Yo soy tu Reposo

Hoy celebramos la alineación anual en el plano eclíptico de la Polaridad Sol-Tierra con Aldebarán, el Ojo de la Revelación de Tauro, íntimamente conectado con Las Pléyades y la pupila irradiadora a través de la cual se penetra en el cosmos y se alcanza el Centro, el Corazón supremo del que emana la manifestación que reverbera, a través de la acción reflexiva del eje Tauro-Escorpio, hacia el plano de los Siete Sistemas Solares, hacia el Corazón Solar. (1)
El 4.o Rayo, que rige ese punto de contacto entre lo más elevado y lo abismal que es la puerta y el pivote de toda revelación, «trabaja activamente para armonizar todos los efectos que emanan del mundo de las causas» y brilla con gran poder a través de Aldebarán, cuyos rayos luminosos desvelan la Realidad.

«Cuando la visión muestra el significado del Universo, los caminos de la existencia infinitamente manifestada se vuelven claros. La visión mundana percibe las cosas de la vida, pero la visión ilimitada ve el Ser sin límites. El trabajo creador del Cosmos es incesante y donde el mundo ve límites, la visión ilimitada descubre nuevos horizontes.» (2)

Hace un siglo el Maestro del Agni Yoga hizo resonar en la conciencia su ardiente llamamiento, apareciendo bajo la apariencia de la Bienaventuranza, la Sonrisa, la Fuerza, el Valor, la Sabiduría y el Gozo. (3)
Este llamamiento —el vector de lo divino— nos revela los rostros del Ser, del Uno, para que pueda ser comprendida por la mente y abordada por el corazón; estos nombres magnéticos y radiantes de la Vida, con los que se abre la Enseñanza del Agni Yoga, impulsan la identificación de la conciencia con los aspectos más elevados y centrales de la Realidad y abren al discípulo el camino hacia el infinito.
Entre estos destellos de amor, el central afirma:

Yo soy tu Reposo.

Y llama a cada uno a regresar a esa morada inviolable que es el Centro, «el Origen radiante de la Vida», (4) sellando la promesa de una firmeza que conquista la creación palmo a palmo y la transforma en un espacio resplandeciente de colores y armonías, donde el Reposo es solo el canto de los que regresan a la morada del Amado.
En el centro no hay oscilación, propia del devenir, sino solo la paz dinámica del Ser que vive ahora y siempre.

En el Centro, el viaje hacia cualquier meta disminuye, ya que uno habita en la estrella resplandeciente del Espíritu que está aquí y en todas partes.
«Todos los acontecimientos se reúnen en torno a un único punto focal. Todos los signos apuntan hacia un único centro. Un fuego se manifiesta en todo y su semilla atrae las energías correspondientes. Así se cumplen todos los acontecimientos cósmicos. Por lo tanto, solo la comprensión total del único punto focal dirige las búsquedas espirituales hacia la semilla. Cuando esto es así, la creación se vuelve constante, porque entonces, en verdad, ¡el compromiso ferviente entra en el canal de la acción! Solo así se alcanza la estabilidad del espíritu y la sutil compresión del Infinito nos impregna.» (5)
En el Centro no hay que temer la ilusión de la manifestación, la incertidumbre del camino o el supuesto olvido de la muerte ya que el Uno es ese Centro, fuera de toda polaridad y dinámica, en el que todo se aquieta, se explica y se reposa. (6)

En mí se origina el Todo,
en mí Todo permanece,
en mí todas las cosas reposan.

