Júpiter en Géminis. La Luz Crística

La Luz [Primer Parte, Segunda Parte] siempre ha sido un símbolo de vida inteligente, de ímpetu creador que recorre los caminos del espacio y de la mente; a través de ella no solo vemos, sino que también interpretamos el mundo y sus asuntos, libres, por fin, de la oscuridad y la ilusión.
«Gautama, el Buda, enseñó que la luz no teme a la oscuridad. La luz victoriosa sumerge todas las cosas.» (1)
El poder de la luz sostiene toda creación y toda batalla, vence las tinieblas de la ignorancia y del miedo, permite avanzar vigorizado por el Gozo, el hijo radiante de la luz, y sostenido por el fuego ígneo del corazón. «¡Qué poder desarrolla el vigor creador del corazón! Un rayo portador de luz puede descargar todas las tensiones cósmicas. ¿Cómo fundir una flecha en vuelo? Golpeándola con un rayo de Luz. Tales rayos deben dirigirse contra todas las dificultades. Hay que iluminar los rincones oscuros donde acecha la ignorancia. Hay que demoler las superestructuras erigidas sobre la separación y la insipiencia, porque impiden el desarrollo de la obra constructiva. Cuando Nosotros trabajamos, lo hacemos con puro fervor. Pero las acumulaciones perniciosas de las que la Humanidad no es consciente obstaculizan la evolución. Por lo tanto, el rayo de Luz, golpeando, ilumina los rincones oscuros.» (2)

Hoy, para la visión heliocéntrica, una luz resplandeciente brilla en el Cielo: Júpiter, el Señor del Amor/Sabiduría, el guardián del Corazón solar, fija sus pasos en la sustancia magnética de Géminis, levantando ondas de luz capaces de abarcar todo el Sistema Solar. «El corazón es la palanca más poderosa y la más sagrada del Cosmos. Su conciencia satura el Espacio, su luz ilumina el Universo.» (3)
Las energías de Júpiter y de Géminis, vibrando en la misma longitud de onda, el 2.º Rayo, impregnan el Espacio y lo encienden con la dulzura de su canto. «La vibración del corazón se propaga como una onda magnética espiritual, como un rayo de luz. En todas las manifestaciones del Cosmos actúa el Imán del Corazón perfecto.» (4)
En esta región del espacio del Sistema Solar pulsa con mayor vigor el Imán que atrae hacia sí los corazones y que toma la forma de la Luz crística, el faro salvador de todos los navegantes en el peligroso mar del mundo formal, pues la revelación de Dios nos es dada a través de las formas y mediante las formas, iluminadas por la luz de la conciencia, es posible retornar a Él.

La Enseñanza al respecto dice, en términos simbólicos y según el Antiguo Comentario: «En el triángulo áureo apareció el Cristo cósmico; su cabeza en Géminis; un pie en el campo de los Siete Padres, el otro en el de las Siete Madres (también llamados los siete Hermanos y las siete Hermanas. A. A. B.). Durante eones ese Gran Uno permaneció, con la conciencia introvertida, consciente del tres, pero no del cuatro. Vigilante, oyó un sonido repentino (…). Sacudido por aquel grito, se tensó, levantó los brazos en un acto de amor comprensivo y he aquí que apareció la Cruz. Oyó el grito de la Madre (Virgo), del Buscador (Sagitario) y del Pez (Piscis). Entonces apareció la Cruz del cambio, pero la cabeza permaneció en Géminis. Este es el misterio.» (5)

Géminis representa, pues, una encrucijada fundamental en el camino de la evolución humana, la encrucijada que permitirá a la Humanidad pasar de la conciencia personal y separadora a la conciencia de grupo, del amor egoísta al Amor espiritual. «Y puesto que el segundo Rayo de Amor-Sabiduría fluye a través de Géminis, es evidente cuán cierta es la enseñanza esotérica de que el amor subyace a todo el universo. Dios es amor —se asegura—; y esta es una afirmación de valor tanto esotérico como exotérico. El amor divino que subyace a todo llega a nuestro sistema solar principalmente a través de Géminis, que con La Osa Mayor y Las Pléyades forma un triángulo cósmico. Es el del Cristo cósmico y es el símbolo esotérico oculto en la Cruz Cósmica.» (6)

Júpiter en Géminis urge, pues, a la Humanidad para que la Luz del Cristo interior brote del corazón humano y la conciencia crística, que es «la conciencia de grupo, es decir, de la correlación existente entre la parte y el todo (que Cristo subrayó continuamente), entre lo humano y lo divino» (7) impregne, finalmente, los pensamientos y las acciones de los hombres.

