son observadas más profundamente, muestran sus límites, de ahí su relatividad.
Al portar las observaciones de la física cuántica al ámbito relacional, por tanto humanista, podemos reconocer la correspondencia entre ellos. Cuando el contexto de la relación es compartido —asimismo como sus reglas, su lenguaje, los significados incluidos, —tiende a producirse una relación de igualdad, en la que los integrantes se mueven por vías que no permiten accidentes, incomprensiones, equívocos. Es el campo administrativo; todo está claro y es compartido por todos. Pero, a pesar de los esfuerzos del racionalismo, este terreno no puede contener todas las relaciones humanas; no puede realizar siempre la comunicación entre ellos. Basta con un malentendido para demostrarlo. Y es precisamente en este campo humanístico libre, en el que cada uno emplea su propio lenguaje, ordena el mundo según sus propios principios y requisitos, y se mueve según sus propias necesidades, donde la regla compartida deja de prevalecer y con ella la infinidad de puntos ulteriores, que cada parte creía que eran firmes y obvios.
Si en el campo administrativo, como en el juego del billar, las partes se mueven según una lógica común y lo que se afirma, por mecanismo, se cumple sin falta; en el campo relacional las cosas van de otra manera, por casualidad, como si tuvieran una vida independiente, capaz de liberarse de la correa racionalista con la que creemos poder gobernarla a voluntad. Lo que observamos ya no es la realidad objetiva y objetivada, inmóvil y separada de nosotros. En ella, el observador y lo observado crean una mente más allá del control que ambas partes pretenda: sujeto-materia-energía son un único organismo. En ella reina el equívoco que, por alegoría, corresponde a una partícula —que es nuestra afirmación— que, según el destinatario, adquiere un significado u otro. Es decir, de acuerdo con la física cuántica, es visto por el observador/destinatario como una partícula o una onda.
En el conocido ámbito humanista libre, o sea, del absolutismo cultural del racionalismo y de la lógica aristotélica, podemos observar comportamientos y realidades ilógicos e inmateriales, que la estupidez racionalista pretende erradicar y a los que siempre culpabiliza, como si la vida pudiera acabar en su administración. En física cuántica, el entrelazamiento es el término utilizado para describir la comunicación que tiene lugar sin los soportes de la física clásica, que son considerados indispensables. A distancias siderales, dos elementos reaccionan simultáneamente, provocados por el mismo estímulo. Esto significa que la verdad del tiempo lineal y uniforme no es cierta y que no hay distancia entre los elementos de la manifestación.
La Magia
Antes de la ciencia moderna, teníamos las tradiciones sapienciales y de la magia, que, como era de esperar, se define a sí misma como la ciencia suprema.
La magia es consciente de las fuerzas sutiles que mueven los pensamientos, los sentimientos, el comportamiento, las emociones. Solo un puñado de científicos, como Ilya Prigogine, David Bohm, Gregory Bateson o Fritjof Capra, han estado a la altura de reconocer el mérito de la investigación sapiencial. Lo que ahora se está descubriendo, la mayoría presume de ser una exclusiva personal. Esta es una actitud que ciertamente coarta la apertura necesaria para acceder al infinito y a lo eterno.
¡Cosas de ellos —elitistas—; pero también nuestras, puesto que es cultural!
Se trata de fuerzas sutiles que en la magia negra permiten la dominación sobre el otro; y en la magia blanca, el bien común. Uno es practicado por interés personal, el otro es realizado en nombre de una belleza deliberada que conmueve el espíritu de algunos de nosotros.
En la magia, lo ilógico, lo irracional, lo imposible no son más que categorías oscuras, ya que el materialismo que las genera es incapaz de arrojar luz. A pesar de todo, son fáciles de desentrañar una vez que se es consciente de que el punto de atención es un vínculo que impone una determinada realidad. Llegar a ser capaz de captar el punto de atención del otro permite concretizar las dos magias: una para subyugar, la otra para emancipar.
En el experimento del gato de Erwin Schrödinger de 1935, el científico austriaco nos dice que si abrimos la caja en la que yace un gato y hay un artilugio que puede matarlo, podríamos encontrarlo vivo o muerto con igual probabilidad. La conjetura está relacionada con el relativismo cuántico, según el cual el estado de un elemento no puede determinarse a priori. Este adopta un valor definitivo solo al abrir la caja. Algunos lo encontrarán vivo, otros muertos. Si, desde el punto de vista mecanicista, el doble epílogo es imposible, para la magia es lo corriente.