Tras «seis días» de trabajo y comprensión, de victorias y derrotas, de ascensos y descensos, llega el Reposo.
Si sabemos mantenernos firmes en el Centro podremos contemplar el Uno desde diversas perspectivas y al mismo tiempo percibir su unidad e integridad intrínseca.
El Uno es único, más allá de todo desorden y búsqueda febril; el Uno es tranquilo en su perfecta estabilidad; el Uno es la fuente de toda unidad posible y la fuente de toda concordia esperada.
El mantra que cierra los Vedas nos devuelve al Corazón del Uno y nos señala el camino de la firmeza suprema en el que se resuelve todo conflicto y triunfa la unión: (7)

«Pónganse de acuerdo en su decisión, pónganse de acuerdo en sus corazones,
que los ánimos de ustedes estén de acuerdo,
para que pueda vivir juntos
en unidad y concordia.
»

El Uno, inefable pero desplegado en un triunfo de luz y forma, múltiple y unívoco, es así la morada de todo ser y habita en todo ser, es la «casa iluminada» ya construida en la «noche de los tiempos» pero erigida momento a momento por obra de las infinitas conciencias que pueblan el universo.
Y aunque el Uno no necesita movimiento porque reposa en cada corazón, también está siempre activo, encendido y vibrante y espera el día en que estalle como un sol radiante en esos mismos corazones de los que es fundamento.
Este firme reposo en el Uno permite a toda conciencia ardiente generar un Sol dentro de sí misma e identificarse con su propio origen solar, alcanzando finalmente esa paz suprema que todo corazón anhela y que reposa en el corazón del Uno.
Y una chispa de ese Uno, que por supremo sacrum facere se ha revelado bajo la apariencia de la Diada, arde en cada átomo del universo y, si quisiera y pudiera, podría iluminar todo el cosmos con la fuerza de su fuego, mostrando, como saben los sabios de corazón, «la conexión del Ser en el No Ser» (8), la perfecta adherencia de la forma que se arremolina en el cosmos con la perfecta paz del espíritu que lo anima y sostiene.
«Insondable es la Calma del Creador en medio del torbellino multiforme.» (9)

Pero el Reposo no debe confundirse con la inacción, con la ociosidad o, peor aún, con el sueño de la razón y del corazón: «Te llama a la acción. Díselo a los que creen que Nosotros les distraemos de su trabajo.» (10)
Y la Obra, la obra que basa su acción en la firmeza con que nos adherimos al Centro, es el camino infinito que nos aguarda, la senda que conduce cada vez más cerca de Aquel cuya incansable laboriosidad no se dispersa en una vana agitación sino que se reúne en torno al poder unificador de la visión del Bien.
«Quien solo desea quietud vive como en una tumba. ¿Qué es la quietud? Este concepto es una invención de los oscuros. (…) Pero la alegría de la ociosidad no es para Nosotros. ¿Cuándo está ociosa la naturaleza? Como parte de ella, estamos sujetos a la misma ley.» (11)
La tarea humana es, por tanto, custodia el corazón y la mente, custodia y sacralizar el lugar donde nuestro fuego «reposa» sin dejar nunca de trabajar y luchar; es elevar cada día el punto de tensión que nos conecta con el infinito, trabajar por el Bien Común con cada fibra de nuestro ser; es agudizar la mirada y contemplar el cielo donde el silencio de la Madre del Mundo se convierte en el manto sobre el que el corazón puede descansar y elevar su sonrisa de gratitud.

Reposar no es dormir, sino re-posar en las raíces del árbol de la Vida. Es re-posar el corazón, día tras día, en el corazón del Único.

«El sueño o la vigilia, el trabajo o el descanso, el movimiento o la quietud, todos nos llevan por igual hacia el cumplimiento del plan de la vida:
“Como hojas caídas”, dirán los tímidos.
“Como semillas para sembrar”, dirán los sabios.
“Como flechas de luz”, dirán los valientes.» 
(12)



Notas: 

01- Ver L’Ordine di Orione [solo en italiano]
02- Infinito I, § 196, Agni Yoga.
03- Hojas del Jardín de Morya I, “Llamamiento”, “Introducción”, Agni Yoga
04- Ver La Génesis de las Ideas
05- Jerarquía, § 223, Agni Yoga.
06- Kaivalya Upanishad 19
07- Rig-Veda X, 191, 4
08- Rig-Veda X, 129, 4
09- Hojas del Jardín de Morya I, “Llamamiento, § 216, Agni Yoga.
10- Ídem, § 280.
11- Agni Yoga, § 268, Agni Yoga.
12- Ídem, § 36.


 

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