Una mirada desde la Cumbre del Año 6.1

He aquí que estamos en el solsticio de verano. El sol ha llegado al clímax de su aparente viaje anual y, por un momento intemporal, se detiene. En ese resplandor, en la cumbre del ciclo, agucemos nuestra mirada para abarcar otras cumbres pasadas y futuras, que se sintetizan en esta.

Acabamos de entrar en el sexto septenio del Plan, que comenzó en el solsticio de invierno, cuando las energías del Cinco dieron paso a las del Seis. Por lo tanto, estamos empezando a explorar y experimentar intensamente la vida y la obra del sexto Rayo creador, precisamente en el momento mágico en el que su actual ciclo manifestado (subciclo del mayor) está menguando. Por consecuencia, podemos captar mejor su esencia y su «perfume», observar sus frutos, sabiendo que sus energías, ahora parcialmente inmanifestadas, son cada vez más poderosas y empiezan a preparar, en un sentido oculto, las conciencias humanas para el establecimiento progresivo de la próxima raza, la sexta, que, según el Maestro Tibetano, estará centrada en el nivel intuitivo y cuya ley será la de la Comprensión amorosa.

En la actualidad, la Humanidad —que se encuentra en la cima de la quinta raza (en su quinta subraza)— se está asentando en el nivel mental, aunque lo emocional, regido por el sexto Rayo, sigue desempeñando un papel muy importante en la vida ordinaria; en cambio, los discípulos e iniciados se centran principalmente en el plano intuitivo. Esto demuestra que cada ciclo prepara, en todos los niveles, los siguientes y trae consigo los anteriores, cuyos efectos aún no están suficientemente anclados en las conciencias, y reiteran sus lecciones de vez en cuando.

El Sexto Rayo de Idealismo Abstracto y Devoción es el que más ha influido en nuestra actual civilización occidental en los últimos dos mil años.

«(…) El mantra que define su propósito es diferente de los demás y podría expresarse más o menos así:

La cruzada ha comenzado. Los guerreros marchan. Aplastan y matan todo lo que impide su camino; pisotean todo lo que se yergue ante su camino. Marcha hacia la luz.

El trabajo sigue adelante. Los trabajadores cubren sus ojos por compasión y por temor. El trabajo es lo único de valor. La forma debe desaparecer para que el espíritu amoroso pueda descansar. Nada puede detener el progreso de los trabajadores del plan. Inician el trabajo asignado con himnos y cantos.

La cruz se erige en lo alto; la forma es colocada allí, y en esa cruz tiene que entregar su vida. Cada uno construye una cruz que forma la cruz, y asciende a la cruz.

A través de la guerra, del trabajo, el dolor y la fatiga, se realiza el propósito. Así lo expresó el símbolo.

Se observará en qué forma este propósito produce su liberación cuando el hombre se lo aplica a sí mismo. Cuando el hombre lo aplica al hombre produce la corrompida y terrible historia de la crueldad del hombre contra el hombre. (…)» (Psicología Esotérica I, A. A. Bailey, pp. 98-9; Ed. Sirio; vers. ingl. pp. 79-80)

Estas indicaciones, tomadas de la Enseñanza del Maestro Tibetano, nos muestran cómo la batalla, la «guerra santa», ha sido la nota clave de la era de Piscis (vector del 2.º y 6.º Rayos), ya casi pasada totalmente. Es la evidencia en el plano físico de la inflexibilidad del alma hacia la forma para purificarse y sublimarse, y de la resistencia de esta que no quiere rendirse. En el actual tiempo de transición entre las energías de Piscis y las de la era que surge, Acuario, la lucha se intensifica en todos los frentes: los de las guerras destructivas a sangre y fuego y los de las guerras de opinión, desencadenadas por la sobreabundancia de información y contrainformación que circula por el mundo y que, sobre los temas más diversos, atraen los partidismos opuestos que, al radicalizarse, producen fracturas en el tejido social humano; pero impulsan a quienes están en el Sendero a aprender a «dar al César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios», eligiendo con determinación el camino del Cielo, el que pasa entre las dos grandes líneas de fuerza.

Al mismo tiempo, hay que considerar que el sexto Rayo trajo la visión de los Valores Ideales. De hecho, encarna «el principio de reconocimiento. Con esto quiero significar la capacidad de ver la realidad ideal que reside detrás de la forma; implica que se debe aplicar en forma concentrada el deseo y la inteligencia a fin de expresar la idea presentida. Es responsable de la mayor parte de las formulaciones de ideas que han hecho avanzar al hombre y de gran parte del énfasis puesto sobre la apariencia que ha velado y ocultado esos ideales. En este rayo —a medida que entra y sale cíclicamente de la manifestación— se lleva a cabo principalmente la tarea de diferenciar la apariencia y la cualidad, que tiene su campo de actividad en el plano astral. (…)» (Psicología Esotérica I, A. A. Bailey, p. 71; Ed. Sirio; vers. ingl. p. 52)

También es interesante observar que en este período —después de la considerable cantidad de Enseñanzas transmitidas por los Maestros entre finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX— han sido los discípulos de todos los niveles quienes se han dedicado a guiar y ayudar a los aspirantes, aprendiendo por necesidad a «hacer preguntas al Espacio» y a adentrarse en el mundo de las Ideas. El resultado es una difusión sutil, perspicaz y gradual de conceptos que antes eran considerados esotéricos o específicamente religiosos que (aunque a veces distorsionados) están influyendo en la mentalidad humana general. Cuando los discípulos comprendan que son una sola Entidad, dejando de lado sus personalidades individuales y grupales, y aúnen ordenadamente sus esfuerzos y sus especificidades, la Humanidad dará un paso adelante en la conformación de una nueva Cultura y una nueva Civilización y, por ende, de una nueva Religión universal. Este proceso ya está en marcha y es hora de prepararnos para trazar, en un nivel sutil, los brillantes rasgos distintivos del futuro.

