El Dinero y la Administración del Hogar común

La Ley de Economía es la tercera ley universal. Rige el aspecto materia de la manifestación, así también como su distribución, asegurando que siempre siga la línea de menor resistencia. De igual modo es la base separativa de la materia atómica.

Es la Ley del tercer aspecto (de la Inteligencia activa), que adapta de la manera más ventajosa, con el menor gasto de energía y con equilibrio y ritmo, todo lo que concierne a la evolución del Cosmos, tanto material como espiritual.

Análogamente, para la Humanidad, la Ley de Economía es la que pretende obtener el máximo resultado con el mínimo esfuerzo y está relacionada principalmente con la circulación del dinero (energía materializada) y con el complejo de recursos económicos de un país.

La etimología del término ‘economía’ habla de «dirección y administración de una casa», como base en las reglas justas.

Hoy en día, el dinero es el gran «objeto de deseo» de la Humanidad ordinaria, que busca por todos los medios acumularlo para satisfacer sus necesidades materiales cada vez mayores. Seguimos necesitando predominantemente «el tener, el poseer»; y solo una pequeña parte de la población mundial está iniciando a dar prioridad a la necesidad de «ser».

En consecuencia, cuando se distorsiona el sentido de la ley cósmica de Economía —al hacer «maximizar los beneficios y minimizar los gastos»—, el resultado de ello es una explotación indecente y sin sentido del trabajo y de los recursos del planeta. En resumen, estamos cortando el árbol en el que estamos sentados y el que nos alimenta.

También hay que tener en cuenta que una parte importante de la circulación del dinero está alimentada por los juegos bursátiles y la especulación financiera, que si bien pueden aumentar el capital disponible para la inversión, no dejan de provocar trastornos cíclicos que afectan a todo el mundo, pero especialmente a los sectores más débiles de la población. A todo esto también contribuye la reciente invención de la moneda digital, la criptomoneda, que se nutre de pura especulación y que, sobre todo, necesita mucha energía para operar las megacomputadoras utilizadas para analizar la miríada de datos que permiten a los gestores «apostar por las cartas correctas».

Por lo tanto, la actitud hacia el dinero tendrá que cambiar realmente para construir unas nuevas Cultura y Civilización, en las que la igualdad de los recursos planetarios será la norma. Entonces, la energía-dinero se utilizará esencialmente para resolver los problemas económicos del mundo. Por otra parte, hay que decir que incluso hoy los discípulos, o en todo caso aquellos cuya conciencia ya no está ubicada en el plano del deseo, utilizan el dinero, sobre todo, como medio para apoyar a los que trabajan por el Bien común, para realizar los proyectos evolutivos y para hacer madurar los planes de la Jerarquía, en la medida en que estos son percibidos.

En este paso de era entre Piscis y Acuario, un signo que lleva consigo el poderoso y decisivo valor de la Hermandad, empezamos a comprender que nadie es rico si alguien es pobre y que la pobreza no se combate simplemente repartiendo fondos que no resuelven los problemas estructurales de las poblaciones (y que muchas veces esconden intereses depredadores de los recursos naturales de los países a los que dicen querer ayudar), sino con la educación, la  reciprocidad y la colaboración, reconociendo que todos los hombres tienen los mismos derechos y deberes: todos deben poder abastecerse fácilmente de alimentos y agua, tener un hogar digno, una educación adecuada, un trabajo digno, igualdad de oportunidades para cuidarse y participar en la vida social.

Es necesario comprender que la Tierra es de todos y que las fronteras son el legado de un pasado brutal de batallas, conquistas y particiones que, sin embargo, han hecho aflorar una gran riqueza de lenguas, tradiciones y culturas diferentes, que han permitido a los pueblos afirmar su identidad, para poder decir: «Yo soy».

Ahora es el momento de poner estas preciosas peculiaridades al servicio de un “Yo” mayor y más elevado y empezar a sentirnos realmente ciudadanos del planeta y habitantes del Sistema Solar, para construir una forma de pensamiento luminosa que apoye el surgimiento de una nueva Cultura y una nueva Civilización panhumanas.

En un mundo unificado, en el que el Gobierno estuviera vinculado interiormente al Gobierno real del planeta y la política siguiera de manera creativa sus directrices adaptándolas a las situaciones contingentes, en el que la Educación fuera perenne, permitiendo a cada persona sacar y aprovechar al máximo, dentro de la comunidad, sus cualidades e inclinaciones, la Economía tendría la tarea de iluminar el propósito del Gobierno, nutrido por la Educación, y traducirlo en proyectos para promover la evolución general, utilizando los mínimos medios para obtener el máximo resultado, poniendo así en movimiento las tres energías fundamentales del Universo, a saber: el Poder, el Amor y la Luz.

