Yo soy la Puerta

A medida que el ciclo anual se acerca a su fin y la Luz toma cada vez más posesión del cielo interior, celebramos la solemne entrada del Sol en Sagitario (1), el Poder que impulsa al buscador de la Verdad hacia el Uno y lo mantiene en el Camino. Al mismo tiempo hacemos resonar con ardor en el Espacio vivo la Afirmación crística asociada a él, como único Servidor planetario. (Ver el artículo introductorio)

Yo soy la Puesta.

El simbolismo de la puerta, a menudo presente en las diversas enseñanzas iniciáticas y también en las tradiciones religiosas, es una fuente de múltiples sugerencias, empezando, banalmente, por su significado como un lugar de paso entre dos experiencias, entre dos mundos, entre una realidad y otra.
¡Y cuántas veces, de nuevo en las Enseñanzas, se insta al peregrino a no detenerse «ante la puerta», sino a ir más allá y cruzar, con un acto de valor y voluntad, esas puertas que, una vez traspasadas, se revelan que son inexistentes!
«¡Qué nuevos caminos se abren para la comunión con el Infinito! Busca estos tesoros: son la garantía de tu progreso. ¿De qué sirve el conocimiento que conduce a puertas cerradas, con el cartel “No se sabe más”?» (2)

Como si dijéramos que la frontera que separa lo visible y lo invisible, lo tangible y lo intangible, e incluso la materia y el espíritu, es una frontera que existe mientras uno esté inmerso en el dualismo, mientras sea preso de las polaridades, mientras se contente con pensar e investigar restringiéndose a lo que ya conoce; Rearmados en la unidad y fuertes en la aspiración que eleva hacia lo desconocido, se cruza cada puerta sin darse cuenta, con pie firme y la mirada vuelta hacia el Maestro.
Consecuentemente, es necesario avanzar: «Con sencillez, con amor, valor y disposición. No es momento de balones inflados; el orgullo está fuera de lugar, sobre todo cuando se piensa en el Cristo que lavó los pies a aquellos pescadores. En la sencillez de la vida, comprendiendo la dignidad de servir al Nuevo Mundo, el amor por lo que es digno abre las Puertas.» (3)
Y es precisamente el Maestro del Amor, Cristo, quien bien puede decir “Yo Soy la Puerta”, ya que a través de él la Humanidad puede pasar al ‘Reino de los Cielos, esa realidad de la conciencia que siempre ha vivido en todos pero que debe ser “conquistada con violencia”.
Es el Evangelio de San Juan (4) el que nos da testimonio de esta afirmación de Cristo que, a través del símil de la oveja y el pastor, se muestra en su función de Salvador y guardián de toda alma humana: “Yo soy la puerta; el que entre por mí, se salvará.”

Dentro de cada hombre hay una “puerta” áurea que permite el paso, que conduce al reino espiritual; una puerta que se abre cada vez que el hombre aspira al Bien, a lo Verdadero y a lo Bello y que, por el contrario, se cierra cada vez que el hombre se pierde en los meandros del egoísmo.

Esa puerta es el Corazón.
El corazón sintonizado con los latidos del Corazón de Cristo, el corazón hecho Uno con el Corazón de Cristo, permite abrir de par en par las puertas de lo finito y deja espacio al Infinito: «Llamamos Infinito a la sucesión de puertas que se abren a nuevas esferas.» (5)
Y es el Infinito la que es, al final, la verdadera puerta por la que debemos pasar para llevar a cabo la Hermandad, horizontal, entre hombre y hombre, y vertical, entre la Humanidad y las “nuevas esferas”; demás está decir que no se debe cruzar ninguna puerta, que el Infinito no está “más allá” de un límite y que, por tanto, solo son los ojos cegados por el polvo del mundo los que no pueden ver lo que es “visible” para el Corazón.

Pero entonces, ¿cómo ver? ¿Cómo proceder? ¿Cómo cruzar el umbral/no umbral?
«¿Cómo se llega hasta las últimas Puertas? Conozcamos las leyes y las señales; no perdamos tiempo; custodiemos la Enseñanza; ¿qué debemos hacer si encontráramos las Puertas cerradas? Volvamos, en respuesta, a los Misterios del antiguo Egipto, que eran ciertamente modos científicos de vida. Sin aminorar el paso, el candidato debía avanzar hacia el Maestro. Delante de él había una línea brillante que debía seguir sin desviarse ni perderla de vista. Las salas que atravesaba estaban iluminadas con diferentes colores. A veces la línea casi desaparecía. Pero, al final, creció en esplendor y como un rayo deslumbrante pasó ante una pesada puerta cerrada. Esta tenía un aspecto infranqueable: no tenía pestillo ni picaporte. Fue reforzada y armada con barras y placas de diferentes metales. Los tímidos de espíritu se desconcertaron y aflojaron el paso; los que conocían la importancia de la inmutabilidad continuaron resueltamente. Y, cuando la encontró con su cuerpo, aquella fortaleza se hizo añicos y él pasó a la última cámara. (…) El símbolo de la pesada puerta cayendo en pedazos es el que mejor ejemplifica cómo se debe actuar. Los sabihondos de hoy se ríen de la idea de romper un muro con la cabeza, pero los antiguos egipcios lo convirtieron en un magnífico símbolo del poder de nuestra naturaleza esencial.» (6)

