La Energía causal: la Voluntad

Como ya hemos escrito varias veces en estas páginas, la acción de gobernar hace uso, en todos los niveles, de la energía del primer aspecto de lo divino: el primer Rayo de Voluntad y Poder —que para nuestro universo local procede de la estrella Merak de La Osa Mayor— es transformado por tres constelaciones del Zodíaco (Aries, Leo, Capricornio), y se ancla en el centro de la cabeza planetaria (Shamballa), la sede de la Voluntad directiva y del Gobierno real del planeta, al que debería referirse el Gobierno mundial de la Humanidad de la nueva Era, para alinearse con la cadena infinita de gobierno que une los mundos.

Desde un punto de vista etimológico, la palabra ‘Voluntad’, el agente de la Vida, ha sido definida como «la energía causal».

«La energía de la Voluntad es la más poderosa de todo el esquema de la existencia planetaria. Se llama la “Fuerza de Shamballa” y es lo que mantiene vivas todas las cosas juntas. En realidad, es la Vida misma. Esta fuerza vital o Voluntad divina (que lleva a cabo la intención divina) es el medio por el que Sanat Kumara (el Señor del Mundo) logra Su propósito.

Se dice que el Señor del mundo es el único depositario de la voluntad y del propósito de Su velada alma cósmica. Estas dos palabras —voluntad y propósito— no tienen el mismo significado. Sanat Kumara y Su Consejo en Shamballa son los únicos seres en nuestro planeta que saben exactamente cuál es la naturaleza del propósito divino. Es su función y obligación realizar ese propósito en la manifestación, y lo hacen mediante el uso de la voluntad. La voluntad siempre pone en práctica el propósito.

El centro etérico que es el depositario del aspecto voluntad de la divinidad innata está situado, en el hombre, en la base de la columna vertebral; este puede funcionar correctamente y ser el agente de la voluntad divina solo después de la tercera iniciación. El centro de la cabeza es el custodio del propósito; el centro en la base de la columna vertebral indica la voluntad que lleva a cabo el propósito. El propósito es revelado lentamente al iniciado durante las cinco iniciaciones finales y esto solo es posible después de la iniciación de la Renuncia. En ese momento el iniciado dice al unísono con el gran líder de la Jerarquía, el Cristo: “Padre, no se haga mi voluntad, sino la Tuya”. (…)» (1)

«El discípulo sabe o está aprendiendo a saber que él no es esto o aquello, sino la Vida misma. No es el cuerpo físico o su naturaleza emocional, ni en último análisis (frase muy esotérica), la mente o aquello por cuyo medio él conoce. Está aprendiendo que eso también debe ser trascendido y superado por el amor inteligente (que solo es posible después de que la mente se haya desarrollado) y comienza a conocerse como alma. Posteriormente llega el terrible “momento en el tiempo”, cuando pendiente en el espacio descubre que él no es el alma. Entonces, ¿qué es?: Un punto de la divina voluntad dinámica centrado en el alma, que llega a la conciencia del Ser a través del uso de la forma. Él es la Voluntad, el regidor del tiempo y organiza, en el tiempo, el espacio. Esto lo hace teniendo siempre presente que el tiempo y el espacio son “juguetes divinos” y pueden utilizarse o no a voluntad.

Podríamos exponer las dos últimas frases de esta regla de la manera siguiente: la evocación de la voluntad implica la identificación con el propósito mayor. La pequeña voluntad de las pequeñas vidas debe fusionarse con la voluntad mayor del Todo. El propósito individual debe identificarse con el propósito grupal, que constituye la medida del propósito del Todo o Vida Una, que las pequeñas vidas pueden captar en cualquier momento dado, en tiempo y espacio. (…)

A la larga, precisamente cuando se haya recorrido el camino de la iniciación hasta su final, solo quedará el Propósito divino y la Vida que todo lo impregna y que materializa el plano en el tiempo y el espacio. Este es el resultado de la gran Rueda de la Vida que también provoca la rotación de las ruedas menores.

Mientras tanto, el ser humano se ve impulsado primero por el deseo, luego por la aspiración a una meta vislumbrada, después por su voluntad egoísta que le revela la naturaleza de la voluntad: la aplicación perseverante a una meta que parece deseable y a la que apunta todo esfuerzo. Después de haber agotado todos los propósitos tangibles, la vida interior obliga al hombre a volverse hacia lo intangible y la cualidad de su voluntad comienza a cambiar. Descubre una voluntad mayor que la suya y lentamente comienza a identificarse con ella, progresando de etapa en etapa, desde un propósito realizado a uno más elevado; y cada paso lo aleja más y más de su propia supuesta voluntad y lo aproxima a una comprensión de la voluntad o propósito divino.