Es necesario, pues, que esta conciencia luminosa, esta fuerza evolutiva que no deja lugar a dudas ni vacilaciones, salga a la luz y emerja de las profundidades de la “caverna” de cada hombre porque «Cuando la conciencia crística se despierte en todos los hombres, entonces veremos reinar la paz en la Tierra y la buena voluntad entre los hombres. Cuando esto ocurra, Dios será glorificado. La expresión de nuestra divinidad pondrá fin al odio reinante en la Tierra y destruirá los muros de separación que dividen al hombre del hombre, al grupo del grupo, a la nación de la nación, a la religión de la religión. Donde haya buena voluntad habrá paz, actividad organizada y reconocimiento del Plan de Dios, porque ese Plan es síntesis; ese Plan es fusión; ese Plan es unidad y unión. Entonces el Cristo será todo en todos y Dios Padre será glorificado. Todo esto se realizará mediante una unión viva con Dios a través del Cristo, el histórico que nos reveló a Dios y el individual, escondido en el corazón de cada ser humano, que aún tiene que salir a la luz.» (8)

El corazón palpitante de Júpiter hoy también se entrelaza con la energía de la Luna Nueva (9) que ve al Sol y a la Luna también en Géminis encerrados en un abrazo de Luz; en este comienzo potencial, las energías de renovación trabajan para crear el futuro y hacer uso del poder de la inteligencia creadora que, en el momento del Plenilunio se manifestará en la gloriosa plenitud de formas radiantes de luz.

Los fermentos del mundo actual —que muestra sin duda conflictos y desórdenes, pero que también lanza una mirada esperanzada hacia el futuro y tiende a la colaboración y a la unificación— son ciertamente los primeros signos de la aparición en la Tierra del futuro Reino de Dios, de Su Iglesia triunfante. «¿Qué es esta Iglesia de Cristo? Es el conjunto de todos aquellos en los que se ha manifestado o está a punto de manifestarse la vida o la conciencia crística; es el conjunto de todos aquellos que aman a sus hermanos, ya que el amor al prójimo es una facultad divina que hace miembro de la comunidad de Cristo. No es la aceptación de un hecho histórico o de una creencia lo que nos pone en relación con el Cristo. Ciudadanos del reino de Dios son todos aquellos que buscan deliberadamente la luz y (mediante la disciplina espontánea) llegan a la presencia del Único Iniciador. Este grupo universal (que incluye a hombres encarnados y no encarnados) reconoce que “los hijos de los hombres son un solo ser” y que la revelación es continua y siempre nueva y que el Plan divino se está llevando a cabo en la Tierra.» (10)
Y esta Iglesia será erigida en la Luz y en el Amor, sostenida por la Armonía y la Belleza, alimentada por la Hermandad, impregnada por el Infinito.

El toque de Júpiter penetra en las profundidades de cada conciencia, la empuja con amor, la sostiene y la impulsa hacia la comprensión de su esencia más profunda; el campo de energía de Géminis alimenta esta búsqueda y magnetiza los corazones para que puedan responder de acuerdo con la Voz que llama. Es la voz del Cristo cósmico, que desde tiempos inmemoriales señala el Camino hacia el Padre, porque “Yo y el Padre somos Uno” y es la voz del Cristo histórico que pidió a cada hombre que amara sin reservas a imagen del Padre que está en el Cielo y en cada corazón.

«Amados, amémonos unos a otros, porque el amor viene de Dios;
quien ama es engendrado por Dios y conoce a Dios. Quien
no ama no ha conocido a Dios,
porque Dios es Amor.» (11)


Notas:

  1. Colección Agni Yoga, Infinito I § 32
  2. Colección Agni Yoga, Infinito II § 356
    3. Colección Agni Yoga, Infinito I § 79
  3. Colección Agni Yoga, Infinito II § 199
  4. Alice A. Bailey, Astrología Esotérica, Ing. 349
  5. Ídem, Ing. 378
    7. Alice A. Bailey, De Belén al Calvario, Ing. 95
  6. Ídem, Ing. 71.
    9. La Luna Nueva de Géminis (12:39 horas GMT) ve la conjunción del Sol y la Luna, los vehículos no sagrados del 2.º y 4.º Rayo, uniendo en las profundidades del misterio de la renovación cíclica las energías de Amor y de Armonía.
    10. Alice A. Bailey, La Reaparición de Cristo de Cristo, Eng. 65
    11. Primera Carta de Juan 4:7-8
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