Año 6.2, Las Bases de la Nueva Religión mundial: Los Orígenes

El eje zodiacal que se enciende en el instante ígneo de los solsticios, iluminado también por la dirección al centro galáctico, resalta la magia de estas dos discontinuidades anuales. La Cumbre de la Forma —Cáncer— que celebramos hoy y la del Espíritu —Capricornio— se enfrentan con igual dignidad y poder y se unen en un destello intemporal. En ese resplandor, en los dos hemisferios de nuestro globo cambia el ciclo de la Luz: en el inicio de Cáncer, en el hemisferio norte comienzan a disminuir las horas de irradiación solar y en el hemisferio sur, a aumentar. Y la situación se invierte cuando el Sol aparente entra en Capricornio, la cúspide a partir de la cual los días se alargan progresivamente en el hemisferio norte y se acortan en el sur.

Este doble ciclo que todos conocemos, siempre especularmente activo, debido a la inclinación del eje de la Tierra, trae a la mente, por correspondencia, el pensamiento de que el equilibrio energético del Universo debe estar constantemente equilibrado en todas sus partes e ilumina, en consecuencia, uno de los pilares fundacionales que habrá que sentar en la base del «Génesis de la Creación» de la futura nueva Religión, a saber: la realidad de los dos Orígenes, las sublimes Polaridades del Imán cósmico, la causa igual del Universo manifestado que, en tensión Infinita, mantiene unidas Sus partes.

Para comprender el principio de unión afirmado en todas partes, es esencial, en efecto, acoger la conciencia de los Orígenes a través de los cuales respira el Cosmos: los Orígenes se crean mutuamente y constituyen esa Unidad dual que subyace a la Creación.

«Los que conocen la ley del Ser saben que el reconocimiento de los dos Orígenes es la base del Universo. Incluso las concepciones más antiguas consideraban las leyes cósmicas como generadas por una llama de dos puntas. En las antiguas escrituras, los dos Orígenes también estaban indicados por el conocimiento de la polaridad dual de cualquier energía. La obra creadora universal solo puede manifestarse a través del Origen dual. Al haber depuesto a la gran Madre, la humanidad se ha privado del privilegio de colaborar conscientemente con el Universo.» (Infinito I, § 341, Agni Yoga)

Los dos Orígenes son la Vida y el Espacio, el Espíritu y la Sustancia, el Padre y la Madre, la Voluntad y el Amor, el Uno y el Dos, el Punto y el Infinito, los Principios Masculino y Femenino, que deben ser comprendidos y armonizados en todos los niveles de la conciencia común de la humanidad. Y es precisamente desde la Religión —que siempre ha estado destinada a recibir y transmitir las Enseñanzas de los Maestros promoviendo la evolución espiritual— de donde deberá partir la renovación del pensamiento que contribuirá a construir las nuevas Cultura y Civilización de la Humanidad.

Para emprender esta labor de «restablecimiento» es poco probable que se pueda contar con las diversas instituciones religiosas que han sido luminosos centros de cultura y de preservación de las enseñanzas reveladas, pero también centros de poder que siempre, salvo raras excepciones, han afirmado la superioridad del Origen masculino.

Además, estas religiones, al representar a un Ente divino de forma antropomórfica para hacerlo más fácilmente comprensible al pueblo, han disminuido su valor cósmico y han contribuido a identificarlo, en el imaginario colectivo, con un Padre, justo y severo, que dicta la Ley a su prole humana, premiándola o castigándola. También se ha adorado siempre a la Madre, pero solo como la primera entre las criaturas: la mujer (lo femenino) desciende del hombre y, por lo tanto, es inferior a él.

El efecto más importante de esta concepción ha sido la marginación y subordinación del principio femenino y, consecuentemente, de las mujeres que, a lo largo de milenios, han sido excluidas del sacerdocio, de la gestión de los misterios y, por lo tanto, también, salvo en contextos particulares, de ocupar cargos públicos y de tener voz en cualquier decisión importante, incluso de carácter familiar, incluidas las relativas con los hijos, que eran «un asunto del padre».

Así surgieron las civilizaciones patriarcales, que se plegaron a un desequilibrio que aún hoy está lejos de superarse, negando esa realidad que se encuentra por doquier en la Creación: los Orígenes, ambos responsables de la creación de la vida y que, en cada plano del Ser, producen la conciencia, unificando el Espíritu y la Sustancia y construyendo el camino del retorno progresivo de los muchos al Uno, o sea, el gran Imán cósmico, el Origen de todos los Orígenes.