Podría decirse que al llevar a cabo el plan, el discípulo aprende la naturaleza del propósito, pero que el propósito en sí solo puede ser captado por quien está desarrollando la conciencia monádica. La conciencia monádica no es la conciencia como la entienden los seres humanos; es un estado de comprensión que no es conciencia o comprensión como el místico siente, o identificación como lo define el ocultista, sino algo que aparece cuando estos tres son comprendidos y registrados en un momento de tiempo dentro de la órbita del espacio.» (2)

«En el camino de la iniciación, la voluntad monádica (de la que la voluntad egoica es el reflejo y la voluntad individual egoísta es la distorsión) se transmite gradualmente de forma directa al hombre en el plano físico a lo largo del Antakarana. El resultado es la asimilación de la voluntad individual y egoísta al propósito de la Mónada, que es el propósito constante e inalterable de Aquel en quien tenemos la vida, el movimiento y el ser.» (3)

«La voluntad es fundamentalmente una expresión de la Ley del Sacrificio; según esta ley, la unidad reconoce la responsabilidad, se identifica con el todo y aprende el significado esotérico de las palabras: “No poseer nada (sacrificio) y sin embargo poseer todo (universalidad)”. Por lo tanto, se abandona todo para poder sostener todo y utilizarlo para el bien de todos (predomina la voluntad de bien). Esta comprención de la identificación tanto con la parte como con el todo encuentra su punto de tensión en la voluntad de ser, que está cualificada por la voluntad de bien y se desarrolla, desde el punto de vista de la conciencia, por la voluntad de conocer. Se trata, en efecto, de tres aspectos de la voluntad divina que existe en su perfección en el Logos solar y encuentra sus medios de expresión a través del Logos planetario.» (4)

«El aspecto de voluntad de la divinidad solo puede expresarse a través de la humanidad porque el cuarto reino de la naturaleza está destinado a ser el agente de la voluntad para los tres reinos subhumanos. Por lo tanto, era esencial que el espíritu de inclusión y la tendencia a la identificación espiritual se desarrollaran en la humanidad como paso preparatorio para el desarrollo de la respuesta al propósito divino.

Es absolutamente esencial que los discípulos del mundo desarrollen la “voluntad de bien” para que la buena voluntad pueda ser expresada por todos los estratos de la sociedad humana. La voluntad de bien de los conocedores del mundo es la simiente magnética del futuro.

La “voluntad de bien” es el aspecto Padre, mientras que la buena voluntad es el aspecto Madre, y a partir de su relación se puede fundar la nueva civilización, basada en correctas ideas espirituales, pero totalmente diferentes. Esto significa que habrá que nutrir dos aspectos del trabajo espiritual en el futuro inmediato, porque de ellos depende la esperanza de felicidad y paz mundial en un futuro más lejano.

Hay que llegar al nuevo grupo de servidores del mundo y desarrollar la voluntad de bien en sus miembros; simultáneamente hay que llegar a las masas con el mensaje de buena voluntad. La voluntad de bien es dinámica, poderosa y eficaz; se basa en la comprensión del plan y la respuesta al propósito tal y como lo perciben los iniciados, en contacto consciente con Shamballa, o los discípulos que forman parte de la Jerarquía de manera similar, pero que aún no son capaces de establecer contacto con el Propósito o la Vida central.

La buena voluntad surge del amor, la otra del reconocimiento de la universalidad de la vida; una es una expresión de la conciencia y la vida de Cristo, la otra responde a la influencia monádica; pero ambas son una.» (5)

«El principal tipo de energía utilizado hasta ahora por la Jerarquía es la energía del amor. Ahora hay que añadirle la energía de la voluntad vivificadora. Habrá que probar nuevas formas, nuevos enfoques de los problemas humanos y nuevos métodos de trabajo. (…) Los nuevos métodos y el diferente tipo de enfoque, desde el de la cultura individual hasta el del progreso grupal unido, producirán muchos tipos de desarrollo. Esta forma diferente de abordar los mismos problemas fundamentales es la que subyace en las nuevas habilidades que surgen entre los discípulos y que permite a los experimentados trabajar con gran rapidez y con una fuerza vital inusitada. (…)

Es a través de los discípulos que el Nuevo Grupo de Servidores del Mundo se coloca bajo la influencia templada de Acuario; esto es una cuestión individual que depende en gran medida del punto de evolución. Algunos miembros de este grupo no responderán en absoluto, no les es posible. Otros serán tan receptivos como su estado espiritual lo permita. Esta afluencia de energía acuariana es uno de los factores que permitirá al Cristo completar su tarea como Salvador del Mundo y como Maestro del Mundo.» (6)

Así que aprendamos a trabajar con “Voluntad de bien” a fin de preparar el camino para el Maestro que viene y para construir la pista del nuevo Gobierno mundial del planeta.

El espíritu del Cristo sopla sobre el desierto de la vida,
así como el agua de un manantial se abre paso entre las rocas.
En el cielo estrellado se irradia en miríadas de luces,
y se lanza a lo alto del tallo de cada flor.

(Hojas del Jardín de Morya I, § 72)


Notas:

  1. Los Rayos y las Iniciaciones, A. A. Bailey, pp. 847-8, Ed. Sirio; vers. ingl., pp. 714-5.
  2. Los Rayos y las Iniciaciones, A. A. Bailey, pp. 142-6, Ed. Sirio; vers. ingl., pp. 107-110.
  3. Los Rayos y las Iniciaciones, A. A. Bailey, p. 50, Ed. Sirio; vers. ingl., p. 31.
  4. El Discipulado de la Nueva Era II, p. 239, Ed. Sirio; vers, ingl., pp. 269-270.
  5. Los Rayos y las Iniciaciones, A. A. Bailey, p. 145, Ed. Sirio; vers. ingl., p. 110.
  6. Los Rayos y las Iniciaciones, A. A. Bailey, pp. 290-1, Ed. Sirio; vers. ingl., pp. 231-2.

Nota: Este artículo ha sido traducido del original en italiano; consultar aquí.

Marcar el Enlace permanente.

Deja un comentario