En este primer año del sexto septenio, quienes siguen los pasos del Plan están llamados a reflexionar sobre el esoterismo de la nueva Religión Mundial, es decir, sobre ese tejido sutil y vital de energías y Misterios que sostienen su forma exterior.

Tres son los Misterios fundamentales del Sistema Solar:

  1. El misterio de la electricidad. El misterio de Brahma. El secreto del tercer aspecto. Está latente en el sol físico.
  2. El misterio de la polaridad, o el impulso sexual universal. El secreto del segundo aspecto. Está latente en el Corazón del Sol, es decir, en el Sol subjetivo.
  3. El misterio del fuego en sí, o la fuerza dinámica central del sistema. El secreto del primer aspecto. Está latente en el sol central espiritual.

(…) La electricidad de la sustancia, la electricidad de la forma y la electricidad de la Vida misma deben unirse y fundirse antes de que el verdadero Hombre (ya sea Logos o ser humano) pueda ser un creador.

En esta etapa, el hombre conoce algo de la electricidad de la sustancia y llega a creer en la electricidad de la forma (aunque sigue llamándola magnetismo), pero hasta ahora no sabe nada de la realidad eléctrica de la vida misma. Solo cuando “la Joya en el Loto” está a punto de ser revelada, o el tercer círculo de pétalos está a punto de abrirse, el iniciado comienza a comprender el verdadero significado de la palabra “vida” o espíritu. La conciencia debe estar completamente despierta a fin de poder comprender esa gran cosa energizante de la cual otros tipos de energía no son más que meras expresiones. (…)» (Tratado sobre el Fuego Cósmico, A. A. Bailey, pp. 693-9. Ed. Fundación Lucis; vers. ingl., 871-6)

Es, pues, el Misterio de la Vida, del primer aspecto divino, el que será la piedra de fundación del nuevo enfoque religioso; y es la Voluntad, el agente de la Vida, que reside en el mundo del Ser, la energía que puede iluminarlo. Y esto solo será posible cuando la poderosa energía del Amor, la energía que ha de ser concretizada en este sistema solar, comience a arder constantemente en los corazones de los discípulos del mundo.

La nueva Religión mirará al Cielo interior y exterior y se basará en el reconocimiento y el cultivo de la religiosidad que, de diferentes maneras, vive en el corazón de cada ser humano y que también debe ser justificada por la mente. Entonces, la mente sensible podrá ser activada para comprender el Infinito y la realidad del Espacio vital, el contenedor universal de la Vida y de toda la evolución que sea posible. Será, pues, natural aceptar la idea de que esos centros ardientes que brillan en la noche y que siempre han atraído la mirada de los hombres, guiándolos en sus andanzas terrenales, son la aparición fenoménica de poderes causales, de Logos solares y cósmicos que con sus correlaciones y ciclos determinan la situación energética de este Universo.

Entonces, será lógico pensar que el Zodíaco es nuestro hogar y el horizonte común y que es la Entidad que dosifica el ingreso y circulación de las energías cósmicas dentro del Sistema Solar, para que cada Luminaria (centro vital del Sistema Solar) las reciba adecuadamente templadas, y que este sublime Ser vital es el portador, a través del Sol, de Misterios iniciáticos.

A este respecto, el Maestro Tibetano dice que:

«La sucesión de los Misterios encarnados en cada signo del zodiaco será esclarecida por el Cristo, porque la conciencia de la humanidad actual exige algo más exacto y más real espiritualmente que la astrología moderna, o el pseudoocultismo tan extendido hoy.» (La Reaparición del Cristo, A. A. Bailey, pp. 108-112, Ed. Sirio; vers. ingl. pp. 123-8)

La nueva Religión no tendrá dogmas, ni pomposidad, ni barreras. Será el resultado de la libre actividad del pensamiento de una Humanidad cada vez más unida telepáticamente, y que colaborará con los Maestros de la sabiduría.
«Tarde o temprano, uno por uno, los hombres están llamados a comprender la Vida que los anima. Durante largos ciclos de experiencia, se sienten atraídos principalmente por las cosas del mundo físico, emocional y mental, es decir, por la magia de lo concreto. Entonces se enfrentan al fuego interior y aprenden a utilizarlo. A continuación, descubren el Camino, sus etapas y sus cumbres; absorben los Misterios y los llevan en secreto; y, al final, abandonan el reino humano y son enviados para desempeñar otras funciones.» (Los Misterios, E. Savoini, 2001; documento inédito)

 Cristo en nosotros, certeza de gloria.


 

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