Yo soy la Resurrección y la Vida

En el esplendor equinoccial, mientras la Luz lanza su destello regenerador sobre la Eclíptica, celebramos la entrada solemne del Sol en Aries (1), el Poder de la Vida que atraviesa el Espacio y, ciclo tras ciclo, «hace nuevas todas las cosas». Al mismo tiempo hacemos eco solemnemente en el Espacio vivo, —como un solo Servidor planetario— la correspondiente Afirmación crística (consultar el artículo introductorio: Celebración Ritual en línea):

Yo soy la Resurrección y la Vida.

El relato evangélico da cuenta de la consternación que sintió María Magdalena cuando, al acercarse al sepulcro donde había sido enterrado Cristo, lo encontró abierto y vacío. Y las palabras que una figura luminosa junto a la tumba, quizás un ángel, pronunció en respuesta a la silenciosa pregunta de la mujer, nos dan la respuesta a todas nuestras posibles incertidumbres: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado.» (2)

De estas palabras se hacen eco las vibrantes exhortaciones que San Pablo dirige a sus hermanos en Cristo en su Primera Carta a los Corintios: «¡Si no hay resurrección de entre los muertos, tampoco Cristo ha resucitado! Pero si Cristo no ha resucitado, entonces vana es nuestra predicación y vana es también vuestra fe. (…) Es necesario (…) que este cuerpo corruptible sea revestido de incorrupción y este cuerpo mortal sea revestido de inmortalidad.» (3)
A su vez, estas se hacen eco, de forma más incisiva, de la invocación del profeta Oseas: « ¿Oh muerte, dónde está tu plaga? ¿Oh infierno, dónde está tu exterminio?» (4)

En virtud de su resurrección, la figura de Cristo se eleva así, en toda la Escritura, como una «certeza de Gloria», como esa Luz capaz de transfigurar toda resistencia material para hacernos revestir de ese cuerpo de luz que es el manto del hombre nuevo, una imagen límpida de su Modelo divino.
«Si uno está en Cristo, es una nueva criatura; las cosas viejas han pasado, las cosas nuevas han nacido.» (5)

«Esta era la tarea de Cristo, mostrarnos la naturaleza de la vida “salvada”, mostrarnos la cualidad del Ser eterno que mora en cada hombre; esta es la lección de la Crucifixión y la Resurrección; la naturaleza inferior debe morir para permitir la manifestación del Yo superior; y en cada hombre, de la tumba de la materia debe surgir el alma inmortal.» (6)

El anuncio de la Resurrección, que en Aries se despliega como la fuerza imparable de los ciclos cósmicos, barre «el aguijón de la muerte» y abre definitivamente la puerta que conduce de nuevo al Uno, recapitulando en la vida del Cristo el camino iniciático que toda conciencia debe seguir para volver a la Fuente de la que emanó. En efecto, las etapas que permiten a la Humanidad ascender de nuevo hacia el Uno se han formalizado desde hace siglos según una jerarquía de iniciaciones (de las que conocemos las que nos mostró el Cristo, es decir, Nacimiento, Bautismo, Transfiguración, Crucifixión, Resurrección), es decir, expansiones de conciencia que afirman la búsqueda y la consiguiente toma de posesión, paso a paso, de la divinidad esencial oculta en el interior de cada hombre, como afirman los miembros de la Jerarquía espiritual.
La religión —que hasta ahora ha puesto el acento en la muerte de Cristo y en el símbolo dramático y feroz de la cruz— irá dando paso a esa Nueva Religión en la que el punto más alto de comprensión espiritual será la Resurrección.