«Es muy difícil establecer en el Cosmos la línea divisoria entre los así llamados activo y pasivo. Si dijéramos que todas las fuerzas son activas, esto sería paradójico para los humanos. Pero una conciencia superior puede comprender que para Nosotros, todas las fuerzas de los Orígenes son positivas. Esa distinción es tan burda que es difícil transmitir al hombre el principio que sustenta el poder manifestado de Mulaprakriti. Por otra parte, el principio vital no puede ser afirmado si no se reconoce el origen femenino. Como el Universo, Mulaprakriti es un principio general. Los Orígenes no pueden concebirse como que están en competencia mutua, ya que la vida se genera solo a partir de la unión de fuerzas. Y Nosotros, en un nivel superior, sentimos una profunda veneración por uno de ellos que la humanidad llama pasivo. ¡Sí, sí, sí! La conciencia más elevada conoce la Verdad, y Nosotros estamos listos para proclamarla a la humanidad, pero para alcanzarla, la humanidad debe ascender un grado. ¡Sí, sí, sí! Si todo gran Maestro tuvo que nacer en el mundo de una madre, ¡cómo no venerarTe, Madre del Mundo! Si todos los Fuegos espaciales han de manifestarse en una sola forma, ¡cómo no adorar a la que da la vida! ¡Sí, sí, sí! ¡Cómo no reconocer como suprema presencia cósmica el intenso poder del símbolo de la Madre!» (Infinito I, § 201, Agni Yoga)

Desde la segunda mitad del siglo pasado, y en particular en los últimos años, la cuestión de la “igualdad de género” viene planteándose con fuerza en la vida cotidiana, provocando desestabilización y desorientación tanto en el universo masculino como en el femenino, que aún no han incluido lo que somos y cómo gestionar sus peculiaridades, diferentes pero iguales, que deben traducirse en relaciones fluidas y constructivas.

También es interesante observar cómo la cuestión de la “identidad de género” emerge hoy en mayor medida que en el pasado (también debido al hecho de que ahora se puede hablar de eso explícitamente), lo que se traduce en el desprendimiento de la sensibilidad interior del individuo de la forma física en la que mora. Por lo tanto, también aquí se plantea la cuestión de la relación entre los orígenes dentro de un universo personal, cuya solución quizá podría encontrarse a través de una síntesis interior y, por lo tanto, de una ampliación de la conciencia.

Entonces, se plantea la cuestión de si la emergencia de esta situación de conflicto generalizado e incluso doloroso entre las polaridades a los diferentes niveles del plano físico no debería contextualizarse en una visión más amplia, previendo una Humanidad futura que, liberada del género, será capaz de generar Hijos de la Mente.

Sin embargo, estamos viviendo un cambio muy importante que nos hace pensar que las Enseñanzas de los Maestros, copiosamente transmitidas en la primera mitad del siglo XX, están empezando a dar sus frutos, aún inmaduros, iniciando precisamente por reconocer y establecer en las conciencias la concienciación de la sacralidad y paridad de los Orígenes divinos, poniendo así la primera piedra del nuevo enfoque religioso.

La nueva Religión —que será mundial— deberá pues tener fundamentos profundos y compartidos, a partir de los cuales será posible esbozar los contornos de una Civilización de Una Humanidad, pero evidentemente será expresada de manera diferente por cada pueblo y cada conciencia. A este respecto, es interesante observar cómo la propia palabra Religión tiene significados diferentes en las distintas regiones del mundo y, en algunos casos, es prácticamente intraducible en el sentido que le damos.

Hoy, la principal incubadora de la Nueva Religión es el corazón común de los Discípulos del Mundo que, aspirando a imitar a la Jerarquía de los Maestros, reconocen y acogen las energías de Acuario, la Nueva Era que amanece, y cultivan y custodian sus simientes ígneas con amorosa determinación, consagrándose a difundir sus principios de forma ordenada en la mentalidad general humana.

«El corazón humano no florece si no anhela el Origen de los Orígenes que es indecible, pero cognoscible a través del fuego del corazón. Por lo tanto, en medio de la ruina de los cimientos, enciende ese fuego y ama lo Supremo.» (Mundo del Fuego I, § 629, Agni Yoga)

Tendamos al futuro sin sucumbir al hechizo del presente. ¡Recibiremos mucha ayuda!

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Nota: En este segundo año del sexto septenio del Plan, cuya Meta reza: «Espacio. Infinito. Bases de la Nueva Religión Mundial», estamos estableciendo los posibles puntos culminantes que sustentarán el nuevo pensamiento religioso y celebrando, en particular, la realidad de los Orígenes mediante un trabajo de identificación con las 12 Afirmaciones crísticas y la contemplación simultánea de las cualidades ardientes de la Madre del Mundo.


 

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