La Humanidad entera se halla en el umbral de la Puerta del Infinito; empieza a ver su transparencia, empieza a oír la “música de las esferas”, capta destellos de gozo, de belleza, de Armonía. Al llegar a las Puertas oye el Llamamiento cada vez más fuerte y busca con gran dificultad el camino para pasar, sin saber aún que su fuerza reside en su naturaleza esencial, en su chispa divina que, al final, se dirige con ímpetu a la Casa desde la que partió en su aventura humana.
Y Cristo está ahí, a la Puerta, esperando a cada “peregrino” humano.
Es Él quien nos conduce al Padre, es Él quien nos impulsa a ocupar nuestro lugar entre los miembros de la Jerarquía espiritual, es todavía Él quien nos abre las puertas del Mundo del Fuego que arde y vibra en nuestros corazones si solo sabemos escuchar.
«Mucho de lo que se ha dicho sobre el corazón también es aplicable al Mundo del Fuego, pero con especial intensidad. (…) Empezando por las formaciones luminosas ordinarias visibles a simple vista, hasta los complejos Fuegos del corazón, uno es guiado al reino del Fuego.» (7)

Y así, desde nuestra experiencia terrena, debemos emprender los caminos que conducen a Cristo y, desde Él, al Padre.
A partir de la Tierra parten innumerables senderos que conducen a innumerables Puertas, todas abiertas al Infinito; al entrar en esos senderos y atravesar esas Puertas la Humanidad encarnará las pretensiones del Cristo y será, en conciencia y responsabilidad, la Puerta, la Vida y la Verdad, el Hijo del Hombre, el Buen Pastor, la Resurrección, la Luz del mundo, el Pan de la Vida, el Alfa y el Omega, el Nonato. Él puede afirmar Yo soy y, Uno con el Padre antes de que Abraham fuera, ocupar Su lugar en el cosmos.

La Tierra, como Regente esotérico de Sagitario y Regente jerárquico de Géminis, se convertirá a su vez en esa Puerta luminosa y magnética que liberará la Luz y el Amor en todo el Sistema Solar.
 «(…) el regente jerárquico de Géminis es la Tierra, planeta no sagrado. La Tierra también es el regente esotérico de Sagitario, el polo opuesto de Géminis, siendo las únicas dos constelaciones que están regidas por la Tierra, este hecho es de gran significado pues crea una situación poco común en el Sistema Solar y una relación singular. La línea cósmica de fuerza que va de Géminis a Sagitario y en forma inversa, está subjetiva y esotéricamente relacionada a nuestra Tierra, garantizando así el desarrollo de su alma, el desenvolvimiento de su forma como expresión de esa alma y conduciendo inevitablemente a nuestra afligida humanidad en este calamitoso planeta, a la puerta de la iniciación en Capricornio.

En esta afirmación y en el dolor y el pesar, que son cualidades distintivas de nuestra vida planetaria, está oculto un misterioso secreto.

A través de esta relación y por medio de las potencias que afluyen a nuestro planeta, se establece una situación que podría ser expresada con las palabras del Antiguo Comentario:

Cuando las fuerzas duales de los Hermanos cósmicos (Géminis) se convierten en la energía del Uno, el cual cabalga hacia la Luz (Sagitario), entonces la cuarta se trasforma en la quinta. La humanidad, el vínculo, se convierte en la Jerarquía dadora de todo bien. Entonces se regocijan los Hijos de Dios.» (8)

«Caminante, no temas mirar más allá de las Puertas de la Luz.»

(Mundo del Fuego II, § 470)


Notas:

1. Este artículo celebra la entrada del Sol en el Signo de Sagitario. Los vídeos de las Celebraciones rituales en línea de las Entradas en los 12 Signos con las Afirmaciones crísticas están disponibles en la siguiente Lista: Ritual·e · Rituel – Zodiac 2023.
2. Infinito I, § 9, Agni Yoga.
3. Hojas del Jardín de Morya II, “Iluminación”, § 128, Agni Yoga.
4. Evangelio de San Juan 10, 1-10.
5. Infinito I, § 113, Agni Yoga.
6. Hojas del Jardín de Morya II, “Iluminación”, § 352, Agni Yoga.
7. Mundo del Fuego I, § 1, Agni Yoga.
8. Astrología Esotérica, A. A. Bailey; p. 269, vers. ingl., 356.


 

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