«(…) lo importante no es Su muerte [la del Cristo] —aunque fue la culminación del proceso evolutivo—, sino la Resurrección que la siguió, que simbolizó la formación y el descenso a la tierra de un nuevo reino en el que los hombres y todas las formas serán liberados de la muerte, un reino cuyo símbolo será el Hombre liberado de la Cruz. (…) Resucitó de entre los muertos para decirnos que la larga tarea de la evolución había llegado por fin a su etapa final, siempre que estemos dispuestos y preparados para hacer lo que Él hizo, es decir, pagar el precio, para alcanzar la gloriosa resurrección tras atravesar la puerta de la muerte.» (7)

«La resurrección es la nota dominante de la naturaleza; la muerte, no. La muerte es solo la antesala de la resurrección. La resurrección es la clave del mundo de los significados, y es el tema fundamental de todas las religiones del mundo, pasadas, presentes y futuras. La resurrección del espíritu en el hombre, en todas las formas, en todos los reinos, es la meta de todo el proceso evolutivo; y esto implica la liberación del materialismo y del egoísmo. En la resurrección, la evolución y la muerte son solo etapas preparatorias normales. La nota y el mensaje que dio Cristo cuando vino a la tierra fue la resurrección; pero la humanidad ha sido tan morbosa y ha estado tan inmersa en el adormecimiento emocional y el engaño como para permitir que Su muerte escape a la comprensión. En consecuencia, durante siglos se ha hecho hincapié en la muerte y solo en la Pascua o en los cementerios se aclama la resurrección.» (8)

«(…) la Jerarquía es una comunidad de hombres victoriosos, que previamente se sometieron a los fuegos purificadores de la vida cotidiana, forjando su salvación como hombres y mujeres de negocios, maridos y esposas, agricultores y gobernantes, y que, por tanto, conocen la vida en todas sus fases y gradaciones. Han superado las experiencias de la vida; su gran Maestro es el Cristo; han pasado por la iniciación del nuevo nacimiento, el bautismo, la transfiguración, la crucifixión final y la resurrección. (9)

El Cristo anunció: «cuando me eleve de la tierra, atraeré a todos hacia mí » (10). La fuerza disruptiva de la Resurrección reside en ser ese Imán que permitirá a las personas desprenderse de la opresiva gravedad de las cargas materiales y ser atraídas hacia el ámbito espiritual, con la ayuda del fuego de la Vida crística que mora irrefrenablemente en cada corazón.
La naturaleza “magnética” esencial del 2.o Rayo (que lo relaciona también con la Ley de Atracción (regla y canon del desarrollo de la conciencia en este Universo) se muestra en su naturaleza más pura y vibrante en la figura del Cristo, el Maestro del Espacio, la fuente inagotable del Principio de Amor que vincula nuestro cosmos.
«Decir magnetismo es decir amor, sea cual sea el medio en que se manifieste y la forma en que se exprese; y el amor es la energía portadora tanto del nuevo como del antiguo cristianismo. Estudiar la naturaleza profunda del amor es un acto cristiano, ¿y cómo hacerlo sin amor? El amar conecta con el Espacio. Quien consigue amar de forma impersonal extingue el yo separado en la infinidad espacial, se deshace de él, y en el mismo instante redescubre el Yo superior.» (11)

La Resurrección y la Vida son, pues, una misma cosa, son el esplendor del Ser que ya no tiene velos y arde con su esencia misma. La Resurrección y la Vida son el testimonio del paso de la condición mortal a la inmortal. La Resurrección y la Vida son la emergencia cada vez más tangible de nuestro poder de vivir como “Hijos de Dios”.

«Cristo había resucitado y con su resurrección había demostrado que la humanidad llevaba en sí la simiente de la vida y que no había muerte para el hombre capaz de seguir las huellas del Maestro.» (12)

La victoria que se alcanza siguiendo los pasos del Maestro del Amor es la victoria definitiva sobre la muerte, es decir, sobre aquella identificación con la materia que hasta ese momento “obligaba” al espíritu a repetidas inmersiones en el océano de la forma; de tales inmersiones se resurge ascendiendo, paso a paso, los propios peldaños de la sustancia, atravesando sus Planos y recuperando aquella Unidad que parecía perdida.