«La Economía del futuro se entendería, entonces, ya no como un recurso humano, sino como una ley ineludible del Sistema Solar, y se afirmaría la idea de que para gestionarla hay que focalizarse en el más alto nivel y tener en cuenta muchos factores que hasta ahora son ignorados.» (1)

El Maestro Tibetano dice que la Hermandad podrá establecerse dentro de la Humanidad en unos 700 años. Es mucho tiempo desde nuestro punto de vista; pero también es poco tiempo para ver cambios tan radicales en la conciencia, aunque los tiempos se aceleraran cada vez más. Por lo tanto, es menester empezar desde ahora a orientar las conciencias hacia el futuro, tener el deber de ayudar a construir la parte que nos compete.

Hemos de comprender así que la Tierra no pertenece a nadie, pero que puede ser confiada a quienes la cuidan según los principios de la equidad y la belleza, siguiendo un plan de desarrollo mundial que evalúe cuidadosamente la gestión de los recursos de todos los reinos de la naturaleza, de los que somos responsables, sobre la base del respeto a cada uno de ellos.

Hoy, nuestro bello Hogar común —maltratado, mancillado, empobrecido, contaminado— empieza a no aguantar más: cada año ya estamos consumiendo más de los recursos que se pueden reponer el año siguiente. Por consiguiente, es urgente volver al sentido primario de la Economía. Es una empresa enorme, porque el cambio de rumbo debe evitar o tratar de mitigar la desorientación de muchos, los posibles trastornos financieros y estructurales y la previsible resistencia de quienes se lucran con la gestión actual de sus actividades; pero ya no se puede posponer, y no podemos seguir descargando nuestros errores en las generaciones futuras.

Son precisamente los jóvenes —los de la Generación Y, también conocida como Generación del milenio o milénica—, los que hoy exigen este cambio, y lo hacen de una manera quizá ingenua pero decidida, sin sujeción pero sin violencia, respetando las reglas. No pueden dar soluciones realistas, no es su tarea; pero lanzan un llamamiento claro, sacuden las conciencias indiferentes, llaman a todos a la acción: ¡Ya, ahora!

Si la Humanidad iniciara a soñar con gracia el futuro y a conformarse incluso con pequeñas acciones cotidianas, el presente comenzaría a ser diferente, más luminoso, más atractivo y posible. Sin embargo, hay que hacerlo con los ojos abiertos, sabiendo bien que las fuerzas adversas están siempre dispuestas a infiltrarse por las fisuras de nuestro egoísmo y separatismo, pero procediendo impertérritos e imperturbables hacia la luz, multiplicando por diez las evidencias del Bien (que está destinado a prevalecer) y disminuyendo en la misma medida las del mal, como nos sugieren los Maestros.

La Hermandad —la bandera y base del nuevo mundo— y su confirmación a través de la cooperación humana y jerárquica abren la puerta a la posibilidad de trabajar juntos por el futuro. Hoy no hay futuro, de hecho, para aquellos que quieren construir su propio bien personal o nacional sin pensar en el bien general, sin comprender que solo podemos salvarnos juntos.

La Unión es un gran poder.

«(…) Dejen que los acontecimientos cotidianos se desvanezcan, pero dejen que el futuro país tome forma en el pensamiento. ¿Y qué lava mejor el espíritu que pensar en el bien de los demás? ¿Y qué fortalece mejor la armadura de la perseverancia que el deseo de llevar a otros a la Luz? ¿Y qué sonrisa es mejor que el deseo de ver reír también al último niño? Les exhorto a pensar así en el futuro, a insertar cada día una perla en el collar de la Madre del Mundo. De modo conciso y sencillo, ustedes adornan así el Corazón del Mundo.

Es bueno no hacer comparaciones con el pasado, puesto que los errores acechan en sus pliegues. Se puede navegar a lo largo de las costas exóticas; solo se debe admirar el mundo de luz que se da a todo lo que vive. La luz es el mejor puente entre lo visible y lo invisible.» (2)

«(…) La fuerza radica solo en la unión. Esto se sabe desde tiempos inmemoriales, y sin embargo siempre se lo ha transgredido. La unidad es indispensable para realizar una tarea exigente. Si la humanidad quisiera, podría hacer milagros con sus acciones unificadas. Pero los esfuerzos aislados y torpes para salvar el planeta son demasiado débiles. Nos vemos obligados, una vez más, a recordar la necesidad de la unidad.» (3)

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(1) Studio comparato della sesta epoca, E. Savoini (documento inédito).
(2) Hojas del Jardín de Morya II, § 301 (o III, § 10).
(3) Mundo del Fuego III [alias Mundo Ardiente III], § 426.

Nota: Este artículo se publica mientras Saturno, el Señor del Tercer Rayo, transita por el tercer sector de Acuario, el signo que transmite en el Sistema Solar el quinto Rayo de la Mente y el Conocimiento.

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