El Amor es el Motivo universal

El Amor es el motivo de la Vida que se halla en la base de toda la Creación, es el Imán cósmico, el océano ilimitado y luminoso «que mueve el sol y las demás estrellas».

«El amor fue el motivo que impulsó la manifestación; y es el amor el que mantiene todo en orden sucesivo; el amor conduce a todos por el camino del retorno al seno del Padre; la final, es el amor el que perfecciona todo lo que existe. Es el amor el que construye las formas que acunan temporalmente la vida interior oculta;  el amor es la causa de la destrucción de estas formas y de su completa destrucción para que la vida pueda seguir avanzando. El amor se manifiesta en todos los planos como el estímulo que impulsa a la Mónada [identidad espiritual] en evolución hacia su meta; el amor es la clave del reino de los Devas [ángeles y elementales] y la razón de la reunión final de los dos reinos [humano y dévico] en el Hermafrodita divino. (…) El amor forma la envoltura e inspira la vida; el amor promueve el avance de la vibración del Logos [del Logos o Señor solar] que transporta todo en su camino, llevándolo todo a la manifestación perfecta.» [1]

El Amor es el principio rector y creador que este sistema solar debe realizar en su actual segunda encarnación.

Así que solo podemos dirigir nuestros corazones llenos de gratitud al Amor: el sonido perfecto del Espacio, la canción que forja toda la vida en vuelo en el plano solar, el latido que promueve el avance e inspira a las criaturas a entrelazar sus destinos para servir al propósito del Logos Solar, el Rayo azul que adorna los mundos y revela la gloria resplandeciente del Cristo cósmico. El Amor es la causa y el sello de toda la Obra.

Es a través de la Voluntad de Bien que el poder del Amor, la energía del segundo Rayo divino, puede expresarse; el Rayo que «determina tanto la cualidad como la finalidad del Logos solar. Cada unidad de vida y cada forma manifestada están regidas por el segundo rayo. Fundamentalmente, la energía del amor, sabiamente expresada, es la línea de menor resistencia para las vidas manifestadas en nuestro sistema solar. Este rayo cualifica la vida de todos los planetas y el amor magnético y atractivo de Dios impregna Su creación; surge en la conciencia y determina el objetivo de todas las formas en evolución. Por lo tanto, cada ser humano, en su conjunto, vive en un universo y en un planeta que es objeto del amor y del deseo constantes de Dios y que (como resultado de ese amor) es atraído y a su vez atrae.» [2]

«(…) en el corazón del átomo más diminuto está buddhi [Amor-Sabiduría] o lo que en este sistema se llama Fuego Eléctrico. Pues, la vida central positiva de cada forma no es más que una expresión del Buddhi cósmico y la efusión de un amor que tiene su fuente en el Corazón del Logos solar y este a su vez es un principio que emana de AQUEL QUE ESTÁ POR ENCIMA DE NUESTRO LOGOS, AQUEL DE QUIEN NADA PUEDE DECIRSE. (…)» [3]

La chispa eléctrica del corazón, la luz central, la hija y flor del Fuego solar, es la clave para comprender «la meta de la evolución que para nosotros es el amor dominado por la inteligencia, o la inteligencia dominada por el amor.» [4] Encender el corazón y crear por amor es el proceso que transforma la vida en la tierra, que motiva al buscador a cooperar en los planes de desarrollo según la ley superior, la Ley que hace que todas las cosas sean buenas.

«Amaos los unos a los otros como yo os he amado» afirmó el Cristo: «El mayor de una gran familia de hermanos.» «La primera flor de la planta humana», una fuente inagotable de inspiración para crear las relaciones correctas en la cadena infinita que une a los creadores menores con los Mayores y restablecer el Plan de Amor y Luz en la Tierra. «Es la unificación vista desde el principio, eternamente presente en la Mente de Dios, abarcando pasado, presente y futuro con Su voluntad.» [5]. «Aunque el Cristo pudo afirmar “Yo soy la luz del mundo”, en Su manifestación fue aún más lejos y ofreció una visión de lo que nos espera, pues demostró la luz del alma y señaló el futuro, presentando así lo que puede ser, ya que ha desencadenado el principio cósmico del amor en la Tierra. El Amor es un aspecto del querer (…). Es la voluntad de atraer hacia sí o en sí y, cuando se ejerce sobre lo que no es material, reaccionando a la mente diferenciadora, se llama Amor. Pero la humanidad debe ver lo que debe amar, antes de que nazca en ella ese poder de la voluntad. Entonces la visión puede manifestarse y expresarse como un hecho. Por lo tanto, la obra maravillosa del Cristo, el Señor del Amor, se destaca en nuestra conciencia. Él dejó claro que el amor que demostraba era un aspecto de la voluntad, que vibraba en el segundo rayo; liberaba poderosamente el principio cósmico del amor en el mundo.» [6]

«Quien quiera contribuir al desarrollo gradual, ordenado y universal debe, por tanto, examinar su propio motivo (primer rayo), para no oponerse al Bien común. Si lo miramos bien, esta es la primera necesidad (ya que todas las demás dependen de ella); y el motivo está inscrito, de forma indeleble, en el Libro de la Vida.» [7]

Un corazón consagrado a la Voluntad de Bien habita en la belleza del Ser, se abre a la Sabiduría ilimitada y conquista la capacidad de leer y escribir en el Libro de la Vida.