Así, la Sustancia parece recorrer un camino que —a través de la Crucifixión, el sacrificio último de su aspecto inferior e involutivo— conduce a la plenitud de la Resurrección, donde la sustancia se ha vuelto “sagrada” y donde el aspecto Vida de lo divino se revela en toda su verdad incontrovertible.
«El hijo de Dios ha hallado el camino de regreso al Padre y a Su Fuente original, ese estado de Existencia al que damos el nombre de Shamballa. La conciencia de la Vida universal es Suya.» (13)

La Resurrección es, por lo tanto, la culminación de ese viaje que conduce al hombre de vuelta al Uno:
«(…) En este sentido, podemos ver esta Iniciación como la “primera piedra” sobre la que se fundará la Nueva Religión Mundial. Cristo en la cruz (…) nos dio la demostración del amor y del sacrificio llevado a su expresión extrema; pero el Cristo vivo desde la eternidad —y vitalmente vivo hoy— es la nota dominante de la nueva era; y la nueva presentación de la religión se fundará en esta verdad, que más tarde deberá formar la estructura de la nueva teología. El verdadero significado de la Resurrección y la Ascensión aún no han sido comprendidos; estas verdades, como realidades subjetivas divinas, aún esperan ser reveladas. La gloria de la nueva era será la revelación de estos dos misterios, y una comprensión más profunda de Dios como vida. La verdadera Iglesia de Cristo es la asamblea de todos los que viven la vida de Cristo y cuya vida es una con la Suya. Esto se comprenderá cada vez mejor y hará que la maravilla y la gloria, aún no reveladas, que moran en Dios Padre brillen con una luz cada vez más clara y radiante. (14)

Estamos en el umbral de esta Nueva Era y, al esperarla, preparamos el camino al Maestro que vendrá en un futuro próximo con toda la hueste de los que ya han vencido la muerte y están en la “Vida más abundante”:
«Pero antes de que Él pueda venir con Sus discípulos, la civilización actual debe perecer. Durante el próximo siglo [escrito en 1948] comenzaremos a aprender el significado del término «resurrección» y la nueva era revelará su profundo propósito. El primer paso será la resurrección de la humanidad de la muerte de la civilización, de las viejas ideas, de los viejos modos de vida; la renuncia a los fines materiales y al egoísmo pernicioso, y el paso a la clara luz de la resurrección. No se trata de expresiones simbólicas o místicas, sino de condiciones que se darán en el período en que el Cristo reaparezca; será un ciclo tan real como el de las “convenciones” que ahora se organizan con tanto brío. Hace dos mil años, Cristo enseñó el verdadero significado de la renuncia o crucifixión; ahora su mensaje se centrará en la vida de resurrección.» (15)

«Sabemos cómo se desarrolla la batalla;
el Plan del Creador no puede ser cambiado.
Desde el principio, los oscuros se opusieron.
Desde el principio Nosotros ganamos.»

(Hojas del Jardín de Morya I, “Llamamiento”, § 231, Agni Yoga)

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Notas:

1. Este artículo celebra la entrada del Sol en el signo de Aries. Los videos de las celebraciones rituales en línea de las Entradas en los 12 Signos con las Afirmaciones crísticas están disponibles en la siguiente Playlist: Ritual, Zodíaco 2023.

Consultar el calendario de todas las celebraciones en línea a las 21:00 horas (entradas a los 12 Signos Solares y las Festividades de las  Lunas Llenas y las Lunas Nuevas del 2023; horas en UTC-GMT), con enlaces: Fechas de las celebraciones en línea, 2023

2. Evangelio de San Lucas, 24, 1-9.
3. Primera Carta a los Corintios, de San Pablo, 15.
4. La Biblia, el Profeta Oseas, 13.
5. Segunda Carta a los Corintios, de San Pablo, 5, 17.
6. De Belén al Calvario, A. A. Bailey; vers. ingl. p. 199.
7. Ídem; vers. ingl. p. 186
8. La Exteriorización de la Jerarquía, A. A. Bailey; vers. ingl. p. 470.
9. Ídem; vers. ingl. p. 473.
10. Evangelio de San Juan, 12, 32.
11. El Magnetismo, E. Savoini.
12. De Belén al Calvario, A. A. Bailey; vers. ingl. p. 234.
13. Los Rayos y las Iniciaciones, A. A. Bailey; vers. ingl. p. 730.


 

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