Es común que la realidad esté en la relación y que su descripción no sea más que nuestra emanación con la que la creemos al mismo tiempo. Esto significa que hay una realidad o no, según quien la conciba.
«Todo es energía; y esto es todo lo que existe. Sintonízate con la frecuencia de la realidad que deseas y la obtendrás. No hay otro modo. Esto no es filosofía; esto es física.» Albert Einstein
El valor de la filosofía que se puede extraer de las observaciones cuánticas no es el de reelaborar el conocimiento de las tradiciones a través de su lenguaje, sino el de reconocer la dinámica indeterminable en la realidad para que el absolutismo del racionalismo vuelva a su papel parcial y administrativo, dejando todas las puertas abiertas al conocimiento del mundo de las correlaciones. Haciendo de este modo, se aumenta la posibilidad de crear una situación favorable para dar lugar a una cultura en la que la tolerancia y el amor tengan un mayor poder emancipador frente al dominio de la descomposición, el análisis, el orden, las categorías, las clasificaciones y las evaluaciones. Todas las buenas obras —excelentes en el ámbito administrativo, pero desastrosas en el relacional— pretenden reprimir el infinito que hay dentro de nosotros, es decir, el potencial para captar la energía cósmica, su flujo, su metamorfosis.
«Tengo 3 ojos: 2 para mirar, 1 para ver.»
Del volumen que todo lo contiene podemos extraer toda realidad, incluida la inalcanzable lógica y racionalmente, la que no tiene forma ni fondo, la que a cada intento de definirla hace saltar hacia delante, como si se burlara de la ineptitud de nuestras trampas; esa realidad que solo la magia y la física cuántica permiten aprehender, por su capacidad de captar que mente-materia-energía son la trinidad de un solo ente.
He aquí las notas sobre el artículo de Guido Dalla Casa, un investigador de la ecología profunda, y más allá.
Notas sobre La CIENCIA y la MAGIA
El Principio de Incertidumbre fue formulado por primera vez por Werner Heisenberg en 1927. Fue convalidado por Niels Bohr, que en aquella época ya era una autoridad en el campo de la Física, quien apoyó la versión (luego siempre confirmada) de que la indeterminación no era una falta de precisión de nuestros instrumentos o sentidos, sino una característica inherente a toda la Naturaleza y a todos los fenómenos. También lo enunció el físico austriaco Erwin Schrödinger, que fue capaz de formular la ecuación (que lleva su nombre) con la que es posible describir la probabilidad de encontrar una “partícula” en movimiento. Posteriormente, con los sistemas más complejos, incluso esta tenue previsibilidad ha desaparecido. Con el pasar de los tiempos, el curso de un fenómeno se vuelve completamente imprevisible, incluso en teoría. ¡Se han acabado el determinismo y el mecanicismo! En esencia, este principio establece el hecho de que la mente (la observación) es inseparable de la materia-energía (lo observado); la distinción no tiene sentido.
Es interesante observar que este principio se ha extendido a otros pares de magnitudes (además del original momento-posición); la más notable es el par materia-energía/tiempo. Si busco el tiempo exacto, entonces la así denominada “partícula” es completamente indeterminada, es decir, no puede ser definida de ninguna manera; es un “fantasma” (un vacío cuántico).
El fenómeno del entrelazamiento, que ha sido demostrado muchas veces, supone el fin de las llamadas “teorías realistas locales”, que siempre se han apoyado en la física clásica (y también en la relatividad). En esencia, las acciones instantáneas son posibles a cualquier distancia. ¡Estas son las acciones permitidas por la magia! Si dos “partículas” han estado de alguna manera “en contacto”, lo estarán para siempre: nada es separable.
Con respecto al gato de Schrödinger: en esa hora, entre romper/no romper el frasco de cianuro y abrir la caja, el gato debería estar en posición de vivo-muerto. La lógica aristotélica está superada. Recientemente, el físico italiano Carlo Rovelli formuló una solución interesante: ¿quién tiene la condición de observador? Según una de sus expresiones, «el observador puede ser también un fotón»; dicho con otras palabras, no hay objeto, no hay entidad, solo existen correlaciones.