«Los pensamientos emitidos por el hombre evolucionado no se quedan vagando en el Espacio (…); se precipitan hacia esos centros ardientes donde, por similitud, son atraídos y vierten en ellos su energía. Por otra parte, los pensamientos transmiten las cualidades que el empeño (el motivo) evoca del Espacio. Se trata, pues, de un proceso dual, en el que el pensador creador atrae hacia sí energías según la cualidad de su empeño y, a través de sus formas de pensamiento, las distribuye a los centros pulsantes de igual atracción. No necesita saber dónde están estos últimos, ni cuáles son; le basta con derramar su beatitud fundamental en el Infinito.» [8]

La responsabilidad asumida deliberadamente es el gran motivo y la medida de nuestras acciones.

La responsabilidad asumida por los Discípulos de servir a la Humanidad como un único Servidor es el faro que abre a comuniones de gran belleza, es una órbita radiante que conscientemente entrelazada con la órbita de otras jerarquías planetarias y solares conduce al triunfo de la Unidad.

Para aprender el arte de la navegación celeste, captar los plazos decisivos para la evolución humana e imprimir el toque de amor en la partitura de la obra común, es imprescindible observar y estudiar los compases del ritmo solar. «Los propios planetas demuestran su libre obediencia a la ley solar, así como el fruto de su disciplina voluntaria, ya que son las sedes de evoluciones ordenadas que toman toda vida e impulso de la misma fuente. Estudiar los ritmos de los planetas y sus cualidades es, por tanto, un segundo paso: se amplían los conocimientos, se multiplican los detalles, todo se vuelve más comprensible y se descubren nuevas energías aprovechables.» [9]

Con el Amor, el Imán que mueve los mundos, y en perfecta fusión con el espíritu de los Grandes Portadores del Bien, podemos crear las causas del futuro, realizar la parte del Plan intuido para la Humanidad y regenerar el mundo. «(…) el Cristo, el Buda y sus mejores discípulos no utilizaron fórmulas mágicas, sino que actuaron y crearon en perfecta fusión con el espíritu. (…) ¿De dónde sacar la fuerza y la sabiduría [para poder regenerar el mundo]? Unidos al Gran Espíritu, conociendo la causa y el motivo, construimos una consecuencia inmediata. Evocamos a quienes ya recorrieron el gran camino de la comprensión y la responsabilidad personales. Y nuestros llamamientos, a través de miles de manos levantadas, llegan hasta ellos.

(…) la unidad mueve rocas. Deseando el bien, aceptamos el legado de los Grandes Portadores del Bien. (…) Y con todo cuidado colocaremos la trama de las escrituras en el tesoro, pues vamos a las Fuentes. (…) Así que tu espíritu ha abrazado la misión. (…) En medio de la vida vamos y venimos a ustedes, Hermanos Mayores, para recibir los tesoros atesorados por ustedes, acumulados por nosotros, mientras ascendemos al sencillo Templo del Espíritu supremo.» [10]

El Amor es el Motivo universal.

   El Amor es el Sello de la Obra.

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Nota: Este artículo se publica con motivo de la conjunción de hoy entre la Tierra, la «esfera de la experiencia», y Saturno, «la Inteligencia Motriz del Proyecto Solar», que brinda a la humanidad la oportunidad de aprender a Pensar por Amor.

[1]   Tratado sobre el Fuego Cósmico, A. A. Bailey; vers. ingl. p. 594.
[2]   Psicología Esotérica I, A. A. Bailey; vers. ingl. p. 334.
[3]   Tratado sobre el Fuego Cósmico, A. A. Bailey; vers. ingl. p. 1226.
[4]   Tratado sobre el Fuego Cósmico, A. A. Bailey; vers. ingl. p. 576.
[5]  Astrología Esotérica, A. A. Bailey; vers. ingl. p. 597.
[6]   Ídem, vers. ingl. pp.  623-4.
[7]   E. Savoini, Commento a Infinito II § 506, [solo en italiano].
[8]   Ídem, § 516-517.
[9]   E. Savoini, Libro dei Rituali, p. 28, [solo en italiano].
[10] Hojas del Jardín de Morya II, “Iluminación”, § 114.

Consultar el artículo No hay Amor sin Armonía, ni Armonía sin Amor.


 

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